PERPETRAR EN VOZ ALTA

Anoche asistimos a una función realmente emocionante. No solo por el propio contenido del texto, si no porque se despedían dos amigas escénicas a la que les podía la intensidad de estar metiéndose en la piel de sus personajes en su última representación en nuestro Teatro Cervantes. La misma verdad que «Emma pasa», y la de Pilar y Candela somo seres humanos fue un regalo que pudimos palpar desde el patio de butacas.

Con un aforo prácticamente lleno, asistimos a la realidad de cualquier empresa de todos los que estábamos presentes. Un gran acierto de la obra es darle esa neutralidad en la escenografía, evidentemente los roles de Pilar y Candela ayudan a que esa jefa y ese empleado tengan su espejo máximo en las características que cada una de ellas le imprime, pero la atmósfera es tan fría y oscura que refleja esa seriedad de nuestros trabajos, donde esa trama evolutiva va cogiendo un sentido cada vez mayor. Y me encantaba también poder reírme sin hacerlo a carcajada abierta. Durante la representación ese humor negro está muy bien ensayado para relajar las partes más tensas, pero implica que uno salga pensando en qué puntos te has podido reír cuando probablemente estés viviendo esas mismas situaciones, de diferente manera, pero ordenadas en muchos puntos de la realidad común.

«Contracciones» marca el punto de las relaciones entre trabajador y jefe. Es un camino que va creciendo a medida que la jefa, a la que nunca se le pone nombre, manipula a su empleada en cada reunión que tienen en ese despacho principal que conforma el centro de todo. Las argucias y argumentos muestran nuestro sistema laboral en el que los superiores ponen todo el foco en la reacción de los empleados, y en que parezca que ellos toman las decisiones en el rumbo que ellos precisamente y personalmente quieren, y que siempre parezca que los trabajadores sacan las cosas de contexto. Ese momento en el que se detallan los plazos en los que se estima una relación, y que el superior agarre esa cifra para tener la consecuencia que ya tenía programada, es uno de los momentos importantes de la obra que me parecieron de lo más idóneo de contemplar. Por eso, el personaje de Candela tiene nombre, tiene vida y el de Pilar es importante que no lo tenga. El espectador puede reflexionar acerca de su propia posición en su trabajo, a qué está dispuesto a ceder por no perder su puesto y hacer un ejercicio de donde deberían estar los límites para que una persona pueda trabajar para vivir, y no vivir para trabajar.

Los puntos en común se van repitiendo, pero con la maestría de que cada escena tiene una progresión excelente para que ese ritmo no vaya decayendo. Ayuda a ello la música y un personaje desconocido que va proporcionando elementos que ayudan a las intérpretes a ir escalando en esa posición de dominante y sirviente en el que vemos expuestos muchos de nuestros dilemas en los puestos en los que necesitamos ese dinero para sobrevivir. Acoso, pérdida de intimidad, bajas maternales, despidos y no parar de ceder hasta perder el control de nuestros propios valores.

Lo que recibimos de estas amigas y grandes profesionales es un lujo de lo que el teatro significa. Pasión, respeto a cada palabra de este texto adaptado por Jorge Kent y que me parecía sumamente brillante desde el comienzo de la primera escena, y que Candela y Pilar son un equipo. Un equipo indestructible donde sí han hecho piña para llevar a lo más alto a su empresa escénica, que ojalá fuera lo que debería suceder en todos nuestros despachos y oficinas. Y en «Contracciones», ambas tienen su nombre y apellidos bien en mayúsculas porque transmiten lo mejor de ellas mismas para un público agradecido que estuvo a favor de obra. Y nunca mejor dicho.

Hacía tiempo, además, que no disfrutaba con un desenlace tan acertado, lástima que sea un final y se clausure este montaje, pero me alegro de haber sido parte de esa mesa de reunión, con guiño incluido al estreno de «El caso Asunta» que se producía también anoche en Netflix, y espero poder sentirlas de nuevo en otro reto tearal en el que disfrute tanto de su buen hacer. Y como moraleja me gustaría soñar en encontrar escenarios donde nos respeten, nos valoren y podamos tomar las riendas de nuestra vida.

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