JUEGOS PELIGROSOS

Recuerdo que la temática sobre intercambios de parejas me sonaba de otra obra que había visto con anterioridad, y es que «Los vecinos de arriba» la pude ver hace un par de años durante el Festival de Teatro de nuestra ciudad y se planteaba de igual manera que en «Dos más dos», un juego entre parejas con planteamientos de vida muy diferentes entre sí, pero que en los esquemas de los roles de cada uno de ellos eran muy similares. Recuerdo que en aquella función se planteaban aspectos sentimentales y emocionales, en una reunión de vecinos normal y corriente, que daban que pensar, pero sin un mensaje que subyaciera para el espectador y que todo quedaba en el aire haciendo que tuviéramos nosotros que terminar esas conclusiones. Lo interesante e importante de «Dos más dos» que, en mi opinión, hace que sea una función más completa y de mejor calidad, es que esas personalidades están mejor definidas y compactan mejor para lo que es el funcionamiento escénico y que queda mucho más claro cuál es el mensaje, que incluso puede llegar a moraleja, a través de los cuatro protagonistas hacia el público.

Ver «Dos más dos» ha sido muy especial para volver a disfrutar de Daniel Guzmán en el escenario. Es un artista que estaba haciéndome sentir muy feliz por todos los éxitos que acepta con tanta humildad en las diferentes experiencias que está realizando detrás de la cámara, pero le echaba de menos. Actúa con esa naturalidad que se le agradece al actor pero, además, durante toda la transición de la historia de la obra vas congeniando con él en absolutamente todo lo que se le pasa en la cabeza. Y eso ocurre porque a todos se nos puede ir la cabeza fantaseando con otra vida perfecta donde podemos hacer lo que queramos sin consecuencias y la neurosis de Adrián, el personaje de Daniel Guzmán, siente y expresa lo que prácticamente todos pensamos, aunque nos queramos hacer los más modernos del mundo. Y ahí radica la gran importancia y por lo que merece la pena ver esta función.

Lo que subyace de estos intercambios tan apetecibles es que no sabemos solucionar nuestros propios problemas, y lo que intentamos buscar son fórmulas mágicas que van a lograr que esa circunstancia cambie de la noche a la mañana, y lamentablemente no siempre sucede así. En este caso de «Dos más dos», lo contextualizan en el sexo y en esas prácticas que de cara a la galería pueden ayudar a cualquier pareja, pero lo que se pone en juego y se implica en ese reto, mucho más implicando a personas con las que ya existe un cariño, es nuestra propia falta de comunicación que están en la convivencia y en el día a día.

Y verdaderamente es un lujazo contemplar esta representación porque te ríes desde el principio, y no necesita ser carcajadas de morirte desde la butaca, sino las propias escenas que ellos crean con sus subidas y bajadas, los textos tan bien trabajados que en un paranoico, una pareja más decidida y una mujer más fría e irónica, lo que crean son tesituras absurdas que conducen de una manera brillante a cada paso de la trama, a que vaya a mucho más, y sea una diversión constante hasta llegar a ese punto final, donde todo desemboca a las conclusiones que dan a entender con las resoluciones de cada una de las parejas. Y de la risa se pasa a la comprensión. Ese trayecto cuando está bien trabajado, y sin suspicacias, es de los grandes y estimulantes recorridos que el teatro es capaz de crear. Y aquí se logra no solo con los cuatro protagonistas, sino con todo el equipo que se ha sumado detrás. Hagan los números que hagan, les salen bien las cuentas.

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