LA INTERESANTE HISTORIA DE IRENA

Ver anoche «El beso de la mujer araña» en el Teatro Cervantes de Málaga fue contemplar un acto puro de amor. Alrededor mía, veía representada a mucha parte del público que quiere y admira a Eusebio Poncela para luego dar esa clase magistral con su Molina en el escenario, que representa lo que buscamos todos en esta vida: amar y que nos quieran.

Molina, es una mujer en un cuerpo de hombre, encerrado por seducir a un menor y Valentín, interpretado por un emocional Igor Yebra que me llegó especialmente en su parte más de movimiento de cuerpo, es un activista político que quiere cambiar el mundo torturado durante los interrogatorios. Ambos tienen posturas en las que se sienten solos, y buscan el diálogo y la comprensión del otro para entenderse a ellos mismos, y sobrevivir en ese ambiente que les condena por ser lo que son y por lo que piensan.

Cuando eres una entusiasta del teatro, uno de tus objetivos es intentar disfrutar y sentir a todos los grandes de nuestra escena española, y en esta ocasión lo he podido hacer con Eusebio Poncela. Ha sido majestuoso ya simplemente verle entrar en esa cárcel donde nos va a sorprender narrando sus historias. Hay un grado de profesionalidad y virtuosismo que escapa a cualquier técnica actoral, para transformarse únicamente en verdad. Me llevo para mi imaginario de sueños cumplidos verle en mi teatro, y ser capaz de sentir con todo lo que expresaba con su voz y su propuesta escénica.

También me he dado cuenta que hay una generación teatral a la que tengo que prestar atención, pero me está ofreciendo ventajas e inconvenientes, en cuanto a que ese resultado me llegue de una manera que la experiencia me haga reflexionar y emocionar como a mi me gusta. Me refiero a que en la propuesta de la directora, Carlota Ferrer, hay muchas proyecciones y playbacks, que me hacen pensar en ese nuevo lenguaje para sorprender al espectador, y en este caso saco un poco el bastón de persona con algo de edad reconociendo que extraño muchas veces historias que se cuenten desde el terreno, que puedan llegarme con diferentes disciplinas visuales o de cuerpo, pero no que sea el tono general y ambiental en el que se centre la trama principal. Reconozco que ese exceso de multidisciplinariedad a veces me hace irme de lo que quiero estar concentrada, y echo en falta una construcción más de teatro de diálogo, miradas y música de fondo.

Aún así, el baile actoral entre Eusebio Poncela e Igor Yebra es muy bello. Se refleja ese arco del dolor en los dos, y la búsqueda de esa caricia en la que se sientan fuera de donde realmente tienen que estar. Hay un lenguaje corporal en Igor Yebra que es precioso de admirar, un gustazo disfrutarle desde la mirada a donde quiere llegar y cómo lo expresa con todo su ser. Espero poder verle en otras vicisitudes parecidas donde su alma hable más que su voz.

Me encanta una de las frases de Eusebio Poncela en su personaje de Molina que argumenta que si los hombres fueran mujeres, no habría torturadores. Ojalá se normalice el respetarnos como personas buscando nuestra propia libertad de amar.

REPARTO

Eusebio Poncela
Igor Yebra

EQUIPO ARTÍSTICO Y TÉCNICO

Autor: Manuel Puig
Dirección: Carlota Ferrer
Ayudante de dirección: Manuel Tejera
Versión: Diego Sabanés
Diseño de escenografía: Eduardo Moreno
Diseño de iluminación: David Picazo
Diseño de vestuario: Carlota Ferrer
Diseño gráfico: María La Cartelera
Espacio sonoro: Tagore González
Una producción de Nuevo Teatro Bellas Artes

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