EL MAPA ES LA OBRA DE TEATRO

Entre las muchas frases que un anciano le desvela a su nieta en «El cartógrafo», una de ellas es «la obra es el mapa» dando a entender que un mapa es una verdadera obra de arte o jugando con esa ambivalencia maravillosa entre la cartografía y el teatro, cosa que hacen mucho durante la representación y otras reflexiones, más que interesantes. La pena era no tener una taquígrafa al lado o el libreto de la obra, porque como ésta desvelaron otras muchas, que teniendo memoria, algunas se han quedado en mi imaginario pero otras tantas me hubiera gustado vivirlas como la niña protagonista.

En «El cartógrafo» y enfoco la atención en esos personajes porque marcan a los otros que aparecen y que defienden con maestría natural y escénica, tanto Blanca Portillo como José Luis García-Pérez, se defiende que cuando se realiza un trabajo o una inquietud, lo importante no es realizar lo establecido o lo que esperan de nosotros, hay que humanizar todo lo que nos concierne en nuestra vida diaria y formar un mapa que nos represente. Es una idea que trasladan al mismo concepto de teatro que presentan para la evolución de la historia. Un mismo color, elementos básicos, su postura corporal y, sobre todo, la palabra como vehículo para llegar a todas las emociones que se pretende con la historia. De ahí que «El cartógrafo» es teatro. Puro, simple, sin artificios, con juego de luces y música, tirándose al suelo, haciendo voces, intercambiando papeles, hablando al público y llevando las interpretaciones de ambos actores a unas tesituras impresionantes, por las que uno sabe que ha merecido la pena de vivir una experiencia teatral.

Es cierto que el inconveniente que puede tener la función es no entrar en el ritmo desde el principio. O querer saber ya las indicaciones del mapa teatral confeccionado. Si lo que se logra es dejarse llevar desde el inicio, las sensaciones son cambiantes y, a la vez, de disfrute máximo. Conocemos a Blanca, la mujer inquietante que quiere descubrir mucho más de la historia contada de un anciano cartógrafo y su nieta, a estos últimos con un alarde de gran sabiduría escénica como solo saben hacer los grandes actores (de verdad que las gracias se me quedan muy cortas hacia Blanca y José Luis) y diferentes personajes que nos ayudan a encajar las piezas de este puzzle que se convierte en un mapa, donde realizamos los mismos hechos que le traslada el abuelo a su nieta, «mirar, escoger y representar». El público que puede conseguir participar en esta obra hasta límites insospechados, es el que cumple esa premisa.

Hay muchas sorpresas, muchos datos y especialmente, una necesidad de que me cuenten historias así. Que me hagan reflexionar tanto y sienta que los roles que desempeñan ambos actores son todos reales. Y que aunque no los identifique, empatice tanto con ellos como logré tantísimo con todos los que aparecen en «El cartógrafo». En una de esas reflexiones de ese texto de Juan Mayorga tan completo y detallista, el anciano narra que un cartógrafo debe tomar partido en su creación, pues esta crítica cartógrafa también lo hace asumiendo que esta obra ha superado, infinitamente más, las expectativas que presentaba ante el conocimiento de que estaría en el Festival de Teatro de Málaga. Bravo por el riesgo y su resultado. Mi brújula siempre estará orientada hacia vosotros, en cualquier escala de lo que presentéis en el futuro.

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