Crítica «El peligro de las buenas compañías» – Teatro Cervantes
RISA CON R MAYÚSCULA
Juntar a dos genios de la comedia como Carmen Conesa y Fernando Cayo, y hacerles que vayan al extremo siendo matrimonio en «El peligro de las buenas compañías» es de los mejores aciertos que se pueden contemplar en un escenario.
Podría ver a Lola y Tristán eternamente para que me hicieran reír con «R» mayúscula, y no les costaría mucho. Llevan el humor de esa manera tan natural, interiorizada y que además hace reflexionar al espectador con una facilidad de las que hay que aprender a cada gesto o acción que mantenían en cada momento.
La reflexión que nos quiere hacer Javier Gomá en este texto es que no todo tiene que ser lo que nos han planteado. Hay que plantearse el dar una vuelta de tuerca a lo establecido, y no conformarnos con lo que se dictamina que es bueno o malo, y de aquí hace una traslación interesante hacia lo que para muchos implica el matrimonio, aunque más que eso, lo que debate es sobre el compromiso. ¿Qué significa ese pacto y se debe simplemente conformar con lo que el término conlleva, o puede uno exigir más si así lo siente?
Juan Carlos Rubio ha dirigido a estos dos maestros como digo, en contrapunto con la sensibilidad de la pareja formada por Félix y Julia. Siempre tiene que haber ese contraste para que se materialice la comedia, y en este caso ha sucedido con creces. Los puntos están muy equilibrados y el maniobrar con música, los planos y segundos planos o los juegos de luces ayudan a que el dinamismo sea mucho mayor, y que no se pierda el ritmo porque no paran de sucederse acontecimientos en la historia.
La risa con «R» mayúscula es lo principal, y especialmente el no imaginarse hasta qué punto puede llegar a una persona por seguir estando bien en su matrimonio, y que no se sienta amenazado por alguien cercano, muy diferente a él, que levanta ese ambiente de perfección. Ha sido un placer descubrir esa sensibilidad de Ernesto Arias, a quién he podido disfrutar en otras vicisitudes y descubrir a Miriam Montilla y su dulzura.
Me cansaría siempre con todo este peligro de las buenas compañías.
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