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«Enamorado de mi mujer» resulta un vodevil teatral que acertadamente se traslada al cine para su objetivo principal. Entretener.

No hay lugar para análisis personales o deducciones sobre lo qué puede suceder realmente en nuestra vida cotidiana. Los recursos son especialmente exagerados, las situaciones completamente inverosímiles y uno no puede estar en la tesitura de enfadarse por el lugar en el que se deja a hombres o mujeres.

El propio autor teatral, Florian Zeller, es el que adapta su propio texto escénico para que Daniel Auteil haga su propia dirección en esta película. La imaginación y los juegos en el tiempo son el gran valor por el que funciona, con las pretensiones que ya he comentado, esta historia.

Daniel y Patrick son amigos que se encuentran de casualidad y quedan para cenar con la intención de que éste último le presente a su novia actual. Esta situación provoca los primeros conflictos del protagonista, ya que su mujer era amiga de la pasada relación de Patrick, y no ve con buenos ojos a esta conquista mucho más joven.

La locura arranca en cuanto Emma hace acto de presencia en la cena y provoca los delirios de Daniel, en un juego en el que no podemos estar completamente seguros que lo que él sueña, se está convirtiendo en algo real o simplemente es producto de su mente. Este recurso resulta completamente divertido para el objetivo de «Enamorado de mi mujer», igualmente que unos diálogos muy rápidos y divertidos, donde las escenas no paran de ser completamente delirantes y el ritmo de la comedia no cae en ningún momento del metraje.

Todos los actores actúan a favor de la obra, manteniéndose en el sitio donde tienen que estar y prestándose a ese juego maravilloso de dar y recibir, que funciona perfectamente para tener esa gran sensación de haber visto una trama divertida, que despista y que sorprende hasta el final.

Me ha gustado especialmente la oportunidad que Adriana Ugarte ha tenido en esta película y que sirve, además, para verle en una faceta cómica en la que me ha gustado su trabajo, y que integra perfectamente el papel que tiene que desempeñar en cada momento. Descubrimiento ha sido también Sandrine Kiberlain como esposa sufridora de todo el lío que se origina en esta cena, porque esa gestualidad y serenidad en los momentos precisos era un deleite disfrutarlos como espectadora. Ellos se divierten en sus diferentes puestos como causantes de la montaña rusa de emociones que se va generando, pero la distinción y los puntos de conflicto de ellas son mucho más destacables para mi gusto.

Es una genial opción para disfrutar de la expectativa que pueda generar este tipo de comedia francesa, funcionaría igualmente en teatro, pero ya os digo que en el planteamiento cinéfilo se plasman esos recursos que sirven para poder reírte todo el rato viéndola en la gran pantalla.

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