DIANA Y LEIRE NO HAN TENIDO ÉXITO, HAN TRIUNFADO

Cuando los caminos teatrales reflejan las imperfecciones de nuestra vida, es un triunfo asegurado para quienes buscamos respuestas o simplemente ser público que le guste vivir una montaña de emociones como lo es nuestra propia vida.

Diana y Leire, podrían ser María José o Azahara, o Mar o Carmen, o Irene y Eva,  pueden ser tantas mujeres que encuentran que el tiempo no les pertenece y que van sacando conclusiones que pueden cambiar a los cinco segundos, para luego retomar a lo que realmente quieren emprender. Así que en definitiva muestra a personas realmente libres, que reconocen sus errores e intentan ser sinceras con ellas mismas y vivir la realidad que les ha tocado o que han querido desempeñar por ellas mismas.

Desde el principio reconocemos aspectos nostálgicos que sacan nuestra parte más vintage pero no es la centralidad de la obra, si no que desde la verdad de estos dos personajes tan diferentes se abre un abanico de posibilidades en el que más de uno nos identificamos, y si no es así, te dejas llevar fácilmente por este viaje de vida vivida donde se las entiende, a veces mejor y a veces peor, y reconoces esas fases por las que pasamos y pasaremos en los años que tengamos en ese momento.

El espacio es un acierto multidisciplinar que junto con el juego de luces y sonido transforman la atmósfera deseada, recreando los ambientes que se precisan y permitiendo al espectador que no se despiste y tenga un entretenimiento que le hace que no decaiga el ritmo de la función, y esté expectante hacia lo próximo que vaya a aparecer en escena.

Eva Egido y Rocío Vidal son un regalo para la interpretación y para las palabras de Nando López. Hay un respeto absoluto y un trabajo empedernido por lanzar una obra que ellas quieren defender en su momento y en su tiempo. Han buscado especialmente que cada persona del público tenga su momento en la función, para algunos puro entretenimiento con ese humor exquisito que ayuda a superar y entender con más inteligencia esos momentos en los que la obra reclama tu reflexión, y para otros como ha sido mi caso sanar heridas. No es fácil escuchar hablar sobre una madre fallecida cuando lo tuyo es tan reciente, pero hacerlo con ese amor, me ha hecho recordarla para darme fuerza y recordarme que he sido una triunfadora por ser su hija y llevar su legado y su sabiduría en mi ser.

Cuidado con el terrorismo emocional de la nostalgia, el baile debe ser único y especial pero siempre hay que mover todas las caderas con la que te sabes. Por cierto, Fran Perea, deseando estoy de escuchar entera esa canción ideada para esta obra. Te quedas con ganas de darlo todo desde el patio de butacas.

«Ésta si tenemos que bailarla» ayuda a bailar tu presente, a aceptarte en esta época que se nos da peor mentirnos a nosotros mismos, a no juzgar lo que no entendemos y a buscar siempre nuestra libertad. Y ojalá soñar con un mundo con esa libertad donde haya buenas ideas para una noche desenfrenada que nadie se imagina cómo puede terminar, y ni falta que hace.

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