Crítica «Gypsy» – Teatro del Soho Caixabank
UN VODEVIL QUE ES UN AUTÉNTICO BURLESQUE
Me cuesta entrar en los musicales. Reconozco que es algo que me supera. Si es una historia que me logre enganchar desde el principio e irme sorprendiendo en su evolución, puede tener un efecto en el que mi atención se mantenga durante las largas horas que suelen durar estos espectáculos.
Y en este música, fábula y experiencia de «Gypsy» había mucho riesgo que es algo que también agradezco en estos espectáculos, porque me posiciona en una línea en la que puedo estar más de acuerdo con el autor o la propuesta del director que, en este caso y en mi opinión, el entendimiento se desgasta en una primera parte que trata más de encajar esas piezas que no sabemos por donde van, hasta llegar a una segunda parte más esplendorosa que compensa ese camino menos atractivo, por el que se genera una sensación menos fructífera.
Desde el primer momento no he entendido ni me ha gustado la idea de los telones. Lo he visto en otras representaciones como sirve para cambiar radicalmente el ritmo, o simplemente mantener ese interés hasta que se logre el cambio de escenografía o de vestuario que se necesita, pero en el caso de «Gypsy» no le he encontrado sentido y me resultaba molesto para la atmósfera en conjunto del espectáculo. Igualmente me pasa con los cartelitos anunciando cada una de las escenas. Apuesta completamente superflúa que ni ayuda a contextualizar y no provoca que se siga avanzando ese recorrido en la trama. Y por último esa plataforma redonda, que para los actores la percibo muy incómoda en relación a donde se tenían que desplazar en escena, que algo a lo que admirar planteado en escena.
A lo «Eva al desnudo», conocemos a una madre que hace todo de una manera desmedida para que sus hijas tengan el éxito y reconocimiento como actrices que ella no tuvo, pero al mismo tiempo se muere de celos de lo que les va sucediendo. Esto se comprende más hacia el descanso que desde el principio, con lo cual hay un grado de cuidado que desaparece completamente, sin entender la historia que va transcurriendo.
Al salir de la función lo que más me han entrado ganas es de leer esas memorias de Gypsy Rose Lee. Tengo la intuición que me voy a encontrar mil detalles que no he hallado en la función, y desecharé los muchos momentos superflúos que no terminaban de tener un final y se quedan sin solución, e incluso sin acordarte de que ese aspecto se ha propuesto y que igual con un trabajo más profundo hubieran ayudado a que ese entendimiento no hubiera tardado tanto en llegar.
Estoy realmente sorprendida con la voz, la evolución y la gran presencia escénica de Lydia Fairen, un auténtico gustazo escucharla cantar sus temas, cómo los vive y expresa y para mi sin duda ha salvado una función, que junto a los momentos de humor de Carmen Conesa y Marta Valverde, me han servido como conclusión a lo que me ha merecido la pena conocer de «Gypsy».
Otro aspecto que me ha encantado de la función han sido las sorpresas que han permitido un vértigo final de los que hacen que el público se levante emocionado, y que ha tenido un buen colofón para no llevarte solo la sensación de no haber comprendido nada o tardar una eternidad en saber sobre ese sufrimiento de la protagonista, junto con las razonadas decisiones de sus hijas de valorar qué siguientes pasos quieren dar en la vida.
El trabajo de la orquesta en el show es espectacular, y para mi sin duda es la pieza imprescindible en este montaje, mami. Se agradece mucho esa música en directo, dentro de un circo sin sentido donde el público hemos sido acróbatas y equilibristas que buscábamos caernos con red.
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