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Siempre os hablo del teatro necesario, el que como el caso de «Jauría» que os comentaba recientemente te remueve por dentro y te hace pensar sobre lo que nos rodea y sobre nosotros mismos. En ese mismo término de «necesario» meto la risa, y ante un reto tan sumamente complicado y loco como es «La función que sale mal», no puedo estar más que feliz por el resultado final que inevitablemente acaba en un dolor de barriga de no poder aguantarse las carcajadas.

Espero que no me olvide a nadie de la función de hoy que he podido disfrutar en «La Latina» y que tan inteligentemente han jugado con el público y sabiendo reírse de ellos mismos, y de su propia profesión. Ellos son Héctor Carballo, Carlos de Austria, Carla Postigo, Alejandro Vera, Noelia Marló, César Camino, David Ávila y Felipe Ansola. Con su labor logran hacernos creer desde el primer segundo que son una compañía amateur que nos representan una obra de suspense y misterio como las muchas que nos encantaría ver cualquier día por la tarde.

De aquí vamos al desenfreno y ni se me va a ocurrir desvelaros absolutamente nada de lo que sucede encima del escenario. Pero ni aunque lo penséis un buen rato, daréis con todas las teclas definitivas. Es impresionante cómo de un completo desastre cuando en realidad como compañía teatral lo que se pretende es que salga todo perfecto de cara al espectador, la vuelta de tuerca es una labor más complicada de realizar e interpretar, y sin embargo no cesan las sorpresas en las dos horas que dura el espectáculo.

El humor se basa en varios tipos, pero los principales son la comedia del absurdo y de lo más delirante que podáis alcanzar, es ese pensamiento de ¿por qué me estoy riendo de esto pero no puedo parar?, y por otro lado la crítica mordaz y constructiva hacia el propio oficio del intérprete. Todo ello se une en un vodevil incesante de entrada y salida de puertas, una capacidad asombrosa de aprenderse un texto acelerado pisándose y haciendo ver lo que jamás querrían que les sucediese en un teatro, y toda esa idiosincrasia se acompaña de una complicidad con el espectador que es absolutamente atractiva, y logra que la comedia sea un absoluto regalo escénico para quién tiene la suerte de contemplarla.

Os animo a que vayáis en familia, no desistáis ni tengáis dudas porque es algo entendible por todo el mundo y sea más o menos buena parte del show lo vais a pasar riendo y no dando crédito a que todos esos acontecimientos estén dando lugar en «La función que sale mal». Nunca imaginé que valoraría algo que no deslumbrara un montaje impecable y de buen criterio, pero espero que siempre les salga igual de mal como fue mi caso al verles. Viva la imperfección, y si es como en esta comedia teatral más todavía.

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