EL ESPACIO VACÍO

Yo que amo el teatro desde que tengo uso de razón, pensaba que en este momento donde ya he podido ver muchas historias en escena, las únicas que me podía interesar son las que me hacen remover lo que yo digo, «la patata» y me hacen salir del teatro de manera diferente a la que entré.

Ante las nuevas fórmulas y lenguajes que ahora están empezando a desarrollarse en la escena teatral, estoy sintiendo que mi mente está volviéndose a abrir a este nuevo tipo de propuestas, y creo que el punto de partida que ha empezado a originar todo esto es precisamente la obra que disfruté ayer en el Teatro del Soho Caixabank con la versión libre de Àlex Rigola en «La Gaviota».

Creo que, además, es una excelente opción para que un adolescente empiece a sentir curiosidad por este medio porque a través de los geniales actores en escena, Irene Escolar, Nao Albet, Mónica López, Pau Miró, Xavi Sáez y Roser Vilajosana empiezan como si fuera una clase didáctica todos colocados en sus respectivos espacios, para de una manera muy distinta a cómo nos enseñaron los clásicos, y de hecho es uno de los elementos que más se critican en la función, hacerle ver al espectador quienes son cada uno de ellos, que representan y que relaciones tienen con cada rol.

Además van anticipando lo que va a ir ocurriendo que circula entre la realidad, la adaptación y la ficción, y logran lo más complicado que es que da igual de las historias y reacciones que narran que puede ser lo que en la vida real les ha sucedido en sus experiencias, o qué está utilizado para el fin de la función. Lo que sé es que desde el patio de butacas me hicieron viajar a través de sus espacios vacíos, pude sentir por dentro cual eran las emociones que querían transmitirme: celos, rabia, envidia, amor o admiración. Y que está muy inteligentemente tratada a través de diferentes tratamientos de los diálogos, la escenografía y su propio comportamiento, para que sea muy moderna y a la vez esté hablando de aspectos esenciales de nuestra vida que nos preocupan.

Por ponerle un «pero», yo que soy una espectadora tremendamente curiosa, en el momento que mencionan el nombre propio de cualquiera de las personas que estaba en escena, al no estar completamente en mi campo de visión por la separación que adoptan entre ellos, movía a veces mi cabeza como si de un campo de tenis se tratase porque disfruto muchísimo viendo la reacción inmediata cuando se nombra a otro personaje, y no podía en la mayoría de las ocasiones y tenía que dejarme llevar por mi intuición, más que por lo que podía percibir al momento. Es una mera pega de una tiquismiquis que no le gusta perderse nada.

Ha sido un vuelo de una gaviota especial por los diferentes espacios vacíos de cada uno de estos intérpretes, qué duda cabe que Irene Escolar es de las actrices que mejor te emociona por su manera de recitar y cómo modula la voz a su antojo, pero sin duda me quedo con las miradas de todos ellos que ha sido el mejor regalo para ir de su mano por este pantano teatral.

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