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Es difícil recalcar la importancia de películas como «La la land. La ciudad de las estrellas» sin remarcar ese carácter romántico y nostálgico que emana la película. Los más escépticos pueden tenerlo claro a la hora de etiquetarla y prejuzgarla. Es un producto preparado para mentes sensibles con artificios de comedia romántica aderezados con números musicales, es decir, va enfocada hacia un público que busca ñoñerías o fliparlo con los protagonistas a los que le sale todo rodado. Quedarse en ese análisis cuando terminas de ver esta película, creadora de las más perfectas ilusiones, es simplificar los argumentos. Y es totalmente incorrecta esa postura e injusta con el gran trabajo que se ha hecho en esta historia.

Damien Chazelle jugó con la presión a la que nos sometemos para ser los mejores en nuestras vocaciones en «Whiplash», un resultado sorprendente de una trama magníficamente contada en el que también vemos una gran evolución de sus dos protagonistas, donde aquí repite J.K Simmons y donde se pensó en el propio Miles Teller para el papel de Ryan Gosling y que su paternaire fuera Emma Watson. En esa primera carta de presentación, ya descubrimos su pasión por el jazz y por destacar esa parte nostálgica de la que no se quiere desprender en estos tiempos modernos. En «La la land. Ciudad de las estrellas» juega con los mismos conceptos pero cambia la intención de su mensaje. Son dos protagonistas, de nuevo, y también quieren cumplir sus sueños pero, en este caso, lo que se nos muestra es el proceso tan complicado, duro y sacrificado que es luchar por nuestra propia vocación y, a la vez, regalarnos una historia de amor idílica que complementa ese sueño y ese propósito incuestionable que tiene el cine, de provocar las mejores emociones posibles. Habla incluso, de los «y si», respondiendo a esa eterna pregunta de qué hubiera pasado si hubiera escogido otro camino al que decidí en su momento y nos lo muestra, sin dejar de salirnos de ese ambiente cinematográfico mágico que envuelve a toda la película.

Y no sólo quiero Globos de Oro, quiero Oscars para Ryan Gosling y, especialmente, para Emma Stone. Cómo se nota el amor de esta actriz por los musicales desde tan pequeña y sus estudios de ballet. Que elegancia y cómo te dejas envolver por sus gestos. Es fascinante. Pero ambos regalan momentos especiales con sus miradas, las canciones y esa ternura en todas sus escenas, logrando una química que hay que ver en la gran pantalla y en la que se trabaja tan acertadamente, que lo único que te queda es dejarte llevar. No hay resistencia al disfrute. Cada público que vaya a contemplarla, estoy convencida que va a encontrar su parte de verdad y su respuesta a muchas inquietudes que, a veces, pensamos que sólo nos suceden a nosotros. Es una gran labor de interpretación que va a ser más que reconocida por el público pero, a la vez, tiene que serlo por parte de la industria.

Es curioso porque el director le pidió a los actores para la preparación de sus personajes que hablaran sobre su trayectoria hasta donde han logrado llegar. Ambos coincidieron en que no les fue nada fácil y fue una realidad que han sabido trasladar a lo que precisamente necesitaban sus interpretaciones que, como recalco, son soberbias. Supongo que Damien Chazelle algo se intuía tras haberles visto en «Crazy, stupid, love» o «Brigada de élite». Pero aquí su complicidad sube a niveles de romanticismo cinematográfico que no quieres que acabe.

Puede que no te guste el musical pero esta historia te ofrece también un puro amor por el cine. Hay homenajes, por ejemplo, en la imagen inicial en blanco y negro que muestra el logo de Cinemascope cortado y se ensancha hasta obtener toda su dimensión panorámica, adquiriendo color y rodado en una sola toma, o con referencias en localizaciones y en los diálogos de películas como «Rebelde sin causa» o «La fiera de mi niña». Hay constantes detalles sobre cine clásico preparados para ser disfrutados en un cine más contemporáneo. De hecho, las circunstancias que rodean y la evolución de los dos protagonistas, es también identificable con esas míticas parejas clásicas como Bogart y Bacall, Grant o Hepburn, y tantas otras. No cuenta nada sumamente original que chico se enamora de chica, pero la manera de contarlo y el planteamiento musical onírico es tan increíble, que no hay lugar para el descanso de sentirse tan satisfecho descubriendo este romance, hacia ellos y hacia su profesión.

No es de extrañar que haya recibido los 7 premios de las categorías en las que estaba nominada, siendo la película más premiada de la historia de los Globo de Oro, superando a «Alguien voló sobre el nido del cuco». El guión fue escrito previamente a «Whiplash» y cuenta con el mismo compositor que su antecesora, Justin Hurwitz. Unas canciones vibrantes y que te llegan a tu mejor sentimiento, cumpliendo su cometido de quedarse en tu imaginario y sentir lo que precisan provocar en cada uno de los momentos en los que aparecen. «Another day of sun» y «City of Stars» son impecables en cuanto a su composición y la transmisión por parte de los protagonistas. La escena en la que descubrimos la segunda, sentados los dos al piano, se queda en mi memoria como una de las más emotivas que he sentido nunca. Y qué decir de los momentos de baile, ambos se nota que han trabajado muchísimo en esas coreografías y, además, que han disfrutado de ese proceso, lo cual hace que salgas inmensamente feliz de lo que se observa en pantalla y que, por desear, que también se puedan producir en tu vida real.

Una película como ésta me ha hecho recordarme porqué amo el cine. Porqué no debe desaparecer de nuestras vidas y porqué es una experiencia única que, con gran trabajo y dedicación, logra resultados tan sumamente imprescindibles para nuestro corazón como es «La la land. Ciudad de las estrellas». La historia que ellos cuentan, estoy convencida que es la suya también y les están esperando para transmitírsela. Mi único consejo es el que Mia (el personaje de Emma Stone) le dice a Sebastian, «hay personas que te contagian su amor por lo que ven, eso es lo que tenemos que conseguir». Espero haberlo logrado con mis palabras.

Nota: 10 Arcones

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