Crítica «La lista de los deseos»
En muchas de mis publicaciones hablo del «teatro necesario». Lo fundamento en que son obras que te remueven por dentro y sacan esas emociones con las que historias como «La lista de los deseos» te hacen aprender y disfrutar a la vez. Creo que hasta ahora no me había referido a este término para calificar una película, pero este invento fílmico de Álvaro Díaz Lorenzo es una «película necesaria».
Si bien es cierto que, desgraciadamente, ya hay pocas familias que no conozcan un caso cercano de cáncer, aún para los que hemos sido ese personaje, Mar, de Silvia Alonso siendo acompañante de una persona que padece cáncer o siendo las propias pacientes de cáncer como son Carmen, interpretada por Victoria Abril o Eva, encarnada por María León, nos queda mucho por saber, y en este caso el conocimiento es más poder todavía. Y si encima el director logra este resultado inteligente y divertido a la vez, el resultado no puede ser más que satisfactorio.
Mi mayor miedo conociendo lo que se pasa, especialmente desde el lado del familiar impotente que acompaña a la persona que tiene cáncer, es que todo este ideario cayera en la caricatura, o peor en el dramatismo. Si llego a atisbar un ápice de ambas criminalidades, les aseguro que esta crítica hubiera sido voraz e hiriente. Y les tengo que decir que satisfactoriamente no pasa ni por asomo por ridiculizar y hacer risible algo que ya forma parte de la vida de quién lo padece, y quién acompaña a quién lo sufre, ni tampoco por caer en la pena y el dramatismo porque aquí no hay víctimas en ningún caso, tal y como refleja «La lista de los deseos», todas las personas que tienen cáncer son valientes y el único objetivo que se les presenta es el día a día, y tirar siempre hacia adelante hasta el último minuto de cada día.
No me puedo quedar con ninguno de los tres personajes protagonistas. Es imposible. Los tres hacen equipo y son estrictamente necesarios para mostrar todos los vértices y aristas de estas noticias de la salud que marcan a los pacientes y a los que se encuentran en su entorno, sean familia o amigos que son familia. Victoria Abril me ha estremecido desde mi butaca ver que tenía el pensamiento de mi madre, mi madre siempre ha querido cambiar la vida a la gente y lo ha hecho desde su positividad y energía inagotable, como le pasa al personaje de Carmen (curiosamente llamándose igual que mi madre). Ha sido brutal disfrutar de esta actuación, no una sorpresa evidentemente por la increíble trayectoria de esta actriz, pero sí un gustazo tremendo. María León es la verdad del ahora, de los miedos, de la rabia contra el mundo, y especialmente de saber perdonar. Pasa por unos estados y tan verdad como es ella y lo que emana en su interpretación, creo que desde «La voz dormida» no me había llegado al corazón de una manera tan impactante. Bravo por tu Eva. Y me fascina que Álvaro Díaz Lorenzo haya querido meter en este trío calavera al personaje de Silvia Alonso, sin tener porqué tener cáncer. Ella es el apoyo y la evasión necesaria. Y sin que haga falta que tenga cáncer, ella también tiene que superar las propias barreras de la vida, y lo mejor de todo, no las trata como enfermas si no como compañeras de viaje. Grande esa Mar y qué diversión más fantástica transmite.
No me quiero olvidar del gran apoyo para que esta película tenga el efecto tan acertado en el público de todos los personajes secundarios tan reconocibles, que aportan esas escenas con las que ellas pueden desenvolverse en la trama. Sin ellos, no hay película ni oportunidad para que puedan expresar esos mensajes tan necesarios que me han recordado tanto a un libro para mi fundamental que es «El mundo amarillo» de Albert Espinosa. Esa filosofía de vida tan bonita de descifrar a través de «La lista de los deseos» se complementa con otro de los aspectos fundamentales de la película, y es la importancia de cuidarnos, hacernos nuestros chequeos y así poder tener las herramientas para enfrentarnos con el cáncer y lo que se nos presente.
Tened también por seguro, que os vais a reír una barbaridad descubriendo el gran viaje de vida de estas tres almas sensibles y preciosas, y que no debéis pensar que tanta ficción no se encuentra en nuestra realidad. La locura la provoca uno mismo, con la sabiduría y el dejarse llevar en esos momentos en los que pensamos demasiado cuando el cuerpo nos pide actuar con el corazón. Os van a calar muchos mensajes para hacer vuestra propia lista de deseos, y los cumpliréis todos más tarde o más temprano. No os perdáis esta lección de vida cinéfila necesaria.
Deja un comentario