DEMASIADO SILENCIO

Con «La máquina de Turing» reconozco haber tenido un problema a la hora de entrar en su ecuación teatral. Si buena parte del peso radica en un sólo personaje, que además físicamente y para expresarse ha tenido su propia complicación vital que para buena parte del público es conocida, y de principio el planteamiento que se le hace al espectador cuesta que se pueda empatizar o visualizar sobre la propia idea que puedan tener de Alan Turing, y que difiere con la propuesta que finalmente se escoge, ocurre el distanciamiento y en varias ocasiones la falta de interés por seguir todo el camino de la historia del propio inventor.

Me he dado cuenta de esta circunstancia porque en este Festival de Teatro de Málaga se están representando muchos monólogos, y en prácticamente la mayoría teniendo más dificultad de tener que llevar todo ese diálogo, he conectado desde el principio con todos ellos ante las sugerencias que nos ofrecían. Me ha resultado algo curioso llegar a esta conclusión, y he recordado cuánto me gusta que se trabaje desde lo pequeño y que se vaya haciendo grande, cosa que creo que se ha fallado en esta función.

Supongo que se ha preferido que llame la atención por cómo habla con su pausa, sus silencios y esa lógica tardanza a poder expresarse con mayor fluidez, pero de ese trabajo de Daniel Grao me quedo con el esfuerzo más físico que cuando parlamentaba, porque esos movimientos y tics sí que eran más propios de mi concepción de lo que Alan Turing podría representar durante la historia de su vida. Esas pequeñas sutilezas que hacían grande lo que interpretaba.

Creo que es como cuando un lector crea en su imaginario cómo quiere ver lo que le ha apasionado tanto de las páginas, y se encuentra con una propuesta que no le acaba de encajar y que por muy buena intención, por todo lo que subyace de la trágica historia de este creador tan importante para nuestra humanidad, al final no siente que todo tenga sentido y que ese mensaje se queda incompleto, como las múltiples operaciones sin resolver para los que somos de letras.

La película «Descifrando enigma» presentaba una opción que para mi gusto se acercaba más a lo que yo entendía de la vida de Alan Turing, de la injusticia con la penalización de amar con libertad a quién hubiera querido, y de poner en un peso más relevante de nuestra sabiduría histórica el puesto que se merece, no sólo por descubrir la manera de destruir «Enigma», si no también por ser el artífice de que yo ahora mismo pueda estar tecleando esta crítica y publicarla en mi web cultural.

Lo que sí quiero destacar es que con la escenografía y las herramientas que se le han planteado a Daniel Grao y Carlos Serrano defienden con bastante honra la memoria de este incomprendido, y podemos saber muchas curiosidades interesantes que nos permiten acercarnos a su legado y a todo lo que sufrió durante su vida. Y que el final de «La máquina de Turing» es una expresión perfecta para cualquier matemático teatral. Un excelente guiño.

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