DELICADEZA TEATRAL

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«Delicadeza» es una de las palabras claves de la situación que se produce en «La mentira», la obra que ha ocupado este fin de semana las tablas del Teatro Cervantes, pero, además, me sirve para definir perfectamente lo que hacen Carlos Hipólito y Natalia Millán en el oficio del teatro, pura delicadeza cuya consecución inmediata y única es la admiración y el agradecimiento por esa profesionalidad constante en su carrera.

En esta comedia tan fresca que ha dirigido soberbiamente Claudio Tolcachir, nos encontramos un punto de partida realmente reconocible, el descubrimiento de una infidelidad por parte de uno de los protagonistas que ve besando a un amigo común a otra mujer. Esto hace que en «La mentira» se cuestiona el hecho de ser sinceros siempre en nuestro día a día. Puesto que lo que plantean es si esa revelación debe hacerse en el próximo encuentro que van a tener próximamente. Los roles de este texto de Florian Zeller, un autor jovén francés que está empezando a hacerse un hueco importante en el panorama escénico, están genialmente definidos y ayudan, tanto a sentirse identificado enseguida con alguno de los personajes, como entender desde el primer instante los conflictos y las realidades que se nos presentan.

Pablo, un Carlos Hipólito que lleva la palabra teatro en todos los poros de su piel y que me gana tanto en su naturalidad como en esa espera de su réplica que es dónde radica su delicadeza, y es que tiene de las mejores miradas que yo he visto en una función, es el director de orquesta de esta consecución de descubrimientos. Va despistando, marcando pautas irónicas, estableciendo las relaciones y su papel es fundamental para que todo el desarrollo vaya teniendo una lógica y, por tanto, el público disfruta desde el primer segundo. Alicia, la interpreta una Natalia Millán que es pura emoción teatral, su delicadeza radica en su verdad y en cómo un personaje al principio odiable, lo hace adorable enseguida. Y no puedo evitar que cuando se mueve en escena, siempre la veo bailando y es la mejor actriz que desempeña ese aspecto que parece tan sencillo y yo lo veo una virtud prodigiosa. Tiene delicadeza en su elegancia. Y debo agradecer a «La mentira» que me haya regalado ver a mis dos actores favoritos de teatro en esta tesitura y haberme hecho partícipe de sus interpretaciones que son estupendas y llenas de matices a descubrir. Miguel es el causante de todo el conflicto y su rol es imprescindible, para poner los toques justos de giros importantes durante la trama y que vayamos descubriendo los diferentes arcos de personajes que marcan todas las sorpresas hasta el final. Lo interpreta Armando del Río. Igual pasa con Laura, que es Mapi Sagaseta, que desde que entra en escena con su espectacular vestido rojo, sabes que es esa invitada que siempre está de buen rollo y que buscará el lado positivo cuando las cosas se puedan torcer un poco en una cena. La actriz también logra que su personaje cumpla el deber que tiene.

«La mentira» funciona porque es una obra muy bien construida, desde la presentación del conflicto pasando por esa reunión donde salen a flote todas las verdades, hasta las distintas repercusiones en la pareja principal de todo ese entramado de engaños y sinceridad. Cada espectador, puede ir variando de opinión a medida que vamos viendo el discurrir de los acontecimientos. Las ideas van de menos a más y ejemplifican esa manera de ser que tenemos todos, de no darle importancia a algo que nos cuentan, hasta que nos pasa a nosotros mismos. Son las propias leyes del ser humano que jugadas a la carta de un planteamiento escénico y de diálogos brillante, da como resultado esta función en la que uno no para de reírse y necesita del debate posterior para comentar lo que ha visto.

Por ponerle un «pero», a mí me sobra una escena final que da como una explicación innecesaria que ya se sobreentiende en lo que se ha visto. Creo que hay veces que al espectador no hay que darle todo en bandeja y que puede vivir en algunas dudas con sus propias reflexiones. Lo que sí doy las gracias enormes es por una justificación en uno de los argumentos de Carlos Hipólito que me quedo para mi propia cosecha, «no estoy enfadado, digo las cosas en alto porque las tengo claras».  Pues clarísimamente les digo, que «La mentira» es una verdadera delicadeza teatral que no deben perderse.

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