ES MÁS IMPORTANTE LO QUE SE CALLA QUE LO QUE SE DICE

El Teatro Cervantes recibe una de los dos últimas sesiones en Málaga de esta obra de teatro que, induce a la reflexión pero más que nada, provoca que los espectadores disfruten continuamente del diálogo y la honestidad de los dos protagonistas.

Como nos comentaba Helio Pedregal por la mañana en nuestra entrevista, el cambio a Freud es brutal pero no únicamente en el físico. El actor imprime una serie de gestos y movimientos en una persona que se encuentra en los últimos días de su vida que logra que el espectador sufra cuando tiene unos tos continua y se tiene que limpiar la boca con un pañuelo o se desvanece al suelo. Un síntoma de que todo lo que se contempla en «La sesión final de Freud» es real y es apropiado que una obra de teatro lo acoja y haya público que afortunadamente reciba todo lo bueno que el texto y las interpretaciones dan.

Nos trasladamos al 3 de septiembre de 1939 y lo hacemos enseguida mediante los elementos externos que configuran el despacho de Freud y las propias explicaciones de los dos protagonistas. Seguidamente, conocemos a los personajes y empiezan a entablar el diálogo. No cesan las continuas discusiones sobre la religión, el sexo, los convencionalismos y, destaco evidentemente que Sigmund Freud, magníficamente interpretado por Helio Pedregal, lleva las mejores frases contundentes y, es lógico, tal y como nos relataban por la mañana, que la gente se posicione de su parte pero es igualmente destacable el trabajo de Eliazar Ortiz como C. S. Lewis, recibiendo todos esas contestaciones tan bien orquestadas y manteniendo el tipo ante afirmaciones que, en muchos casos, no obtienen respuesta o si la obtienen responde a esa ideología que tiene que mantener.

Impresiona ese decorado muy  bien preparado con doble fondo donde, enseguida, te encuentras y te ambientas en ese divan de Freud donde tantas consultas habría pasado, los detalles de las estatuas mitológicas y los libros y ese fondo donde se juega con otros elementos y que ayudan a que el ritmo y la acción no decaigan. Ese es el máximo logro de «La sesión final de Freud», que a pesar de ser todo diálogo y no contener más elementos que dinamicen la historia, los sonidos, las interrupciones y la propia interlocución de los actores consigue que nadie se pierda en el discurso y que se mantenga atrayente durante toda la obra. Y eso que son diálogos complicados, reflexiones que necesitan que el espectador esté constantemente atento e incluso se permiten notas de humor maravillosas e inteligentes, que relajan esa tensión constante entre Freud y Lewis.

Si encima tienen la suerte de conocer a cada uno de los personajes, podrán dilucidar mucho más de lo que ellos hablan y reconfortarse con lo que van descubriendo a medida que va avanzando la historia y van contando mucho más sobre ellos. Ahí también radica el único «pero» que podría tener «La sesión final de Freud», la necesidad de un conocimiento previo o la predisposición del público a estar pendiente durante todo ese tiempo a todo lo que ellos se dicen y cómo se mueven.

Mañana tienen una última ocasión de acudir a esta sesión final a las 20:00 en el Teatro Cervantes. Ni se les ocurra desaprovecharla. Es un ejercicio teatral brillante que no les hará perder el tiempo de consulta que tomen para ir a verla. Ir al teatro y deleitarse con los textos pronunciados por Eleazar Ortiz y Helio Pedregal es una receta que debe ser tomada y recomendada para la máxima satisfacción que se puede contemplar en escena.

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