Crítica «Las nubes» – Festival de Teatro Clásico de Mérida
ORATORIA Y RETÓRICA DE BUEN HUMOR PARA 6000 PERSONAS
Las funciones de «Las nubes» en el Festival de Teatro Clásico de Mérida están llegando a localidades agotadas en todas sus representaciones, y anoche pudimos descubrir que está siendo un gran éxito para el público que se divierte con esta ironía de la palabrería, que en ocasiones en nuestra vida cotidiana nos logra convencer hacia diversos finales que no nos conviene a nadie de la sociedad.
Es curioso siendo Paco Mir el director y adaptador cómo cuestiona el don de la oratoria cuando durante su trayectoria con Tricicle no usaban ningún tipo de expresión hablada, y parece representar, precisamente, el mensaje que ellos difundían utilizando técnicas de clown o expresión mímica que siempre le han funcionado en sus espectáculos, y que aquí cobra la misma fuerza, especialmente de la mano de un genio en este terreno como es Pepe Viyuela.
En la trama, en el año 15 siglo I, Estrepsíades es dueño de las deudas provocadas por su hijo y quiere entender cómo funciona la retórica a través de la escuela socrática para poder librarse de esos pagos. Esta premisa es una auténtica constante de crítica muy mordaz a cómo todos, especialmente haciendo hincapié en los servidores públicos pero se puede generalizar a más sectores y personas, utilizamos el lenguaje para nuestros propios intereses y no nos paramos a pensar en qué se está comunicando y si verdaderamente es algo beneficioso para quién escucha, o se nos vende una palabrería que compramos sin cuestionar nada.
El público, esclavos sin saberlo de los propios protagonistas, conecta desde el principio con Mariano Peña que es de los primeros que rompe esa cuarta pared con ellos, cosa que se va a realizar durante todo el espectáculo y que resulta un atractivo sorprendente durante toda la función. Pepe Viyuela puede desarrollar toda su escala de técnicas cómicas, especialmente las que a mi más me inspiran que son las de las repeticiones añadiéndole algún toque extra que genera más la risa cómplice (como ocurre también en los skecthes de Tricicle) y los gestos y expresiones del que es un maestro en nuestro país para despertar las carcajadas más sonoras. El equipo artístico funciona en esa maquinaria para generar este humor de sonrisas constantes, que luego provocan esa reflexión de entender de qué te estás riendo exactamente, pero mi alegría fue con Cristina Almazán. Me encantó la visión que le dio a su personaje de empresaria del teatro cuestionadora, rompiendo el progreso de las escenas, interviniendo como parte del elenco y especialmente cantando con esa voz lírica que embellecía la comedia de manera muy especial. Son esos personajes femeninos que también el año pasado me deslumbraron con «El aroma de Roma». Mujeres que forman parte de ese humor tan bien construido y que a la vez tienen mucha fuerza y capacidad de decisión durante toda la trama.
Otro de los aspectos que más me entusiasmó es como Paco Mir contextualiza las cosas para adaptarlas a la perfección al espacio en el que están, y especialmente los nombres de los personajes que para ello es un auténtico genio. En todo momento se juega con la posibilidad de llenar un teatro como el de Emérita Augusta, haciendo partícipe y cómplice al público, y usando todos los elementos posibles, incluso las propias estatuas que coronan el anfiteatro para que sirvan a la crítica sutil y mordaz que se está empleando en ese momento. Igualmente el emplear palabras y frases concretas que se quedan en el ideario del público, y conectan enseguida para que aunque sean utilizadas las mismas, tengan un efecto cómico diferente que favorece a ese humor que sigue siendo el hilo principal de «Las nubes».
A la obra en sí solo le daría dos pegas: Esperaba mucha más comedia. Me provocaba una satisfacción tremenda en momentos puntuales pero no en su conjunto, y esta circunstancia también me perjudicaba en el ritmo porque en instantes dejaban de suceder cosas, hasta que iban saliendo sorpresas de diferentes formas, pero no era algo progresivo y en ocasiones me desconectaba de ese fluir de conexión que me gusta tener en los montajes, y que aquí no me sucedió de manera continua.
Aún así, como últimatum digo que son obras necesarias y que benefician el acudir en familia porque es un disfrute reflexivo de nuestra sociedad actual en una obra de Aristófanes escrita en el año 423 antes de Cristo, demostrando una vez más que los clásicos son actuales. Y cualquier discurso, hasta este mismo de una humilde espectadora de teatro que estaba entre 6000 personas, es cuestionable.
REPARTO
Mariano Peña es el sibilino programador del teatro
Pepe Viyuela es Estrepsíades, el sinvergüenza arruinado
Cristina Almazán es la suspicaz empresaria del teatro
Manuel Monteagudo es el filósofo verborreico
Moncho Sánchez-Diezma es Calatravium, Querefonte y Pomponio
Samuel Viyuela es Hipocomiso, el hijo del sinvergüenza arruinado
Paqui Montoya es una Nube, la Argumenta Peor y una Acreedora
Amparo Marín es una Nube, la Argumenta Mejor y una Acreedora
CORO
Mario Boraita
Ale Martos
Rubén Fedez
Rafa Herrera
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Paco Mir, adaptación y dirección
Mané Solano, ayudante de dirección
Juan Sanz, escenografía
Mai Canto, diseño de vestuario
Juan Francisco Padilla, música original
Fran Cordero, diseño de iluminación
Jonathan y Paco Alcaide, constructor y atrezzo
Mercedes García Rubio, confección vestuario
Lidia Cantos, confección vestuario
Mario Díaz, iluminador
Daniel Montes, sonidista
Nerea Dali, caracterizadora
Rafael Nuñez Ollero, fotografía
Nuria Díaz Reguera, regiduría
Rafa Herrera, producción ejecutiva
Una coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida e Hiperbólicas Producciones
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