HOY ES EL DÍA

La compañía «Teatro a la plancha» sorprende en escena con «Los Perros». Una puesta arriesgada donde todo se puede convertir en lo que ellos quieran y sobresalen las grandes actuaciones de los tres intérpretes. Mañana tenéis una última oportunidad a las 20:00 en el Teatro Echegaray.

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Hay dos aspectos que particularmente me gustan de las compañías de teatro: la dedicación y la búsqueda de la naturalización de los personajes.

«Teatro a la Plancha» nos presenta una historia de personajes que quieren encontrar respuestas. Son personas que se encuentran encerradas y que no quieren adaptarse a esa situación. Tienen dudas y buscan soluciones pero el camino no ayuda a que se despejen esas inquietudes y sus propios miedos e incertidumbres les hacen repetir una y otra vez, las mismas reflexiones.

Desde el primer momento que te sientas en la butaca del Teatro Echegaray, sabes que no estás en un espectáculo cualquiera. La dedicación, a la que me refería al principio, es máxima y se palpa desde mucho antes que se apaguen las luces y comience la función. Eso es algo que me ha pillado de sorpresa y en tanto tiempo que he podido ver muchas historias, es de agradecer que aún me pillen de imprevisto en estas tesituras teatrales. Incluso en la parte del aplauso final.

Y lo que más me gustado, sin duda, es el respeto a «La Piojosa», a «El Ciego» y a «Expósito». Los tres personajes que representaban María Díaz, Manuel Ollero «Piñata» y Selu Nieto, respectivamente. Todos tenían dificultades y lo más fácil, en este caso, es exagerar estos rasgos para crearlos. Ellos han tenido una profesionalidad exquisita y digna de ver para recrear los movimientos repetitivos, los gestos de la cara y que el lenguaje fuera constante una y otra vez. Me ha parecido precioso contemplar ese trabajo y mi máxima admiración por esa mirada a los que nunca queremos mirar.

Me decía María en la entrevista que lo que se pretende es que el espectador salga diferente a como entró y lo logran con creces. Tú entras con incertidumbre, sin saber a qué pertenecen esas tablas de madera con las que los actores transforman fácilmente en lo que ellos quieren, y se van vistiendo y desvistiendo a golpe de repetir sus diálogos. Y la manera en la que sales es con el corazón encogido. Esa entrada que busca ser salida y esa salida que es una puerta de entrada, como mencionan en la propia obra. La risa llega porque es inevitable pero no es de reírse, es de entender por lo que están pasando y vivir ese proceso hasta llegar a admirar a esos hombres y a esa mujer, que aún a pesar de vivir en el peor de los encierros, tienen la esperanza de encontrar sus propias metas.

Las metáforas que se utilizan en los diálogos son simplemente maravillosas y el texto brilla por su inteligencia al contextualizarlo en un hecho histórico terrible que sirve para ambientar lo que se quiere explicar. Se te hace corta porque no hace falta explicar más. Es ir a lo directo dejándote llevar y sabiendo perfectamente qué es lo que están haciendo por un juego de luces, que debería ser ejemplo para muchas historias en el sentido de que, muchas veces, no hace falta mucha parafernalia sino un trabajo cuidado y bien hecho. Y también por una música especial y clave para terminar de despertar todas las emociones que se viven durante la representación de «Los Perros»

Me alegra disfrutar de lo que me hace pensar y, aunque sea un viaje con mucha intensidad y sentimientos fuertes, creo que es necesario que el teatro te haga sentir así para aprender a valorar lo que sí se puede disfrutar respirando el aire de alrededor y contando con unos ojos que pueden ver. Hoy es el día. No desaprovechen de escuchar los ladridos de estos perros teatrales que merecen vuestras caricias.

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