EL ESPÍRITU DE UNA ÉPOCA

Espíritu el que ha tenido la compañía «Teatro de fondo» con el público malagueño y con el amor a la literatura teatral de su función. «Filomena» hizo estragos en su transporte de la escenografía, y los intérpretes pudieron montar la función con la utillería que trasladaron a Málaga, y es un mérito que hay que recalcar porque cuando tienes que mantener el ritmo de un espectáculo de casi dos horas, esos elementos son importantes a la hora de ayudar en ese dinamismo, y también porque de los ensayos de cómo se tiene estipulado se incide un trabajo de readaptación que cambia el concepto pero no el contenido de lo que se quiere trasladar, y toda la importancia que quieren mostrar en «Orlando» se pudo ver en la representación.

De una manera inteligente para que se pueda abarcar a un amplio público de edad que conozca o no la obra de Virginia Wolf, Gustavo Galindo, Pablo Huetos, Pedro Santos y Rocío Vidal interpretan a cuatro biógrafos que nos van ubicando en el espacio y tiempo, aunque sea completamente inverosímil, las andanzas de este Orlando empeñado en escribir y que quiere vivir sin los tópicos que marcan el espíritu de las épocas en las que viajando. Esto logra que el público logre entender el funcionamiento y vaya siguiendo el hilo de esas aventuras, y enseguida va ubicando también a los distintos personajes que este protagonista se va encontrando en su camino interpretado por Carolina Rocha.

En esas transiciones, hay diferentes disciplinas y locuras que permiten que no sintamos que cada paso en el tiempo va a ser transmitido de la misma manera. Se suceden el clown, la mímica, la repetición de palabras y actos, y un humor especialmente ácido y lleno de ironía que logra unas risas intermedias que van enseguida a la reflexión de lo que Virginia Wolf pretende criticar en «Orlando». Esa sátira a las biografías que eran tan populares en ese momento histórico, el tener que cumplir con los protocolos de lo que un hombre o una mujer deben hacer y amar, y muy acentuadamente que al protagonista le salva siempre la literatura, y sus ganas de ser recordado gracias a lo que escribe. Todo ello está enmarcado perfectamente en este montaje, y uno sale con esa sensación de haber vivido una locura muy interesante, en la que debemos buscar nuestra propia libertad y nuestro propio espíritu de la época.

Lo único que intuía que podía resultarme complicado era la duración. Tantos años y siglos metidos en un sólo libro, a la hora de adaptarlos al formato teatral tiene su dificultad en que pueda resultar algo densa pero en general no es el resumen final que uno siente cuando sale de disfrutar de «Orlando», es más apetecible que busque la obra y quiera indagar más en lo que haya faltado por contar en escena. Enhorabuena a todo el equipo y gracias por el esfuerzo. Al final todos hemos superado una gran helada.

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