EL SILENCIO DE MI VIDA

El trabajo del director consiste en aportar ideas a los actores, no en enseñarles a actuar o a hacer que se crean su papel. Lo que no puedes darle a aun actor es talento, si no solo sugerirle ideas, pensamientos, actitudes. El trabajo del actor consiste en crear emoción.

Estas palabras las leí un día antes de vivir todos los sentimientos alucinantes con los que sales después de estar en «silencio» con la gran maestría de Blanca Portillo. Las pronunciaba Stanley Kubrick y se me quedaron grabadas porque es exactamente lo que como espectadora busco que un director consiga en un intérprete. Y es lo que ayer hizo ella en el Teatro Español ante mi satisfacción de disfrutarla en primera fila.

Os puedo enumerar las infinitas complicaciones que tiene un monólogo de más de una hora y media. Entre ellas, lograr que el público no desvanezca en el ritmo, que no les resulte monótono y repetitivo, no tener alguien que te apoya y por ello emplear diferentes elementos, y que pueda interesar todo el discurso que el profesional vaya a realizar encima de un escenario. Blanca Portillo ya demostró que podía llevar todo esto a cabo en «El testamento de María», y de la mano de las palabras de Juan Mayorga, más la gran habilidad de juego que han tenido ambos para conseguir que esos silencios se hayan llenado de amor teatral, han facilitado que nos sintamos orgullosos de la gran labor que es capaz de conseguir nuestra escena española. No podía parar de sorprenderme durante esa hora y 40 minutos de todo lo que iba aconteciendo de expresiones, situaciones y sobre todo lecciones. Lecciones de vida, lecciones simplemente de juegos y equívocos y especialmente un trabajo de cuerpo (con una dosis de clown que nunca había visto en Blanca Portillo y que me volvió loca descubrir), de desdoblamiento y manipular su voz al antojo de las diferentes historias de personajes representativos de nuestra historia universal teatral, que se convirtió en un repaso increíble de cómo muchos de ellos me hicieron amar el teatro (e ir a buscar algún otro que desconocía).

¿Y el silencio? Pues no desvelo nada porque las sorpresas son múltiples, pero diría que los locutores siempre le hemos tenido pánico, y en muchos aspectos de mi vida cotidiana le he tenido ese mismo respeto, y gracias a ese gran trabajo en esta función tanto de Juan Mayorga como de Blanca Portillo lo afronto con otra mentalidad. Puedo incluirlo en situaciones como las que me han hecho pensar durante la representación y que puedan salir en mi beneficio. Y confirmo que en el caso de la actriz, la ha vuelto a poner en el panorama de interés de lo que es el respeto a esta profesión y a los espectadores que somos privilegiados de disfrutar de ella. Es lección tras lección, y con una humildad que se le sobresalía en su rostro ante los muchos minutos de aplausos que ella se merecía. Podéis vivir la experiencia hasta el 11 de Febrero que estará en el Teatro Español.

«Silencio» funciona porque quién mejor se lo pasa es ella misma, representando su propio silencio y el de mi vida. Y es increíble que alguien a quien ya admirabas, te pueda seguir sorprendiendo. Ojalá este año se lleve todo lo que está cosechando con los diferentes silencios de sus personajes. Los que hacen que sean tan reales e imprescindibles para los que acabamos amándolos cuando Blanca Portillo los interpreta.

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