ESTAR PERDIDO ES LA MEJOR FORMA DE ENCONTRAR LOS MEJORES LUGARES

El escenario es verdad. Refleja el estado que queremos transmitir al público, y es el mecanismo para los artistas para comunicar y denunciar permitiendo que la gente no salga de la misma manera que entró al patio de butacas. Dentro esa fórmula tenemos diferentes mecanismos que, cuando el autor y protagonista, se rodea de grandes talentos que saben ver esa idea y hacerla realidad, el resultado es «Tapicotap». Un ejercicio de sinceridad creativa en el que transcurre la idea de Manolo Supertramp, que es prácticamente su vida.

Pero ese tránsito en el que descubrimos todas las influencias del artista, el trabajo esforzado en perfeccionar cada paso de claqué, cada taconazo de flamenco, un movimiento de jazz, una expresión de blues, un humor imperecedero  de calidad que es el saber reírse de uno mismo y sorpresas inesperadas durante toda la función, lleva intrínseco un hálito de dolor y tristeza. Lleva la despedida de esas pequeñas cosas, esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.

La mejor manera de que funcione toda una simbología es conocer el trasfondo del teatro, esas bambalinas que contemplamos al principio de «Tapicotap», y que se abren rompiendo constantemente la cuarta pared con los espectadores, maniobrando con maestría a los músicos para dar esa desconexión que se necesita, y que hace que no se pierda el ritmo de lo profundo en general que quiere decir toda la obra. Hay que destacar además ese trabajo en la escenografía y en las luces que se convierten en un actor más, para centrar la mirada y focalizar en lo que se pretende, y no distanciarse un ápice de todas esas reivindicaciones, alegrías y miserias que están inmersas en el mundo del arte.

Evidentemente hay mucho ingenio en Manolo Supertramp, en ese poder hipnótico cuando maneja su fuerza arrebatadora, buen hacer desde lo puro y expresión brutal de todo su cuerpo, hay adicción personal en la desgarradora y sanadora voz de Adriana Rogan, hay descubrimiento en el quejío de los que saben cantar al alma como Deni Peña, y me cercioro en la magical maestría de Antonio Delgado «Gato», Daniel Hidalgo, Álvaro Navarro y Nacho Doña a la instrumentación, además de acompañantes de juerga y risas de toda las metáforas en conjunto. Me quedo disfrutando y con una sensación feliz por toda esa brillantez malagueña que despliega la cultura, pero con un sabor agridulce de entender desde todas las alegorías que podía percibir, una especie de pérdida de ilusión que puede conllevar el frenar seguir despertando conciencias. Cosa que como admiradora de todo lo que se ha creado desde la sensibilidad de Manolo Supertramp, me duele y me apena.

Pero encontrándome en una visión más utópicamente positiva, prefiero quedarme con el mensaje de seguir bailándole la vida, con esa misma personalidad que he podido ver en todas las historias de Manolo Supertramp, diciendo algo desde el escenario con verdad, con coraje y con sabiduría humorística y cercana al día a día. Y como yo bailo fatal, espero que el mundo del arte me corrija los pasos para darlos ellos con más fuerza. Y que se vuelva a los mismos sitios donde amamos la vida sin que nos devore el tiempo, para seguir escuchando siempre «mucha mierda» antes de que se vuelva a abrir el telón.

Cía. & Manolo Supertramp
Baile y dirección Manolo Supertramp
Voz soul Adriana Rogan
Voz flamenco Deni Peña
Guitarra Antonio Delgado ‘Gato’
Saxo Dani Hidalgo
Percusión Álvaro Navarro
Piano Nacho Doña

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