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No todos los artistas tienen la ocasión de poder elegir cuál será el trabajo ideal para despedirse de su oficio, pero evidentemente no cuentan con un bagaje como el de Robert Redford. Intuyo que es sólo una despedida delante de las cámaras, porque cuando se vive este trabajo de la manera tan versátil y especial que el intérprete ha podido realizar en sus 80 años de vida, supongo que el deseo de contar historias no desaparece nunca, y él tiene buena trayectoria como director, así que me voy a quedar con la inquietud de seguir contemplando su nombre como realizador.

Pero para despedirse de su público no ha podido elegir mejor oferta. Interpretar a un veterano ladrón de 78 años, que contó sus vericuetos atracando bancos de manera elegante al periodista David Grann y que éste publicó con el libro que da el mismo título a la película, «The old man and the gun».

El film supone un reconocimiento a la trayectoria del actor, pero además un homenaje a ese cine clásico que ha formado parte de su vida. El director, David Lowery, permite que conozcamos esta interesante y a la vez casi incrédula historia, con un aire de los 80. No solamente porque se desarrolla durante esos años, sino que él también utiliza esa estética más propia de la época, desde que empiezan los títulos de crédito, la presentación de personajes, la evolución de la historia y el propio montaje.

Robert Redford interpreta a Forrest Tucker, un atracador de bancos que no duda en seguir con su impecable estilo educado para robar el dinero que pueda por todo el país, y que por muchas ocasiones que lo atraparan lograba escaparse de todas las prisiones donde acababa encarcelado. Esta sucesión de robos, copa parte de los informativos y de las ganas de atraparles por parte de un joven policía que no duda en apodarle a él y a sus compañeros de fechorías como «Los talluditos». Lo que contemplamos es esa versión conocida del policía que atrapa al ladrón, pero en el caso de «The old man and the gun», hay intrínseco una intencionalidad más sentida y con mensajes sutiles para el disfrute del espectador.

La película cuenta con muchas escenas de esas por las que merece la pena disfrutar de historias en la pantalla grande, pero además tiene la sorna Redford, un personaje hecho a su mítica sonrisa y ojos azules, sombrero de los que copiaremos para disfrazarnos de su esencia con este rol y una marca propia de la casa por la que discurren diversos actores que ayudan mucho más a que el homenaje tanto al actor, como al malhechor protagonista de la historia. Ellos son Sissy Spacek, Danny Glover, Tom Waitts (que me resultó prácticamente irreconocible hasta que vi su nombre en los títulos de crédito) y Casey Affleck.

Es una película para el recuerdo, para rendirle ese respeto a un artista tan entregado a su profesión en sus años de carrera como es Robert Redford, y recordar una manera de hacer cine por la que muchos nos interesamos en descubrir que este arte nos emocionaba a través de relatos que se contaban por personas tan especiales como es el caso de este grande del cine. Hay muchos regalitos para los que son seguidores de la trayectoria del actor, y una forma clásica de hacer llegar estas vivencias, sin tanta espectacularidad y con sentimientos más cercanos a los que nos podamos identificar. La propia magia del cine, de la que el señor Robert Redford, nos ha hecho partícipes en tantas ocasiones. Para mí siempre será mi Johnny Hooker.

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