Crítica «Viejos tiempos» – Teatro del Soho Caixabank
VIEJOS TIEMPOS PARA SILENCIAR RECUERDOS
Delante de la pantalla de mi ordenador, os presento una teatrera nada experiencialista ni contemporánea. Creo que debo plantarme ante esa sinceridad porque, partiendo de esa base, puedo desengranar todo el esquema que no he sido capaz de comprender en «Viejos tiempos», y que he intentado desde el comienzo de la función con un esfuerzo considerable por no salirme de la obra y huir para salir de ese bucle escénico cuyos recuerdos parecían no tener fin.
No voy a tener más razón que nadie, pero creo que este experimento lleva un trabajo detrás que es esencialmente complicado que pueda ser reflexionado y entendido por un público desde el patio de butacas.
Para empezar, los hechos están narrados a cuentagotas, y cuando crees que has podido encajar una pieza del organigrama social de amistad y matrimonio entre los protagonistas aparecía un silencio imconprensible unido a más capas de detalles que no tienen que ver con lo contado anteriormente, y se le suman transiciones inconexas carentes de ritmo provocando en el espectador una necesidad de que todo pase rápido para llegar al final, sin tener ningún recorrido que les resulte positivo. Me duele, además, porque soy defensora de los silencios y las sutilezas, y no me había encontrado ningún ejemplo de cómo se pueden emplear inadecuadamente en una función. Y ya puedo plasmarlo con creces. No servía para destensar situaciones, solo era un elemento utilizado sin sentido ninguno.
No se les puede achacar nada a los actores que cumplen con su cometido estipulado, ni al autor que desde su realidad expresa ese sufrimiento por no vivir lo que uno realmente quiere decidir en su futuro. Simplemente habría que preguntarse cómo podemos aplicar elementos escénicos o en los diálogos que permitan un mayor entendimiento y ganas de conocer la lógica de este triángulo interminable, que me ha provocado hasta tener ganas de ver películas de Christopher Nolan, teniendo la esperanza que las voy a entender mejor de lo que he sentido esta noche en Teatro del Soho Caixabank.
Hay algo que si que me ha maravillado que es el juego de luces. Era realmente hermoso ver esas imágenes de perfil de los intérpretes más embellecidos con esos juegos de sombras. No se puede reprochar que ha sido lo más atractivo de la función, ayudando especialmente a recrear las atmósferas que requería cada escena.
No me gusta sentirme que no he llegado al nivel de una comprensión verdaderamente complicada con la que no lograba empatizar, pero ni siquiera puedo contextualizar absolutamente nada para llegar a algun pensamiento vital. Salir así del teatro es como gestionar la derrota de tu equipo favorito, que en mi caso es el proceso de visualización, amor al teatro, reflexión y análisis, y no poder sacar nada de este viejo tiempo en el nuevo tiempo es una pena. Adoro la labor de Marta Belenguer, Mélida Molina y Ernesto Alterio pero voy a poner empeño en verles en otros roles donde se que voy a disfrutar mucho más de su talento. Se lo merecen porque los tres son unos grandes.






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