PADRE RARO Y ALIENÍGENA QUE SIGUE SIENDO BÁLSAMO DE FELICIDAD

Soy incapaz de enumerar las ocasiones en las que he ido a disfrutar de este artista, al que ya se le queda corto el ser multifacético, y puedo confesar que jamás ha dejado de sorprenderme y seguir siendo un bálsamo de felicidad para mi vida, ahora que he pasado el año más duro.

Prácticamente soy consciente de todas sus gesticulaciones, cómo es capaz de moverse por el escenario a la velocidad del rayo mientras toca sin cesar con una intensidad sublime, y sin perder esa sonrisa de la cara con la que nos transmite que si a Ara Malikian le encanta lo que hace, es de cajón que lo transmite inmediatamente al público que tenemos la suerte de verle y sentirle.

Aún así, ayer en su actuación de Starlite Marbella volvió a sorprenderme una vez más. En las últimas ocasiones, debido a las restricciones de la pandemia le podíamos disfrutar solo con Ivan «Melón» Lewis al piano, y volviendo pausadamente a esta normalidad, en esta oportunidad ha contado con unos músicos brillantes que le han permitido hacer lo que más le gusta: jugar en el escenario. Ellos son Georvis Pico (batería), Iván Ruiz Machado (bajo y contrabajo) y Dayan Abad (guitarras). Ellos le han permitido dar ese toque rock, heavy y grunge, para pasar posteriormente al son cubano al cabaret más cirquense.

Una de los aspectos que más me ha gustado con respecto a otros conciertos que he podido estar en «Starlite» es que había un público muy variado en el patio de butacas, gente de todas las edades, unos que se emocionaban porque era un regalo sorpresa de padres a hijos, o de nietos a sus abuelos, y lo que especialmente pude comprobar es que este concierto de Ara Malikian era una reunión de diferentes generaciones en las que no paraba de escuchar que «es el mejor violinista del mundo». Y es que cuando un talento como este armenio multidisciplinar entrega todo su ser y alma como lo hace cada vez que he tenido la ocasión de verle en el escenario, el agradecimiento es mutuo e instantáneo. Tanto que en muchas ocasiones la gente ya estaba levantada de pie antes de que acabase los temas.

Arrancamos con una fuerza apasionante de percusión y guitarra, y un juego de luces muy cuidado con mucha potencia que acrecentaba aún más que no íbamos a dejar de vivir experiencias desde la primera nota. En este show me ha llamado poderosamente la atención, más que en otras oportunidades, como Ara Malikian desgarra el violín como si se fuera deshaciendo poco a poco ese sonido de una manera enigmática y que contrastaba a la perfección con ese rock más oscuro y de sombras, que luego se iluminaba con los propios artistas y su buen hacer. Es de los inicios más apasionantes que he podido experimentar en mi vida. Además de las luces, otra de las cosas que impactan son esos cambios a medio tema en los que pasamos de un estilo musical a otro enseguida, y prácticamente gracias a los silencios abruptos en los que el piano y el violín actúan dejando sus mejores cartas.

Después del preludio, viajamos con otro de los talentos maravillosos de Ara Malikian que es reírse de si mismo y hacernos reír a los demás, contar esas historias para presentar las canciones que bien puedes pensar si son verdad o no, pero ¿qué mas da?. Lo importante es que no deja de provocar carcajadas en el público, y eso es tan de agradecer. Crea luz en nuestras propias sombras. El violinista nos expresa lo felices y contentos de volver a «Starlite» con su público inspirador, y nos agradece el que hayamos acudido al reencuentro. Nos indica que va a hacer una rapsodia starlatiana en la que homenajea a las personas que emigran a diario, como ha sido su caso y el de toda su familia. El contrabajo aquí brilla especialmente para pasar a lo que parece un juego de saltimbanquis en un circo, pero siempre teniendo en cuenta que aunque todo parezca un caos está perfectamente organizado y armonizado, ésa es la magia de este artista. Y sigo sin saber cómo logra dar esas vueltas sobre si mismo sin tambalearse al suelo, es espectacular verle.

Con su camisa estampada de leopardo y los pantalones brilli brilli, nos lleva a uno de los momentos más especiales del concierto en el que me acuerdo de los que no están conmigo, pero siempre están, es la «Canción que me cantaba mi madre» de Anton Dvorak. La hace solo a piano y violín que me entusiasma, y hago salir la palabra que más define el evento: hiptónica.

Hipnótico porque todo lo que lleva a cabo en el escenario provocaba que me costara bajar la cabeza para escribir en el papel las ideas que estoy trasladando aquí. Es de tal intensidad y calidad lo que realiza Ara Malikian que no quieres perderte ni un detalle. Ni en las canciones con más ternura, ni en las más apasionadas. Ahora toca el turno de «Cerdos impostores» donde le da una buena torta a la música contemporánea y sus barreras. Las rompe completamente con su solo para luego rematar con un juego de guitarras de alto voltaje.

Con unos pasos nuevos en diagonal que nunca le había descubierto, Malikian nos interpreta la canción dedicada a sus dos hermanas en el que volvemos a sentir un duelo de guitarras absolutamente increíble, el tema refleja de manera sublime esos eternos conflictos y reconciliaciones entre hermanos. Concluye con un son cubano maravilloso en el que el propio Ara remata desde el suelo. De aquí a la primera palabra que pronuncia su hijo Kayro, «Ay Tikar Tikar» que da título a esta composición, para volver a la emoción hipnótica con el preludio número 4 de Chopin, que es uno de los favoritos del artista y que me hace remover todo lo que tengo por dentro de mi corazón cada vez que se lo escucho. Me encanta sentir solo el piano y violín en estas composiciones. Volvemos a Kayro y su pasión por los calamares, para escuchar «Calamar Robótico», y como el propio creador expresa: «de unos padres raros, qué esperabais?». Que viva siempre esa rareza y que no se pierda jamás.

Nos trasladamos a la época que Ara Malikian residía en Londres y tenía que ir a la oficina de extranjería, resultándole inspiradores los seres que le parecían alienígenas en ese sitio y que incitaron a que creara «Alien´s Office», y aprovecha para mandar un mensaje que le gusta divulgar con su música que es soñar con ese mundo donde se pueda ir libre. No cuesta nada pensar que se puede lograr. En la parte artística, escuchamos por primera vez el banjo, y la percusión tan tremenda hace que percibas cómo si verdaderamente todos esos extraterrestres intentaran invadir la tierra. Pensaba en que a Bowie le hubiera encantado contar con este tema tan galáctico que concluye genialmente con el violín rematando la canción desde la esquina.

Con una extensa ovación del público que dura minutos  y esa sintonía tarantoniana tan conocida  que Ara Malikian lleva a su terreno, nos deslumbramos con un loco maravilloso que baila y se deja llevar por su movimiento gustándose, sin importante el qué dirán y dándome una envidia tremenda por saber dejarse llevar sin complejos por la música.

Echaba de menos que nos dijera a su gente lo maravillosos y guapísimos que somos, para finalizar con lo que fue el instante más emocionante para mi. Después de «El vals de Kayro», mi canción favorita es «Nana arrugada» por el amor que representa, que decidí grabarla entera para enviársela a toda la gente que quería y transmitir esa compañía que hubiera sido tan necesaria para tantos ancianos vulnerables que murieron sin tener a sus seres queridos cerca.

Los bálsamos sirven para cuidarnos, y la música de Ara Malikian les cura interiormente en todo lo que necesiten. Lo doy por hecho y más que comprobado. Si encima es un bálsamo raro y extraterrestre, regenera mucha más felicidad de la que es capaz de crear con su energía con el violín. No dejen de curarse con su música. Nunca se sentirán solos y la alegría será el único sentimiento que marcará el camino del día a día.

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