Krall2EL SUSURRO DE LAS CANCIONES DE AMOR

Se cumplió otro de los objetivos deseados de mi memoria musical. Gracias a la invitación que nos dieron en Starlite, pude deleitarme con la mejor voz susurrada que existe en el mundo. Diana Krall vino acompañada de sus amigos, músicos con los que ha logrado llegar a hacer versiones adaptadas a su estilo de entender la música y crear composiciones que ambientarían cualquiera de vuestros momentos vitales. Karriem Riggins (batería), Robert Hurst (bajo) y un saxofonista de esos envidiables que agarra más la juventud cada vez que interpretaba un tema junto a la protagonista que es Joe Lovano.

Empezó con «Deed I do» donde sonaron los primeros aplausos con el buen hacer de todos, especialmente el solo de Joe Lovano que se notaba a la perfección que era quién mejor se lo estaba pasando en esta fiesta, o al menos quién lo demostraba más. Después continuó ella con su magia a las teclas, para pasar al contrabajo y finalmente la batería. Aquí empiezo a denotar el principal problema de un ambiente como Starlite Marbella. Cualquier concierto como los que programan de gran alcance con instrumentos de gran sonoridad y potencia, pues cubren perfectamente todo el espacio y llegan al tono necesario de lo que se requiere en un espectáculo de estas características. A mi lamentablemente se me hizo grande para un concierto de Diana Krall. Se me perdía ese placer de las pequeñas cosas que tiene el jazz, y que muestran sus pequeños ojos y la expresión de su boca al cantar, y eso que prepararon bien la atmósfera con unos focos grandes que cerraban el espacio y simulaban que estábamos en un bar de menos tamaño y escuchando a gran intensidad sonidos, pero realmente lograr eso era complicado.

Aún así, que gusto y que elegancia presenciar a esta mujer y escucharla. Se sentía muy feliz de pisar un escenario tan fascinante como se lo hizo saber al público con sus palabras, presentó a sus músicos y comienza «All or nothing at all» donde el contrabajo adquiere las esencias del ritmo flamenco y suena deliciosamente bello. Posteriormente el turno es para Nat King Cole y para lo que la propia Diana Kral menciona, «buenas canciones para hablar de amor». Es la banda sonora de esas películas que empiezan en el bar y suena de fondo para ya ponerte la piel preparada y disfrutar de cada palabra, es el único momento que suelta el piano para cantar hacia ti y que te estremezcas, como si te interpretara entre suspiros y que impacte su manera de hablar del amor, narrándote esas historias para luego ese silencio susurrado convertirlo en un ritmo trepidante empezando por el contrabajo, luego el saxo de ese alma joven y para rematar la propia Diana Krall dejándose llevar por las teclas del piano, como si llevara más la canción dentro. Y el final de los más elegantes que he escuchado en un concierto de jazz.

Y quizá uno de los grandes momentazos para el gran público, en el que la propia estrella destacada invitó a todos a cantar fue en su famosa versión de «I´ve got you under my skin». Vaya ovación. Ella empezó a desenvolverse con el piano, al que se le fueron uniendo progresivamente los restantes músicos para acabar con un gran solo de batería. La rutina melódica prosiguió con «You call it madness» con una interpretación sublime y el acompañamiento tierno del saxo que producían un dúo único. Esa onda de jazz más tierno continuó con «Lost Mind» donde al ir adentrándonos al final del concierto ya el pelo no iba tan manteniéndose perfecto, lo que denota que cada vez se iba sintiendo más cómoda a medida que avanzaba el repertorio y mucho más con uno de sus grandes clásicos como es «East of the sun (and west of the moon) con ese final tan suave y delicado.

El español surgió con su característico susurro de «¿Cómo estáis?» para que sonara «A case of you» donde sus «s» parecían profundos silencios, que gustazo para los oídos y de aquí a dos grandes instantes de este concierto en Starlite Marbella, la versión de «Hallelujah» y ella, como artista, que considero que es una de las mejores herederas de Joni Mitchell y quiso hacer «Boulevard of broken dreams». De la emoción a la intensidad nos trasladamos con «I was doing all right», e iba cambiando de más armonía a calma para luego culminar en una mezcla de sonidos impresionante donde el saxofonista no podía parar de bailar, a medida que disfrutaba de lo que estaba haciendo.

Como no podía ser de otra forma, se pidieron bises y tampoco se hicieron mucho de rogar para contentar a los espectadores y hacer una preciosidad de versión de «How deep is the ocean» que finalizó con un deslizamiento de mano sobre el piano de Diana Krall.

Krall3Es un auténtico placer sentir la profesionalidad y la elegancia de esta cantante que mantiene su propia identidad, y es capaz con su intimidad en susurros llegar a muchos sentimientos acústicos que solo las buenas letras de amor y unos buenos músicos de jazz son capaces de provocarte. Dejo como sugerencia a este importante festival marbellí, el crear conciertos en espacios más íntimos para que esa acústica propicie que ese sabor tan fresco y apetecible, sea aún más rico y que la experiencia musical ya sea completamente inigualable. Se puede pensar para próximas ediciones, mientras tanto ya puedo sentirme feliz de haberme dejado llevar por la música del amor delicado de Diana Krall.

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