SATÉLITE

Astrofísica: Disciplina que estudia el origen, la evolución y las propiedades de los cuerpos celestes.

Lo que vivimos el pasado domingo en el Teatro Cervantes de Málaga, entre votaciones municipales y diluvios intermitentes, en la presentación de «Satélite» de Jose Carra fue el leitmotiv que ha originado estos universos de atracción y repulsión, que nos representan igualmente a los seres humanos y nuestras relaciones. La disciplina de la astrofísica llegó a la vida del compositor para dejarse fluir en ella y crear este último trabajo en el que no dejaron de sorprendernos con armonías interpretadas al derecho y al revés, con sensación de alunizajes y una cosmografía que iba incrementando en intensidad y emociones a medida que íbamos en la curvatura del pianista.

Con una posición en círculo en el escenario malagueño pudimos disfrutar de Bori Albero al contrabajo, Dani Domínguez a la batería, Enrique Oliver al saxofón y Luis Regidor Paín a la guitarra y a la voz. Al ir sintiendo cada uno de los temas de este «Satélite», me daba la impresión que eran propuestas que debían salir de la mano de Jose Carra, que en ese caos en el que muchas veces nos vemos inmersos en la música, ese propio universo de musas espaciales logró que ese heliocentrismo genere una implosión personal que necesita ser traspasada a una partitura.

Las canciones están interpretadas en orden del propio disco «Satélite» y dejándome llevar por ellas reconozco que «Estación Melancolía» y «Una galaxia en mi pasillo» se convirtieron en puntos de sentimientos muy interesantes de descubrir para mi. Quizá, porque reconozco, que me costó entrar en esta galaxia de conceptos donde mis referencias eran rock progresivo o psicodelia, pero durante el transcurso de mi propio viaje comprendí enseguida que no tenía que buscar explicación, y ahí fue donde me dejé llevar y viví un firmamento de felicidad traspasando mi alma a un satélite musical de calidad estupenda y celestial.

Sin duda, lo que más me gustó del concierto de este pasado fin de semana fue la complicidad de miradas y sonrisas entre los músicos. Unas vibraciones de apoyo en el escenario que se traspasaban al patio de butacas, y que en esa complejidad que se me presentaba encontré un apoyo y el cercioramiento de que tenemos de los mejores músicos de nuestro país cerquita de casa, con una suerte tremenda de experimentar todo ese talento.

Decía Carra que esos nervios de preparación de 2 meses se lograron superar nada más empezar a tocar. Al final es su salvación, y esperemos que ese cosmos jazzístico tenga una regularidad en la que el tiempo y el espacio siempre sigan conjugándose en armonía.

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