MI LUZ CULTURAL

Vuelvo a escribir desde la emoción. Desde ese remanso que anhelo desde que empiezo el día. Quehaceres, pesadumbres, amargamientos, y en definitiva, sobrevivir todos los días del mundo es lo que puebla la mayor parte de mi tiempo. Simplificamos el momento para que no nos duela, y podamos continuar ese día a día infatigable e interminable a veces.

Después de todo esto, me he regalado un concierto de Mäbu en La Cochera Cabaret y lo digo así porque sentirles, llorar bonito y dejarse llevar por las letras e ideas es un regalo para el alma y el espíritu, para recordarte que el esfuerzo de trabajar para poder escribir estas palabras hace que todo merezca la pena.

Tengo la suerte de contar con intérpretes que se entregan con mucha fuerza en el escenario, y no siempre debe entenderse que llegar con la voz debe ser por una energía potente que cubra los rincones del escenario. Se puede hacer desde lo pequeño y sutil. Desde realizar giros en tu voz y seguir jugando. De mirar como María cierra los ojos mientras toca, sonríe con dulzura y transmite lo que ella misma está sintiendo. Ser feliz cantando.

El concierto empieza con «Dos horas», guitarra y ukelele en mano, de negro riguroso con algo de florecimiento por parte de Txarlie, y tengo esa primera sensación maravillosa de ir descubriendo las particularidades de los grupos que me gustan. María cierra los ojos e interpreta de una manera increíble, como si las canciones las hubiera compuesto ella, fíjate, como si salieran de su propia piel. Pero además esos giros con su voz especial y única, creo que es de las primeras sensaciones más alucinantes que he experimentado en estos últimos años.

Continuamos con «A solas» donde sigue siendo brutal cómo María se suelta en la interpretación. Es de una generosidad apabullante. Con guitarra acústica y eléctrica nos trasladamos a «Los viajes con Sam», donde nos invita a que podamos ver en imágenes como cuando ella compone sus canciones. Habla de lo emocionados que están por el encuentro con el público y utiliza la misma expresión que uno de los directores teatrales que más admito que es Sergio Peris-Mencheta que es «gasolina». Nos adelanta que la noche va a ser un planazo y quiere que dejemos sentir lo que normalmente no dejamos, cosa que por experiencia propia, os digo que sucede. Por cierto, ese final de la canción con ese suspiro desahogador y terminando con la guitarra es sublime.

María habla de la necesidad de vivir la vida con intensidad, y cómo ocurre con nuestras propias contradicciones, ella misma confiesa que escribe «Costumbre» en un momento en que precisamente no lo estaba haciendo. Y en cómo traslada esta canción vi algunas miradas y gestos entre Txarlie y ella, en los que me traslado a su estudio de grabación y dibujo cómo pueden ser esos momentos de absoluta complicidad, como si me mostraran como es ese proceso interno a través del resultado final. Y cómo me pegó en el corazón ese «encontré mi paz en la tormenta». Me la llevo como una de las frases de mi conciencia.

Ellos dicen que son un grupo de canciones tristes cantadas con mucha alegría, y para muestra un botón y lo hacen con «Bola de cristal», y me doy aún más cuenta del dominio tan absoluto que tiene María con su voz, que es para dejarse sorprender constantemente.

Y derivamos hacia mi parte favorita del concierto, comenzando con piano y guitarra con «Buenos días», que habla de esas personas diferentes pero que al final acaban uniéndose, además de estar dedicada a su padre estando muy a la altura de su recuerdo y memoria, y estoy convencida que lo corrobora junto al mío. Cuenta que la pudo cantar con su madre en el disco y también en el Festival de Cine de Málaga reivindicando el valor de las mujeres en el arte al cumplir los 60. Aunque el mayor punto para la memoria sonora vendría un poco después.

Menciona a cierta entrevistadora que le dijo que «Hay una luz» era una canción necesaria en estos tiempos, y a mi se me cae el alma porque sin saber que yo estaba allí, ella tenía en mente mencionarlo y es lo que me pareció más hermoso. Esos detallazos que me reconcilian con mi labor y el trabajo que hago. Así que GRACIAS inmensas. Ellos admitían además que no les conocía mucha gente pero sí del gremio, en eso también nos parecemos, pero también confesamos que nos gusta así. Por cierto, cómo habla Mäbu con las manos en este tema. Se ha convertido en mi favorita, sin duda.

Y ese momento de añoranza vino con la versión que incluyen en uno de estos álbum por fascículos, que se transformaran en una sinestesia de lo que «Mäbu» entiende y les inspira las estaciones del año. Y la canción es «Piel», y hasta en un momento tu imaginario se traslada a «Sergio y Estíbaliz» por la posición de ellos en el escenario y la manera de interpretarla, o quizá porque uno mismo inconscientemente quiere evocar esa imagen porque le ayuda a disfrutar más de la canción. Que sensación más extraordinaria, y cómo empieza ya el público a implicarse más.

Es un aspecto que quería destacar de esta «banda emergente». Hacía tiempo que no estaba en un espectáculo donde el público se implicara con tanto cariño. Creo que eso es el valor de «Mäbu», entrar en su música requiere un esfuerzo porque hay que liberarse de nuestros propios prejuicios y comprender unas letras que hablan de esa parte que no nos gusta hacer visible. Hay que aprender a dejarse llevar en un concierto y no saber qué te va a pasar y sentir por dentro, y entender también que eso es lo más fantástico que te puede suceder en esta vida. Todo el público que estábamos allí hemos hecho ese ejercicio emocional, y nos encanta. Y se lo hicimos saber a «Mäbu», que les esperábamos y que estábamos deseando escucharles. De aquí seguimos con «Cara triste» y esas improvisaciones que me vuelven loca de sonidos con la voz de María.

Y en este punto comenzamos con la locura del público. Dice nuestra voz cantante, probar a cantar este estribillo con mascarilla, y no la dejamos casi ni empezar porque lo terminamos absolutamente todo el público. Se trata de «Quédate a dormir». Volvemos al piano, para que expliquen cómo decidieron sacar un EP en pandemia, que fue un fracaso y cuando anuncian que cantan «Utopía», una voz espontánea del público dice «esta canción me da la vida». Creo que es la metáfora más impresionante que les podía pasar en ese momento.

«Buenaventura» es lo que oímos a continuación, y tras hablarnos de las andanzas con su psicóloga y la asertividad escuchamos «Terapia», para luego ir a otro temazo que es «Mi mala suerte», proseguir con «De negro y amarillo», una de las más esperadas y mejor recibidas por el público que es «Los amantes», para luego culminar con «Paralelo» y ese «nadie quiere oírme hablar» que lo canta María como si me lo tatuaran en el corazón.

Descubrirles en directo ha recompuesto las piezas cansadas de un día agotador. Saber que esas canciones me sanan al llegar a casa, pero que en la noche de su actuación en «La Cochera Cabaret» me curaron todos los poros heridos visibles y los que quedan ocultos por mis miedos e inseguridades. Creo que Mäbu es de las pocas que consigue que me reconcilie con mi parte emocional, y la acepte dentro de mi con calma. Ayer ya supe que verles actuar era luz. Mi madre es mi luz de todos los días, y Mäbu es mi luz cultural, sin duda. Que privilegio descubrirlo.

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