EL CASO ES QUE ES UN PERSONAJE QUE, LUEGO DETRÁS DE ESO ADEMÁS, HAY UNA HISTORIA DE CIEN AÑOS DONDE ESTA BUENA MUJER SE LAS APAÑA PARA ESTAR EN PRIMERA LÍNEA EN TODOS LOS ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SIGLO.

1 (5)Nuestra primera entrevista de 2021 es para una mujer que nos apasiona con su literatura. Nos habla en su último libro «La mujer sin nombre» de lo importante que fue en la historia del teatro contemporáneo la figura de Maria Lejárraga, quién escondiéndose tras la firma de su marido, Gregorio Martínez sierra es la autora real de más de 90 obras entre ensayos, guiones, teatro y novela, de la que nos habla Vanessa Monfort en nuestra entrevista.

P: Este libro es una declaración de amor estupenda para los que amamos el teatro

Vanessa Montfort: Me alegro de que lo veas así porque la verdad me apetecía que al que fuera teatrero, le gustara especialmente y al que no lo fuera quisiera mirar un poquito entre bambalinas en esos años 20 y 30 tan vibrantes y tan divertidos, donde había unos personajes fabulosos dando vueltas por el Madrid de la época.

P: Me encantó esta frase del libro: «abrir el despacho de un escritor es como abrir una tumba, nunca se sabe lo que puede liberarse»

Vanessa Montfort: Fue como descorchar una botella. La verdad es que fue increíble porque cuando yo recibí el encargo, bueno esto no fue un encargo, fue un regalo de escribir la primera obra de teatro que se escribía sobre María Lejárraga, las mismas personas que me la encargaron del Centro Dramático Nacional, pues habíamos oído campanas pero no sabíamos dónde. En ese sentido sabíamos que se decía o se rumoreaba que María Lejárraga había sido coautora en algunas de las obras, o había por lo menos intervenido bastante en la obra de su marido, Gregorio Martínez Sierra, a quién estudiamos como padre del modernismo del teatro, pero claro lo que me encuentro aparte de la autoría total de esta mujer con pruebas absolutas, incluso desde los años 60 que había una tesis con una profesora norteamericana, que se convirtió además en un personaje de la novela, en una gran amiga Patricia O´Connor, pues ella ya apuntaba que ella era la autora total. No estamos hablando de cualquiera, es como si hubiéramos perdido por el camino a Benavente o a Lorca. Estamos hablando de una autora de 90 obras entre las cuales se encuentran desde «Canción de cuna», que ha tenido cinco adaptaciones al cine pues desde Hollywood hasta Garci pasando por México, hasta «El amor brujo» de Falla que todo el mundo recordará esa canción de «El fuego fatuo», lo mismo que el fuego fatuo lo mismito es el querer, todo esto lo compuso ella junto a Falla, incluso se le atribuye «La dama y el vagabundo» de Disney, basado en uno de sus cuentos infantiles, lo envió a Disney cuando ya era mayor. El caso es que es un personaje que luego detrás de eso además, hay una historia de cien años donde esta buena mujer se las apaña para estar en primera línea en todos los acontecimientos históricos del siglo. Podemos recorrer el s.XX, no solamente el Madrid de los años 20, si no la Francia de la «Belle Epoque», conocer a la gran Sarah Bernhardt, estudiando sus papeles en su ataúd que lo hacía como extravagancia para irse acostumbrando, según ella le relajaba, hasta entrar en el «Moulin Rouge», hasta acompañarla a ser parlamentaria por la Segunda República, luchar por los derechos de la mujer y el por qué mantuvo su nombre oculto durante toda su vida, y nos ha llegado cien años más tarde porque esto al principio fue una opción personal, y luego pues digamos que cuando quiso recuperarlo, se fue complicando la cosa.

P: En «La mujer sin nombre» también criticas a esa época, no solamente pones en valor a María Lejárraga

Vanessa Montfort: Hay gente que me dice, pero Emilia Pardo Bazán en la época ya firmaba con su nombre, a ver firmaba con su nombre porque era novelista, pero hay que pensar aunque María también escribió varias novelas, concretamente «Tú eres la paz» que tuvo nada menos que 50 ediciones, ahí que da eso, y fue uno de sus primeros éxitos literarios. Es que ella fue fundamentalmente dramaturga, escribía teatro, escribía libreto, escribía zarzuela, por ejemplo «Las golondrinas» que el público la conoce de sobra, es una barbaridad de obra, es maravillosa. En fin, que no se dejó nada en el tintero, pero sobre todo amaba las artes escénicas, entonces eso ¿qué suponía?, pues que si ella no hubiera utilizado el nombre de su marido, no habría llegado ni a la esquina, no habría dramaturga. De hecho, no ha habido dramaturgas después de ella durante mucho tiempo porque nadie sabía que ella lo era. Es decir, aquí ella como dramaturga en los años 30 se daba en Broadway, pero claro nadie sabía que era ella, habría caído sobre su obra el estigma de estar escrito por una mujer, pero es que además el dramaturgo tenía otro condicionante, tenía que trabajar con otros mientras que una novelista a principios del siglo XX podía trabajar mientras acunaba a los niños, aquello de la habitación propia de la que se quejaba Virginia Wolf, pero podían hacerlo y una poeta también, sin salir de casa, el dramaturgo tenía que alternar en los cafés literarios, tenía que ir a esos cafés donde se intercambiaba los libretos, donde se los pasaba a los directores de los teatros y a los gerentes, alternar con la crítica, conocer a los actores y en esas tertulias no era bienvenida una mujer, no había, no tenía entrada. Entonces ella, ¿qué hizo?, inteligentemente al principio aunque fue un error de juventud, en vez de ponerse un pseudónimo como George Sand, que ni siquiera existiera, necesitaba a alguien que pudiera actuar por ella, ir a esas tertulias, alternar y fue su marido, claro. Se le daban muy bien las relaciones sociales, se convirtió en un gran director de teatro y en un gran empresario, entonces a ella a la que además no le gustaba la farándula, le aliviaba esa parte pero le gustara o no tampoco habría sido bienvenida como decía, y eran un gran tándem en realidad. Pensó, que de momento vaya firmando él, claro luego ¿qué pasa?, que el monstruo se hizo grande, la marca «Martínez Sierra» se convierte en una de las más poderosas del país, estrenan por toda Europa y por América, y encima él empieza una relación, que no entraba en la ecuación de María, con Catalina Bárcenas, una de las mejores actrices de la época. Ahí ya pensó, cómo éste se vaya, se va con su nombre, con el mío que es mi nombre de pluma, con todo lo que he invertido, todos mis grandes éxitos y luego sin mi no puede pero es que yo sin él tampoco, porque ya lo había volcado todo y tenía 50 años.

P: ¿Por qué le has dedicado «La mujer sin nombre» a tus abuelas Agustina y Goya?

Vanessa Montfort: Pues porque yo creo que la labor silenciosa, por ejemplo de mi abuela, que sí que era muy valorada por mi abuelo, pero la realidad es que nadie se enteraba tampoco del peso que tenía en sus negocios. Mi abuela era una gran estratega y una mujer que, dentro del calor del hogar, educando a sus hijas, era una mujer que llevaba la contabilidad de los negocios de mi abuelo, y digamos que él siempre le reconoció y decía, que si no hubiera sido por ella, por su capacidad para colocar el dinero, para ahorrar y por su visión, él no habría logrado nada. Entonces yo creo que todas estas mujeres que son mujeres sin nombre, en el sentido de que no porque no lo tengan, si no porque su nombre no suena lo suficiente en los agradecimientos, y en los homenajes deben tener su lugar. Yo creo que, además, estamos en un proceso muy interesante que se está iniciando con mucha fuerza, lo vi ya cómo empezaba el año pasado, después de esta tercera ola feminista que se ha volcado en que las que estamos aquí, ahora, vivas y circulando tengamos esos derechos sobre papel, pero si no se pueden ejecutar, no nos sirve de nada, es decir, que podemos tener baja por paternidad y maternidad y eso no se ejecuta si no se concilian los horarios de trabajos con los niños, en fin, tantas y tantas cosas que son derechos sobre papel que luego son muy difíciles de llevar a la práctica. Todo el esfuerzo que se ha hecho en los últimos años, está volcado en que tengamos esa igualdad real. No sólo sobre papel, pero ahora estamos en un proceso distinto. Ahora estamos en un proceso en el que nos hemos dado cuenta que, para ser realmente considerados iguales, tenemos que rescatar a nuestros referentes femeninos, que los ha habido y muchos. Que se valore intelectualmente la calidad de las obras de las mujeres, y es difícil que se valoren cuando no las tenemos en nuestros libros de texto. Ya no solamente estamos hablando de María Lejárraga que ella ocultó su nombre, primero porque quiso y luego porque no le dejaron recuperarlo, si no de todas aquellas que encima sí tuvieron éxito, como por ejemplo Maruja Mallo, grandísima pintora o a María Blanchard, que es la madre del cubismo en España, es decir, estos nombres pero vamos me voy mucho antes, ha habido mujeres en la historia, pues en el Renacimiento o las vanguardias, ¿dónde están esas mujeres de la generación del 27 que sí que tuvieron éxitos?  Hildegarda de Bingen, la madre de la historia natural, es una mujer que además era compositora y tuvo muchísima influencia en la época, ¿por qué no llegan a nuestros libros de texto?. Entonces yo creo que ese proceso de recuperación, independientemente de lo literario, no quería hacer con esto un libro de texto pero sí una reivindicación. Quería escribir una novela donde no pueden pasar más cosas, y desde el corazón de las personajes, porque yo me los he encontrado intercambiándose cartas, he conocido sus secretos, volcarlos en una novela entretenida entre otras cosas para que pueda llegar al mayor público posible, y el mayor público posible conozca no solamente María, ahí aparece también Zenobia Camprubí, la mujer de Juan Ramón, que es más conocida por eso que por ser la gran traductora de Tagore y tantas otras cosas, gran cuentista o Colombina, nuestra primera periodista, corresponsal de guerra o tantas que se juntan y hacen un club, el primer club de tertulias femeninas donde se fraguó el voto femenino, la ley del divorcio, el reconocimiento de los ilegítimos o el matrimonio civil. Casi nada. Cosas de las que nos hemos beneficiado hombres y mujeres. Yo creo que esa recuperación del legado histórico de la mujer, tanto de las ocultas como las que no estaban ocultas, pero las hemos perdido por el camino por desinterés, pues creo que es un buen momento para reivindicarlas.

P: Para estas fechas navideñas quién quiera tener la firma online de «La mujer sin nombre» puede tenerla.

Vanessa Montfort: Me lo inventé porque verdaderamente es otro tipo de campañas con las librerías de mi barrio, pero como nos confinan por momentos pues era poco realista que iba a hacer firmas, aparte que nos ponemos todos un poco en peligro. Ahora hay que ser cautos, entonces como me estaban escribiendo los lectores diciendo que quieren regalar la novela por Navidad porque es verdad que la edición es preciosa, es un libro más navideño imposible, rojo y dorado, es como un libro de principios de siglo, como que te lo comprarías en un anticuario, es muy bonito pero aparte, claro, yo decía cómo llegar a todos esos países donde también les encantaría tener la firma y nunca llego. Entonces se me ocurrió, tras comprarme un nuevo teléfono porque antes tenía una tartana y ahora puedo hacer notas, en las cuales puedo firmar de mi puño y letras pero con un lápiz óptico, a ver si soy capaz y luego el lector manda una foto y me están llegando fotos preciosas de las que ya tenéis un concurso en mi instagram (pinchando AQUÍ), me mandan una foto con el libro y yo les mando una dedicatoria para ellos o para quién ellos quieran que puedan luego imprimir e incluir en el libro. Está teniendo una respuesta maravillosa. Ya me sale una letra preciosa con el lápiz óptico.

P: ¿Crees que habrá una Noelia Cid que se atreva a sacar ese «Sortilegio» adelante?

Vanessa Montfort: Ojalá. Porque de verdad que es una obra, es un trío gay en los años 30, no sé como explicarte. Es que es tan novedoso, que hay pocos autores que traten la homosexualidad de una manera tan frontal. Fíjate que, además, estoy convencida como se ve en la novela que el propio drama amoroso de María Lejárraga está mimetizado y escondido dentro de esa obra, y para disimularlo lo convirtió en un hombre que está en medio de un matrimonio entre un hombre y una mujer, yo creo que la que se mete en medio es Catalina Bárcenas y le hace una operación de travestismo, pero bueno en cualquier caso es muy interesante que se trate en esta época con naturalidad la historia de amor o de pasión entre dos hombres, novedoso y valiente. Tiene unas líneas fabulosas, pero también por el testimonio de la época que es y por ponerla en contexto, debería estrenarse cuanto antes. Luego también porque nunca se ha estrenado en España, así que me encantaría ver esa obra en cartel.

1Ojalá en este año algún productor/a decida poner en pie una obra que fue tan adelantada en su época como «Sortilegio» y que sigue siendo una realidad necesaria en la actualidad. Mientras tanto, no dejen de regalarse una aventura literaria tan imprescindible como «La mujer sin nombre» para honrar a María Lejárraga, a tantas mujeres desconocidas en muchas disciplinas artísticas y que se le hace un homenaje precioso a los autores de la época gracias a la excelente habilidad narradora de Vanessa Montfort.

Y si queréis escuchar la entrevista con Vanessa Montfort, sólo tenéis que pinchar en este enlace:

https://www.ivoox.com/entrevista-vanessa-monfort-la-mujer-sin-nombre-audios-mp3_rf_62599880_1.html

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