Presentación «El hombre que recogía monedas con la boca» – Francisco Guerrero, Ana Paula Zaragoza y Miguel Gallardo – Facultad de Ciencias de la Educación
LA ILUSTRACIÓN DEL AUTISMO
Visibilizar las realidades humanas que nos rodean debería ser trabajo de muchas instituciones actuales, no sólo profesorado o medios de comunicación. Nuestra percepción del día a día debe ser un constante aprendizaje en el que sepamos ponernos en la piel y en los sentimientos de las personas que nos rodean. No es un ejercicio difícil, simplemente es dejar de pensar en uno mismo por un instante y entender que no todo se explica mediante lo que conocemos. Cuando conocí la verdad de las personas con trastorno del espectro autista a través del ilustrativo y fascinante libro, «El hombre que recogía monedas de la boca», me di cuenta de la importante reflexión que os planteo y es altamente recomendable dedicarle tiempo a lo que ha significado el autismo a través de la historia y el caso particular de un alumno que consiguió ser uno más en su clase que nos detallan los autores, Francis Guerrero y Ana Paula Zaragoza, con la suerte de contar con portada y dibujos de Miguel Gallardo, a quién esta realidad le toca tan de cerca a través de su increíble hija María.
El salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Educación fue el escenario para presentar el libro «El hombre que recogía monedas con la boca». Un trabajo que tal como remarcó la editora de Ediciones Aljibe, Reyes Bautista, ha tenido muchos contratiempos en su desarrollo ya que versa sobre el autismo adentrándose en muchos datos y con un enfoque hacia una visibilización muy real de casos específicos sobre esta materia, que evidentemente tiene una salida comercial a la que había que arriesgarse a comprobar los resultados. La noticia más placentera es que nada más realizar este acto, ya la propia editora anunciaba la segunda edición de este trabajo literario liderado por los profesores Francisco Guerrero y Ana Paula Zaragoza, contando con el trabajo ilustrativo de Miguel Gallardo. Primordialmente, esos muros infranqueables se rompieron por su ilusión y trabajo. Y es que esa constancia es inalterable en Francisco Guerrero que siempre ha dado veracidad a diferentes trastornos que existen en nuestra sociedad y que son capaces de convivir con nuestra vida cotidiana y, que hay que ayudar a que eso siga siendo cada vez más cierto y valorar las múltiples ventajas de ese estudio y aprendizaje. Su alumna Ana Paula Zaragoza pudo ser testigo presencial de esta ayuda, ya que consiguió mediante su labor como educadora que uno de sus alumnos pudiera integrarse en su clase, con sus comienzos más dificultosos pero siempre con la esperanza de lograr sus objetivos. Y estuvieron más que superados.
Un proyecto de mucho conocimiento y corazón al que se unió Miguel Gallardo. El gran creador de viñetas como Makoki, vivió su realidad más cercana en su hija María. De ella expresa que «le cambió la vida y que ahora se gusta mucho más, que le obliga a tener un aprendizaje permanente y que le enseñó a tener paciencia». Gracias a esa espontaneidad y particularidades de María, se unieron mucho más a través del dibujo y le sirvió como excusa para cambiar la idea de la discapacidad que hay en la sociedad. Con ella descubrió que el mundo podría ser al revés y que la discapacidad se detecta en el entorno, no en las personas. A través de las experiencias que iba pasando con su hija y las muchas dificultades que se le presentaron, su propio ejemplo le iba sirviendo para ayudar a otros padres que en realidad son los que más entienden las cotidianidades que van sucediendo en el día a día. Sus dibujos fueron los protagonistas de nuevos folletos que se utilizan como guías oficiales en el que ya las familias no se enseñaban con tanta carga dramática y se empezó a cambiar esa idea negativa de la discapacidad gracias a esta parte gráfica pero tan ilustrativa. Ese ha sido el gran valor del trabajo y dedicación de Miguel Gallardo, gracias a la energía tan necesaria de su hija María.
En el turno de palabra de Francisco Guerrero quiso explicar cada uno de los capítulos que forman parte del libro intercalando grandes canciones de blues de la mano de dos auténticas figuras como son Lito Fernández a la guitarra y Richard Ray Farrel a la guitarra, armónica y voz. Habló del origen del título del libro que hace referencia a Julio, un hombre al que humillaban tirándole monedas para que las cogiera con la boca mientras imitaba el vuelo de una gaviota y con el que Francisco Guerrero empezó a despertarle esa empatía hacia esa vejación que le resultaba ofensiva. En sus capítulos lo marca como ejemplo, y tantos otros con resultados unos más satisfactorios y otros tremendamente humillantes al presentarse estos casos de trastorno del espectro autista con un desconocimiento atroz y, lamentablemente también utilizándolos con técnicas de manipulación para catalogarlos en una posición social que para nada se corresponde con la realidad. Además habló de los últimos avances y también como van aumentando los casos de autismo, y no sólo por causas estrictamente genéticas.
Finalmente, la profesora Ana Paula Zaragoza, habla durante su intervención sin que la emoción pueda desligarse de su rostro. En esas expresiones tan dulces, vi el miedo inicial a tener un alumno con trastorno del espectro autista en su clase, cómo aprendió a buscar pautas para integrarlo y que se sintiera cómodo en ese estudio diario de su conducta y sus muchos logros y lo más destacable, cómo presume de la gran labor de sus compañeros que ayudaron a esta docente a que él pudiera conseguir sus objetivos y progresos, y entender la propia idiosincrasia de este alumno sin que supusiera diferencia para ninguno de ellos. La aventura no dejó de ser apasionante y el hecho de que haya podido verla reflejada en este libro para que sirva, no como receta mágica, sino que su humilde experiencia pueda ser ejemplo de que dentro de la diversidad existe una gran riqueza es de los aspectos más importantes e interesantes de esta iniciativa literaria.
El aprendizaje siempre mejora nuestra condición humana y ponerlo en valor a través de trabajos didácticos, entretenidos y, sobre todo, demostrativos de estas complejidades que debemos lograr que sean más humanizables todavía, es algo digno de alabar y de pensar en la suerte que tenemos de poder conocer toda esta historia y a las personas que forman parte de ella, que han hecho de su trastorno una virtud por la que podemos admirarles. El libro es de imprescindible lectura y se llama «El hombre que recogía monedas con la boca». Muchas gracias a todos sus cómplices por su generosidad de compartir estas diferencias que son tan verdaderas.
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