Lo indudable es lo que este artista ha crecido encima de un escenario. El niño rapado que expresaba «¿Tenéis calor?» o «Quiero palmas», aún vive en el rostro de un hombre que se ha curtido en batallas musicales de las que ha salido victorioso. Un ring escénico que ha construido a través de una escenografía elegante y espectacular, y con unos arreglos donde el crecimiento no sólo se ha visto reflejado en sus letras características, pero con más profundidad de interpretación, sino en unos sonidos donde la voz de Dani Martín se ha desenvuelto ya en un estilo libre, que maneja a su antojo. Y eso lo ha conseguido por mucho trabajo duro y rodearse de una banda de increíble calidad con lo que conforman los equipos para ganar cualquier combate.

Uno de los aspectos que más me deslumbran en un nuevo «sold out» que ha tenido durante su gira de «La montaña rusa», es el público tan variado que acude a sus shows. Los adolescentes no son los únicos que se hacen destacar ante Dani Martín, sus padres y familiares le demuestran todo el cariño desde que empieza el concierto, con un poco de retraso haciéndose de rogar para lo que nos aguardaba detrás del telón. La mezcla es clara. Televisores con la rebeldía que caracteriza al cantante, más la sofistificación de una iluminación que caracterizaba exactamente lo que requerían tanto las canciones más rítmicas como a las baladas.

Completo acierto dar el paso al teatro pero dando una vuelta más de tuerca, no realizándolo de una manera protocolaria. El público se ha levantado enseguida y se ha mantenido en ese ímpetu de gran estadio donde muchas veces habrán coreado sus letras, y enmarcados en ese patio de butaca y plateas, pero con aires de pegar botes y no dejar de pasarlo bien con la presentación de todos los temas de su último disco, «La montaña rusa», más alguno de su primer disco en solitario y perlitas como no de «El Canto del Loco», aunque dándoles una versión más madura, que ayuda a que sean novedad, aunque nos las sepamos al pie de la letra.

El desarrollo entre canciones con mucho ritmo, donde tanto Coki Giménez, Candy Caramelo, Roberto Lavella, Paco Salazar e Iñaki García han demostrado una valía artística impresionante, entendiéndose en todo momento y ofreciendo todo su despliegue de notas en una entrega brutal al público, pero también en las más melódicas, donde lo que más he denotado es un cuidado exquisito en la parte coral que hacía potenciar aún más, el esfuerzo artístico de Dani Martín. Y vaya respeto a sus músicos. Eso le hace más grande.

Chapeau por ese vestuario que el artista ha podido mantener hasta que el calor malagueño ha podido con su alma, y mucho ha aguantado, donde sigo contemplando esa personalidad de Dani Martín que me atrapa. Ese leopardo con chaqueta muy formal. Lo políticamente incorrecto en una prenda correcta. No perder la compostura pero decir las cosas claras. Ese siempre ha sido el estilo de Dani Martín y, en este espectáculo, creo que lo ha transmitido con mayor veracidad.

Ha sido, como ha expresado, demasiado tiempo sin vernos. Es como ese familiar que vive en el piso de enfrente y lo contemplas como crece desde la distancia. Yo así me he sentido al disfrutar con Dani Martín. Una maduración que nos hará emocionarnos aún más con su razón tajante a la hora de describir lo que siente. Una forma de cuidar al público y entregarse con cariño que podría ser ejemplo para muchos artistas. Un Peter Pan que creció y se convirtió en una foto en blanco y negro. Y aunque nada volverá a ser como antes, es una suerte en nuestra vida que podamos ser partícipes y testigos de todas las luchas que quiera emprender en adelante. Eso sí, la próxima en un horario no tan de «Cantajuegos».

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