Crítica «Don Gil de las calzas verdes» – Festival de Almagro
UNA GILADA DE ENREDO
Este año la Joven Compañía de Teatro Clásico nos ha propuesto una comedia fresca llena de mucho color. Los desdenes de los protagonistas se entremezclaban en esa acción,. que aparece mucho en estos textos, de cambio de género para lograr la conquista del ser amado. Es el reflejo de esos enamoramientos intensos, que van y vienen, y que si no se conoce el texto original, hay que marcar muy bien esos cambios de roles y hacia donde se dirigen para que el espectador pueda tener su propio croquis, seguir el ritmo y disfrutar de esos textos y excesos tan hilarantes.
Pero lo que sucede en esta propuesta de Sarah Kane es que la gente ha sido contenta y viendo algo divertido, pero tenían muchas dudas acerca de esos cruces amorosos y quién ha finalizado con quién. Puede ser también una intención discursiva en el que de igual lo narrado y adaptado, y se busque ese resultado de salir feliz del teatro, sin que haya mucha complicación. Pero reconozco haberme quedado en un desierto, en el que no quería dejar de buscar agua y los espejismos me han dificultado mucho la labor.
Hay marcas que están pensadas para doña Juana, Don Martín y el propio disfraz de Don Gil mediante esos juegos de luces, diferentes actores y diferentes colores. Y en ocasiones, que eso se agradecía mucho, el propio discurso ayudaba a encajar esa maraña de pasiones. Pero la mayor parte de la escena no transcurría de una manera fluida en la que se entendiera todo con mayor facilidad, e igualmente algunos momentos tienen mucho texto que me hicieron perderme de todo ese interés que quería seguir manteniendo, y volvía en los cambios de escena y con alguna locura humorística que es de lo que más he agradecido en todo el montaje. Y eso que también han utilizado un doble plano de intérpretes colocados enfrente del público y desarrollando más escenas en la parte posterior que resultaba muy interesante, pero mi sensación era que ese hilo que se podría haberse desarrollado para facilitar la perspectiva de «Don Gil de las calzas verdes» se quedaba a medias, y no facilitaba el potenciar una mejor atmósfera.
No hay nada que reprochar a los actores porque ejecutan magistralmente las órdenes directas de lo que tenían que hacer. Hubiera agradecido un tono menos histrionista, se puede hacer humor disparatado sin que los sentimientos de los personajes tengan unos excesos tan extremos. Me sentía, a veces, en una novela de la televisión por la tarde, más que ante una obra con enjundia, con su intencionalidad de la época que se puede contemporaneizar desde la sutileza y un juego de equívocos representados con más gusto.
Especialmente la labor de dos intérpretes han salvado mi desidia en esta obra. Uno es José Luis Verguizas que le ha dado una calidez en su voz y movimientos a un Quintana exquisito que me encantaba escuchar, y una Xavi Caudevilla que ha sabido aprovechar a un «dulce» de personaje como Caramanchel (aunque le hubiera eliminado alguna gracieta de «caca culo pedo pis» que no necesitaba) por la propia idiosincrasia tan maravillosa que le ha brindado este actor. Son las sonrisas que me han salvado porque utilizar continuamente las mismas técnicas onomatopéyicas, hacía que se agudizara más mi pérdida de estar al tanto de lo sucedido desde prácticamente la mitad de la función hasta el final.
Eso si, como gran defensora de que el mundo en general se atreva con los colores, el vestuario de «Don Gil de las calzas verdes» es deslumbrante, apropiado y sumamente bello estéticamente para los actores cuando lo lucían en conjunto. Ojalá me hubiera llevado también unas emociones más coloridas de esta experiencia teatral con un amo hermafrodita de protagonista.
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