Esta mañana ha arrancado la 18 edición del Festival de Cine Español de Málaga con la proyección en la sala Albéniz de “Hablar”. La nueva película de Joaquín Oristrell que utiliza un plano secuencia para enseñarnos diferentes situaciones de la España de 2014 y 2015 en apenas medio kilómetro del barrio de Lavapiés.

Se notaba en las caras de los compañeros de prensa que nos volvíamos a reunir en esas butacas de la sala 1 del cine Albéniz. Hay ganas de cine y de Festival. De ver buenos trabajos y sorprendernos con alguna de las propuestas de la sección oficial. Aunque en este día inaugural, lo que más ha primordiado es la tranquilidad al ser una película fuera de concurso.

Se trata de la tercera colaboración entre el director Joaquín Oristrell y Cristina Rota, quién dirige su propia escuela actoral y participa como coguionista en “Hablar”. En esta ocasión, para este proyecto que arrancó hace 5 años, le propusieron a un elenco de actores bastante amplio que expresaran los personajes que quisieran interpretar en esta película. Al comprobar que sería difícil poder reunirlos para grabar, ambos decidieron grabar un plano secuencia continuo con todas las historias, sin saber a ciencia cierta si iba a ser una realidad que se convirtiera en película.

 

Juan Diego Botto, Joaquín Oristrell, María Botto y Miguel Ángel Muñoz. Fotografía de Daniel Fernández Sosa

 

Y lo ha sido y de hecho inaugurando esta decimoctava edición del Festival de Cine Español de Málaga. Entiendo la motivación y el riesgo de esta aventura cinematográfica, pero creo que la intención hacia el espectador se queda muy corta y parece un ejercicio que han querido concluir y contar cómo lo han hecho, más que lo que transmite. Son situaciones cotidianas, unas más locas que otras, otras más identificables y evidentemente, siendo tan coral, con unas interpretaciones que te llegan más que otras. Pero mi emoción al acabar la película, ha sido de no descubrir nada nuevo, de lanzarme mensajes de los que soy consciente y que el hecho de hablar y de la comunicación no lo han transmitido de una forma más directa, sino pasando de una manera superficial por muchos aspectos que han querido incluir para el metraje final. Eso sí, el final sí que me ha sorprendido y lo he encontrado muy inteligente para dar ese carpetazo a esa supuesta obra de teatro que se crea con “Hablar”. Pero una obra de teatro no puede ser nunca una película para el cine.

En la rueda de prensa posterior a la proyección, hay una idea común que todos transmiten, el espíritu de trabajo y de compenetración que tuvieron en esas dos semanas de rodaje. Los actores se arriesgaron a entrar por la necesidad de estar incluidos en esa tarea tan ardua y se convirtió en un ejercicio de estilo y en una tensión constante de todo el equipo. Una vivencia única.

 

Joaquín Oristrell. Fotografía de Daniel Fernández Sosa

 

“A mí los momentos más depresivos se me quitan con Cristina Rota”, afirma Joaquín Oristrell, quién recordamos ganó la Biznaga de Oro en 2001 y ha sido jurado en la edición de hace dos años. Cuenta también de nuevo con la producción de José Sámano, después de coincidir en títulos como “Esquilache”. Joaquín prosigue remarcando a los 10 ayudantes de dirección con los que han contado que trabajan en series tan conocidas como “Cuéntame” o “Velvet” y también a los figurantes de la escuela de Cristina Rota quienes se implicaron con todos los residentes de Lavapiés y ayudaron a que la idea pudiera realizarse.

Oristrell insiste en que la película muestra a los ciudadanos de la España de hoy, que viven en la estupefacción de no saber dónde estamos (aludiendo, por ejemplo, al caso reciente de la encarcelación de Rodrigo Rato) y que hilvanó junto a Cristina Rota lo que sus actores quisieron contar. “Un retrato de las familias españolas actuales, una comedia bárbara a lo Luces de Bohemia de Valle Inclán”, confirma el realizador. En representación de todos los actores han estado Estefanía de los Santos, Carmen Balagué, Juan Diego Botto, María Botto, Miguel Ángel Muñoz y Nur Levi, ésta última intérpete de la canción principal de la banda sonora que ha compuesto Ray Loriga y de la que se ha encargado Alejandro Pelayo (Marlango)

 

Fotografía de Daniel Fernández Sosa
Juan Diego Botto, Joaquín Oristrell y María Botto. Fotografía de Daniel Fernández Sosa

 

Turno de palabra para los actores y comienza Juan Diego Botto, a quién recuerdo en su personaje a la fantástica interpretación que hizo en “Un trozo invisible de este mundo” y evidentemente es inevitable teniendo como pareja a quién también actuaba en esa función, Astrid Jones y siendo otro de los personajes, muy loco y marciano, el director de esa obra teatral, Sergio Peris-Mencheta. Reconozco que eso sí es una de las cosas chulas de la película, ver cómo a través de los mismos personajes del plano secuencia te van enseñando a los siguientes o vuelven a la historia de otros, y encima hay algunos que no coinciden y sabes que, por pasado, podrían hacerlo como es el caso de Raúl Arévalo y Antonio de la Torre, recurrentes en películas de Daniel Sánchez Arévalo. O que tampoco hayan coincidido los hermanos Botto, Juan Diego y María.

 

Fotografía de Daniel Fernández Sosa
Juan Diego Botto. Fotografía de Daniel Fernández Sosa

 

Volviendo a Juan Diego explica que su personaje tuvo un cambio porque empezó siendo un maltratador pero observando que el rumbo fílmico podría discurrir por el camino de la ironía prefirió darle un matiz distinto, siendo también maltratador pero cargado de razones para justificar lo injustificable. Recalca esa adrenalina que sufrieron los actores sin poder cortar y repetir escenas y que, a pesar de las dos semanas de rodaje, al acabar parecía que todo el equipo se conocía desde hace más años. También nos sorprende diciendo que “las propuestas más atrevidas eran de Joaquín Oristrell y Cristina Rota”

María Botto habla de la comparación del teatro con “Hablar” y lo cuenta desde el punto de vista de cómo caminaron todo juntos antes de rodar que eso sólo ocurre en el teatro. Destaca que la experiencia ha sido maravillosa. Su personaje refleja la pérdida de la inocencia de una mujer haciendo todo lo posible por darle de comer a su hijo y surgió al lanzarse la idea de “El ladrón de bicicletas” de Vittorio de Sica.

 

Fotografía de Daniel Fernández Sosa
Nur Levi. Fotografía de Daniel Fernández Sosa

 

Las anécdotas más graciosas, como ocurre en el propio film, las narra Miguel Ángel Muñoz. “Me dieron a escoger textos y escogí el personaje adicto al porno y aún no sé porqué y cuando ya iba a decidirme recibí una llamada de Joaquín pidiéndome al mismo personaje y aún tampoco sé porqué”. Reconozco que junto a la actriz Carmen Balagué tienen las mejores escenas y más divertidas y se agradece. En su intervención, la actriz exige que todas las películas en las que participe sean planos secuencias. Por su parte, Nur Levi tenía clara la idea de su personaje, “quería hablar del lenguaje y la perversión y de los mensajes contradictorios y subliminales”.

 

Finalmente, vuelve a tomar la palabra Joaquín Oristrell para remarcar que podían aparecer muchos más personajes de esa España de ahora, que no han contado con subvención o ayuda y que han querido expresarse ante esta oportunidad que les surgió con este experimento. Podrá gustar o no, pero hablar han hablado. Concluye que es consciente de las fórmulas nuevas para el cine pero que, no por ello, se debe renunciar al cine industrial. Un cine que no le ha permitido hacer esta aventura porque, bien es cierto, que no permiten hacer cualquier cosa, sobre todo, si entra ya de por medio el corporativismo.

La fecha de estreno será el próximo 12 de junio y consideran que el Festival de Málaga va a ser un buen test. Veremos lo que “habla” el público malacitano.

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