Crítica «15 Horas» – 24 edición Festival de Cine de Málaga
EL PERFIL DE LA VÍCTIMA
Muchas películas de las que recuerdan sobre violencia de género, lo abordan desde el punto de vista del maltrato físico en sí o esa evolución de micromachismos que se dejan hacer porque no se les da importancia hasta que las características propias de un maltratador salen a relucir, ya sea físicamente o psicológicamente.
Lo más interesante de «15 horas» que se presentó ayer en el Festival de Cine de Málaga dirigida por Judith Colell, es que podemos ver el recorrido por el que pasa una víctima de violencia de género. Y la protagonista es ella, nadie más. Y eso es lo que más se agradece.
Lo que más prima es ese tipo de tradicionalismos que han conseguido una educación basada en «ver, oír y callar» que es de lo más deleznable que le puede suceder a una sociedad. El matrimonio protagonista de «15 horas» se dedican a la música clásica, él, director de orquesta y ella músico. ¿Alguien puede pensar que un afamado director de orquesta pueda ser un maltratador?. Pues si, porque las clases sociales no te salvan de una educación o unas conductas agresivas hacia las mujeres.
Aura, interpretada por Sterlyn Ramírez nos va a ir mostrando todos los miedos por los que pasa una víctima antes de decidir o no denunciar a su agresor. El temor a represalias, la falta de apoyo de la sociedad, y más sorprendentemente e injustificadamente de su familia, sus amigos y las instituciones, éstas últimas con un peso muy acuciante en la fría burocracia que les hace sentir números más que personas. Hasta la propia fe le impide poder tomar partido imponiendo sus asquerosos dogmas. Y al final ella siempre se siente sola y con miedo, y eso es lo que le pasa a todas las mujeres víctimas de violencia de género.
Entre las perlas de su maltratador, interpretado por Marc Clotet, le llega a decir frases como «anoche me hiciste perder los nervios y tú sabes que yo no soy así», o tiene que escuchar de su propia madre «¿qué te pensabas que era el matrimonio?» o «es normal que las parejas se peleen» o incluso «¿qué va a hacer Manuel solo?». Es lo más revelador de este film, donde ella tiene que ser el centro y todo lo demás, en algunas escenas muy sublime, aparece desenfocado aunque también tenga importancia en lo que sucede. Pero la mirada siempre tiene que estar en ella.
Aún podemos seguir aprendiendo (por ejemplo que existe también el maltrato financiero), detectar las claves por las que podemos ayudar e intentar amparar a tantas mujeres a las que algunas les podemos poner nombres y apellidos, y otras en cambio se encuentran aisladas por una justicia que parece que no quiere ir con ellas. Lo más grave es la propia sociedad, pero para ello tiene que ayudar la educación que logre que ante películas como ésta, se tenga ese dolor y empatía y rechazar este tipo de actitudes en pro de un mundo respetuoso e igualitario.
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