TEATRO ENCRIPTADO

Incluso cuando ya llevamos mucho teatro rodado, soy de las que piensa que es imposible llegar a un entendimiento completamente total de todo lo que puede ser una propuesta más compleja, y que además lo prefiero porque eso significa que puedo seguir aprendiendo de este mundo, y no me importa reconocerlo.

«Cielos» es una obra difícil. Exige un esfuerzo para conectar tantas palabras, tantas sensibilidades que el autor, Wadji Mouawad, ilustra en sus textos y por ir encajando las piezas de lo que quiere denunciar como las grandes tragedias que van a arrasar a la humanidad.

Un fallo que he tenido es ir con la idea de «Incendios» en la cabeza. Fue algo inesperado que sobrepasó los límites de lo que yo conocía en el mundo escénico, y se convirtió en una de mis obras favoritas que siempre recuerdo y que eternamente tendré en mi top de historias que no olvidaré. Sabiendo que también Sergio Peris-Mencheta estaba a la batuta, una no tiene más que sentarse y dejarse llevar para disfrutar. Así lo he hecho, pero debía haber empezado con un énfasis menos comparativo y más en conexión y atención con lo que estaba aconteciendo en este caso con «Cielos».

Dentro de una escenografía brutal donde la tecnología y tres plantas diferenciadas son el gran peso de toda la enjundia que vamos descifrando, nos encontramos a un equipo de criptógrafos, traductores e investigadores cuya misión es impedir un ataque terrorista mundial. Durante toda la función se van sucediendo informaciones a encajar y un propósito concienzudo de que el conocimiento y la inquietud proporciona la sabiduría y el raciocinio para desenmascarar a esas grandes potencias mundiales, que parecen que nos quieren salvar de un terrorismo que es el que ellos mismos crean, protegen y les conviene que siga existiendo y provocarlo.

En «Cielos» podemos ser conscientes de las carencias de nuestro propio mundo y cómo permitimos que el capitalismo y el liberalismo se disfracen de una falsa globalización en la que damos cábida y licencia abierta a los grandes causantes de las guerras y hecatombes mundiales.

En los personajes de Dolorosa Haché, Blaise Centier, Vincent Chef Chef, Clément Szymanowski y Charlie Elliot Johns podemos identificar nuestra personalidad desconfiada en un ambiente oscuro y de atmósferas tenebres donde la mejor parte que me ha servido para contextualizar lo que necesitaba era el juego de luces, un trabajo majestuoso donde para mi se ha visto la mejor virtud de la función. Y en ese trabajo en equipo cada intérprete ha jugado la mejor baza para beneficio del resultado final, teniendo la buena base de un texto que se ha servido de muy buena manera comunicativa y de transmisión al público por parte de todo el elenco.

Se agradece también que de esa manera tan inteligente haya ítems y partes reconocibles que permitían relajar ese discurso tan denso, para en muchos momentos del amplio montaje identificar a qué correspondía esos sucesos que permiten descodificar toda esa información que hemos recibido, y que se ha ido ofreciendo de manera visual y en los diálogos de los protagonistas.

Y aún así, no me voy con un cielo despejado si no con muchos códigos al los que igual les tengo que dar más vuelta que las de una sola contemplación, para desencriptar todo ese contenido al que me ha costado llegar. Eso sí, me sirve la lección de dejar las expectativas fuera de las nubes.

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