LOS ESPEJOS DEL PROCESO

Contemplar ayer «El proceso» en el Teatro Cervantes de Málaga fue un recorrido simbólico increíble, con una complejidad a la que hacía tiempo que no me dejaba llevar como espectador. Las metáforas de Kafka y una visualidad que me recordaba completamente a la versión cinematográfica de Orson Welles, provocaron un ejercicio de estudio y análisis, en el que gracias a una escenografía que juega como personaje principal y un buen hacer actoral de alta categoría convierten esta burocracia teatral en una experiencia que cuesta describir, pero que vibra con una intensidad enorme en tus emociones.

Principalmente el gran narrador de nuestro teatro, y ojalá de toda mi vida, Carlos Hipólito nos plantea las bases principales de un protagonista que está detenido, los detalles o circunstancias no son lo importante, es el propio viaje que él realiza con multitud de personajes en el que vamos poniendo nombre y apellidos a sus profesiones, describiendo de qué manera van a actuar con Josef K., el acusado, y cómo le van a hacer llevar a su trágico final.

El planteamiento escenográfico no puede quedar como algo meramente ambiental donde esas identidades participan dentro de lo que genialmente ha diseñado Mónica Boromello, otra de las grandes de nuestra escena nacional, porque es más que un personaje más. El atractivo que hace que ese ritmo no decaiga, esa comprensión sea más certera y ese interés vaya en aumento es por la coreografía espectacular en la que todos los intérpretes bailan al compás que necesita el espectador para ser sorprendido, pero además es partícipe de esa misma atmósfera oscura en la que los espejos nos enseñan todas las caras que necesitamos ver de la propuesta. Evidentemente, hay muchos aspectos a destacar de «El proceso», pero simplemente por la parte escenográfica es de imprescindible disfrute ver este montaje. Mis ojos no paraban de mirar a todos los rincones donde en primer y segundo plano sucedía todo.

Y los actores trabajan como un equipo unido cuyas piezas encajan perfectamente en este puzzle tremendamente sofisticado. Tengo mis debilidades con el gran Germán Torres que descubrí que estaba en esta gira y siempre me encanta cómo transmite cuando se divierte en escena haga lo que haga, eso es increíble, Alberto Jiménez es de los actores que probablemente sea de los mejores profesionales que trabaja con la mirada y con la voz, Jorge Basanta tiene una experiencia brutal que permite que sus personajes sean naturales y creíbles dentro de todos los detalles en los que tiene que centrarse, Felipe Ansola tiene esa delicadeza y fuerza que sabe equilibrar perfectamente y Ainhoa Santamaría especialmente me encantó sentirla en estos contextos más extremos con personajes tan de máscara y expresivos. Y cómo me encanta descubrir nuevos talentos, me ocurrió tanto con Olivia Baglivi como con Juan Carlos Talavera, a quienes ya tengo en mi ideario de conocerles en futuro con más roles que decidan hacer en escena.

Evidentemente, mención aparte merece Carlos Hipólito. Cualquier personaje que vea le siento en su piel, pero además hay que agradecerle tanto ese respeto y compañerismo que ejerce porque se contagia enseguida, y porque simplemente con verle colocarse en escena ya es una lección de aprendizaje que no cesará hasta que diga su última frase en la obra. Como espectadora y admiradora, es un regalo descubrir cómo ha querido trabajar en cada matiz, y sin él este proceso habría sido muy incomprensible. Es de admirar cómo humaniza la vida teatral para acercarla a la vida real del público.

Atreverse en «El proceso» es entrar en un juicio de idearios en los que ponerse en contexto, es saber ser ese reflejo de esa contemporaneidad que expresa el texto y entenderla más racionalmente con la parte visual escénica. Es un curso de técnicas teatrales apabullantes donde lo único que hay que hacer es dejarse llevar y entender nuestros propios mecanismos de emociones. Se habla de desidia burocrática, de esperanza que no quiere perderse, de la lucha de clases que rige el mundo, y al final se habla de nosotros mismos intentando salir de nuestras propias cárceles.

Cada uno buscamos nuestro espejo en el que reflejamos nuestros procesos. Ha sido un gustazo ver esa mirada teatral tan interesante y de excelente calidad teatral.

EQUIPO

Basada en la novela de Franz Kafka

Versión y dirección

Ernesto Caballero

Reparto

Felipe Ansola (Estudiante, Azotador, Fabricante), Olivia Baglivi (Señora Bürstner, Leni, Niña Titorelli 1), Jorge Basanta (Willem, Huld), Carlos Hipólito (Josef K.), Alberto Jiménez (Franz, El pintor Titorelli, El capellán de la prisión), Germán Torres (Juez instructor, Hombre alto, El tío Albert, Block), Ainhoa Santamaría (Señora Grubach, Mujer del juzgado, Niña Titorelli 2), Juan Carlos Talavera (Inspector, Ujier, Jefe de departamento)

Escenografía

Monica Boromello

Iluminación

Paco Ariza

Vestuario

Anna Tusell

Música original

José María Sánchez-Verdú

Espacio sonoro

Miguel Agramonte

Caracterización

Sara Álvarez

Movimiento

José Luis Sendarrubias

Ayudante de dirección

Pablo Quijano

Ayudante de escenografía

Mauro Coll

Auydante de vestuario

Eleni Chaidemenaki

Ayudante de iluminación

Daniel Checa

Prácticas de Dramaturgia y Dirección

Isabel Gorrachategui (Escuela TAI)

Fotografía

Luz Soria

Vídeo

Bárbara Sánchez Palomero

Coproducción

Centro Dramático Nacional y Lantia Escénica

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