Crítica «Espejismo»
EL ESPEJO TE DEVUELVE LO QUE TU MENTE NO DISUELVE
Un autohomenaje mirándose a un espejo. Es algo que cuando trascienden muchos años de nuestra vida, nos gusta dar esa mirada atrás resumiendo lo conseguido, y en la mayor parte de las ocasiones dando carpetazo a esos obstáculos que la vida nos pone en el camino para ir superando los retos que nos han correspondido.
«El espejo negro» cumple 30 años de carrera, y ha tenido esa valentía de saber mirarse a ese cristal con el que nos han regalado personajes en el mundo infantil y en el mundo adulto, y que todos contemplemos esos reflejos que nos ha ido mostrando en este tiempo, junto a muchas más sorpresas producidas evidentemente por la evolución en estos años de carrera artística.
El gran acierto de este último montaje estrenado ayer dentro del marco del Festival de Teatro de Málaga es, sin duda, el juego de luces y puesta en escena por el que vemos aparecer reflejados diversas críticas, gamberradas y perfiles que Ángel Calvente ha querido hacer realidad a través de sus sueños, de los que afortunadamente luego a posteriori el público somos testigo desde el patio de butacas. El trabajo increíble de su hijo, Laín Calvente, se ve mostrado en una estructura que forma un arco de luces con las que a través de ese juego de sombras, proyecciones y movimientos, son capaces de crear toda esa magia de la que esta compañía sabe hacer gala. Cada acción que han querido que se transmita al espectador, es lograda con gran maestría, dejándonos perplejos por sentir el movimiento corporal de Estío, el actor protagonista y maestro de ceremonias de la función, así como diversos animales y personalidades muy reconocibles que se pasean por el escenario.
Igualmente es sensacional el acierto musical para cada pieza, aportando la dosis de humor necesaria y la atmósfera perfecta para esos mensajes unos más claros y otros más sutiles, pero en definitiva ese golpe al corazón y al pensamiento que te hace reflexionar sobre situaciones de actualidad, y de cómo en muchas ocasiones parece que no hemos cambiado para nada en todo este tiempo.
Es un exquisito y espectacular trabajo de equipo que funciona a la perfección también por el trabajo de Jose Vera, cuya labor no se limita a ser actor manipulador. Corporalmente, vocalmente y técnicamente presta su generosidad tan intensa cuando pisa un escenario, que los gestos y acciones funcionan como esa coreografía exacta que requiere una idea de estas características que sumerge al público a un espacio abierto a lo desconocido, pero lo más fundamental es que también es libre y así se siente desde el comienzo de este viaje por universos cabareteros, de circo, de divas, desde lo más ruin del ser humano o lo más irrevente. La sensación al salir de «Espejismo» es que no quieres que pare la fiesta a la que nos hacen invitar puesto que el ritmo no decae, y la emoción de las distintas propuestas hace que no quieras perder un ápice desde lo que se nos va asomando desde una tela, un telón o cualquier objeto de los diferentes que se llegan a utilizar durante toda la representación. Se puede aprender muchísimo simplemente con el trabajo en las transiciones de «Espejismo», un verdadero lujo y conocimiento tan placentero que provoca que todo fluya de una manera creciente, y siempre desvelando una imaginación que desconcierta al que lo contempla.
La única pega es que me costó entender más la parte textual que la sensorial, pero pienso que lo más fundamental es recurrir al dicho de «depende del cristal con que se mire». Nosotros, como reflejos de esas visiones tan diferentes, caóticas y espectaculares, recibimos un particular mensaje y nos metemos dentro de lo que cada uno quiera entender. El mejor ejercicio es el que decía su creador, Ángel Calvente, tener esa libertad para enseñar la necesidad que tuviera en ese momento, y en Estío ha encontrado a un estupendo contador de este espejo.
Atrévanse a descubrir cual son estos reflejos. Es una honestidad teatral de la que no se arrepentirán, y siempre se verán con buena cara.
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