¿QUÉ VAIS A HACER CON LA CASA?

Ayer os hablábamos que «Los pequeños amores» se había ganado el calor emocional para todo ese reconocimiento de una historia que es necesaria en la gran pantalla, pero faltaba por llegar «La casa». Ambas se convierten en dos testimonios sinceros de reflexión que mejoran nuestro entendimiento y reconfortan los miedos e inquietudes que todos tenemos ante la vida.

«Los pequeños amores» se centran en una hija cuidando a una madre, y en «La casa» todos los personajes afrontan la pérdida del progenitor, y se enfrentan un dolor que no saben gestionar y una situación donde cuesta esa comunicación para decir «te quiero» porque lo que nace es echarse en cara toda esa rabia interna que necesitamos expulsar de mala manera, pero que ayuda a poner las cosas en su sitio y seguir adelante.

Creo que «La casa» conforma un cine que salva a los que no podemos abrazar a nuestros padres, a quién lo ha vivido recientemente y a quién aún ha tenido la suerte de no afrontar esa tragedia. En este caso, hay un amplio abanico de empatía en cada uno de los personajes, y esa armonía de familia que han vivido para trabajar todos a una en este proyecto se refleja en esa simbología y en ese amor que le han puesto cada uno con sus propios detalles.

En la cinta que dirige Álex Montoya conocemos a estos tres hermanos que han perdido a su padre. En rueda de prensa, incluso Óscar de la Fuente nos confiesa que, cuando se visionó, veía a su padre quién murió unos días antes del nacimiento de su hijo. Ésa es una de las maestrías de esta historia. Esa sinceridad reflejada en gestos y en la manera de expresar las palabras de una manera tan verdadera que nos llega a todos.

Uno de los grandes aciertos de la película es como no nos perdemos en ningún momento para todas esas partes reconocibles del relato gracias a unos flashbacks muy interesantes que despiertan el interés, y hace que en ningún momento la trama pierda el ritmo de los acontecimientos de las cosas. En esos casos, también otro arma poderosa que habla por si solo es el silencio. Es difícil que los realizadores logren llegar al máximo esplendor sentimental con el juego ausente de palabras, pero sí de posición del cuerpo, la mirada y una atmósfera que explica todo por sí sola. Y es algo que se comprueba en todas las escenas, especialmente las de saltos en el tiempo.

No solamente hay una parte de alma tan fuerte, si no que para destensar y lograr que todo esos acontecimientos acelerados tengan un poco de pausa, el director recurre a un humor amable que te desconecta por un instante de todo el clímax vivido, para sonreír con alegría y volver a retomar fuerza para todo lo que queda de lo que nos queda por conocer de cada personaje y de su familia en conjunto.

Todo esto ha logrado construirse porque los cimientos de «La casa» son del creador Paco Roca cuyo cómic es la inspiración de toda este resultado audiovisual, por cierto que nos ha sorprendido conocer que el rodaje se ha hecho íntegramente en la casa original que Paco Roca ha adquirido después de la muerte de su padre. Esas sinergías son las que esperamos que se sigan produciendo en nuestro cine. Ese arte necesario para llorar bonito.

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