«La gran apuesta» se presenta como un documental ficcionado de larga duración. Un producto de conciencia sobre los verdaderos culpables de la crisis del sector inmobiliario de 2008, todos aquellos que se dieron cuenta y quisieron mirar hacia otro lado y todos aquellos que ante la posibilidad de denunciarlo o lucrarse, eligieron este último camino. 


La gran apuesta para el espectador es plantarse ante la maraña de datos, uno detrás de otro, sin llevar un bagaje previo. O al menos la clara intención de querer estar atento a todos los detalles económicos que se plantean desde el mismo arranque de la película. Sin esa predisposición, estás perdido y deseando que se acaben las dos horas de metraje.


El realizador, Adam McKay, tampoco presenta un alarde de originalidad en cuanto al montaje y presentación de los personajes y los términos que quiere ir explicando. Lo que si maneja son muchos recursos para que no se te haga pesado, para que te sorprendas y puedas ir adquiriendo más conocimiento y números que te siga sirviendo para entender todas las caras de la moneda de los diferentes fraudes que los bancos vendieron en ese momento. 


Metiéndonos ya de lleno en la trama, nos presenta en un montaje de flashbacks y flashfowards, quién fue el creador de esas hipotecas fraudulentas y cómo diversos factores intervinieron para llegar a la situación tan dramática a la que se llegó en el año 2008. Todos los actores no se relacionan entre ellos, muestran las circunstancias de los diferentes personajes que representan y entiendes las perspectivas y el punto de vista de cada uno de ellos. En la mayor parte de los casos, logras odiarles y evidentemente la referencia hacia lo que sucedió y sucede en nuestro país se mantiene latente, lo que incrementa esa animadversión hacia lo que se ve en pantalla.


Lo único que espero es que Christian Bale no se lleve el Oscar por representar un personaje de Sheldon financiero en esa tendencia «oscariana» de dar premios a sujetos raros, extravagantes o que se afean. Ni tampoco ninguno de los restantes actores, que aunque interpreten en su parcela de película coral de buena manera y con la actitud que se necesita, lo principal es la explicación, el contraste de cifras y referencias y que como dice el director, suponga una llamada de atención a los espectadores. 


Me quedo destacada la frase de Mark Twain, «No es lo que no sabes lo que te mete en problemas. Es lo que sabes con certeza y que los demás no lo creen así», también cuando llegan a la conclusión de que los bancos sólo quieren convertir a las personas en cifras y cómo intentaron echar las culpas a otros, en este caso como siempre, a inmigrantes y pobres.

 

 

Un gran ejercicio de responsabilidad y entendimiento el que ejerce «La gran apuesta». El inconveniente es quién decida ir a verla por alguno de los actores o pensando que se va a sostener por una trama de película normal. Se va a encontrar una apuesta fallida. En cambio, el que sepa digerir todas las crudas verdades que destapa, disfrutará de lo que se muestra y se sorprenderá por cómo se ejemplifican muchas de las situaciones y a quién utilizan para representarlas, en la mayoría de las ocasiones personajes conocidos. No saldrá con la satisfacción de vivir una buena historia, habrá identificado lo que ve en pantalla y luego lo habrá digerido como mejor le guste. Creo que por eso no me parece completa, si necesaria, pero asumiendo ese riesgo que creo que fue el germen de que se quisiera plantear el contar esta historia basada en hechos reales.


Nota: 6 Arcones

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