LA VIDA, RECUERDOS SON

Creo que todos llevamos una propia carra dentro. Transportamos nuestros sueños, que son recuerdos y que al final forman la vida. Pueden estar rematados con diferentes tipos de materiales que hemos encontrado en el camino, pero al final formamos la resistencia adecuada cumplir con lo que nos comprometemos, desde nuestro propia historia de vida.

«La vida es Clarín» es ese recuerdo que ha formado la vida de Higinio Rodríguez. Un ímpetu que he visto plasmado en una sonrisa que es de las más contagiadoras que he podido contemplar en escena, desdoblamiento de personajes con una inteligencia muy sofisticada que el público agradece y una manera preciosa de transmitir el verso porque, aunque se sabe a conciencia que son las palabras que Jose Luis Guerrero ha creado, son además las que Higinio quiere decir y expresar.

La excusa ha sido «La vida es sueño» y es con la que nos ha hecho imaginar a nuestras enseñanzas escolares cuando empezabas a entender qué significa esta gran obra de Calderón de la Barca, y en ese trayecto hemos vuelto a identificar a esa Rosaura, Clotaldo, Basilio, el propio Clarín y el resto de personajes pero la intención era ir sorprendiendo a más, y también algo que me entusiasma especialmente que es hacer que el espectador tenga su labor de prestar atención, y que con ese ritmo sublime que tiene la función vaya encajando las piezas necesarias utilizando su imaginación y las disciplinas tan extensas y generosas que ha ofrecido todo este equipo titiritero para beneficio del espectador.

Quiero destacar el trabajo de Nahuel Cardozo que más que una sombra, era un espejo perfectamente complementario a Higinio. Un truco resuelto desde el principio pero que funciona como un personaje más, que sabemos que participa pero no de qué manera mientras va avanzando el camino de esa carra ambulante. Es brutal como asiste, y como sirve para que algo tan complicado como un monólogo le pueda servir a Higinio como respiro para terminar su relato.

En «La vida es Clarín» hay una búsqueda constante de hacer despertar al público que tiene la suerte de enfrentarse a esta trama de destinos. Se le hace reír para reconsiderar de donde ha surgido ese momento cómico, y con diferentes técnicas que hacen de esta función algo completo y de agradecimiento por esa intencionalidad de no pasar desapercibida, y que el resultado sea un entretenimiento sin cesar. Es la labor de ese teatro necesario con una carra a cuestas que contiene los recuerdos, y por tanto nuestra vida.

Me siento orgullosa de haber podido ser testigo de la felicidad de Higinio, de ese amor a su trabajo, de mostrarnos su carra y desnudarse ante lo que quiere hacer sentir en su profesión. Quizás me puedo sentir aliviada de que en el teatro se pueda y se quiera contar lo que mi propia carra de recuerdos teatrales hace seguir mejorando mi propia vida.

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