Crítica «Las guerras de nuestros antepasados» – Teatro Cervantes
ESPERAR A QUE LLEGUEN NUESTRAS GUERRAS
En esta ola de adaptaciones de novelas de Miguel Delibes después de acabar el año magistralmente con «Los santos inocentes», nos encontramos con «Las guerras de nuestros antepasados» dentro de la edición de este año del Festival de Teatro de Málaga en el Teatro Cervantes, y que lleva como protagonistas a dos grandes intérpretes de nuestra escena como son Carmelo Gómez y Miguel Hermoso.
Delibes, en esta ocasión, remarca nuevamente la herencia familiar y el cómo forzamos nuestra identidad a través de ese legado con el que se forma nuestra manera de vivir y de entender cómo tenemos que afrontarla. Lo centra en un personaje cuyo nombre ya no nos quiere meter en guerras, Pacífico Pérez, quién incluso en un momento de la obra recuerda que le llamaron soldado Pacífico, con un cuadro palpable de hipersensibilidad, lo cual ya crea la identidad del autor de no querer hacer ninguna apología de la guerra, si no más bien cerciorarnos con su obra que todos tenían una guerra de la que hablar y que contar, y cuestionar porqué en la vida tenemos que ir los unos con los otros.
En este diálogo constante y sublime con el doctor Burgueño, se reflejan resumidas las siete entrevistas que este protagonista tiene con el psiquiatra de la prisión, y en una evolución de las escenas donde el ritmo no decae tengo que nuevamente volver a asombrarme por el trabajo técnico de dos genios que en multitud de ocasiones me asombran con su labor como son Juan Gómez Cornejo y Mónica Boromello. Con su trabajo en las luces y la escenografía ayudan a que la coreografía de Miguel Hermoso y Carmelo Gómez, sea un ejercicio plenamente bello de ver y que provoca que el espectador avance en una serie de atmósferas que ayudan a entender mejor los ambientes de las historias que describe Pacífico en su relato. Las transiciones además sorprenden a lo largo de la función, por ejemplo, con los propios actores manipulando parte de los elementos que tienen que ver con la emoción que expresan en ese instante, y es un juego que me ha gustado para no sentir todo el rato que estaba ante una conversación entre dos personas que podría resultar monótona.
La pega con este tipo de obras es que se tarda un tiempo en poner los contextos de por qué se le pide a este protagonista que narre su pasado con el Abue, el Bisa, Padre y tantos personajes. Y hasta que ese orden en la cabeza se forma, hay ocasiones en las que espectador puede llegar a desconectar de tanta información que se presenta, pero al ir avanzando, contextualizando y sobre todo marcando unas diferencias en el discurso como la utilización del humor, el simbolismo o los giros repentinos de las palabras, ya el puzzle se va recomponiendo hacia un final inesperado, y que hace reflexionar sobre un mundo que no difiere tanto de este transitar por los años 60 y 70, donde parecía que las guerras, la violencia o la agresividad iban a copar más importancia que ahora, y es algo que lamentablemente no hemos cambiado.
¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues quizás hacerle caso al tío Paco, y darnos cuenta de las cosas que tenemos delante aunque no las veamos. Lamentablemente siguen existiendo esas guerras que nos recluyen y que parecen la única manera que encontramos de comunicarnos. Ojalá surja esa generación que haga que lo que el maestro Delibes contaba en su época, quede en el pasado en vez de parecernos un presente cada vez más futurible. O como diría Julio Anguita, «maldita sean las guerras y los canallas que las hacen».
REPARTO
Carmelo Gómez
Miguel Hermoso
EQUIPO ARTÍSTICO Y TÉCNICO
Autor: Miguel Delibes
Adaptación teatral: Eduardo Galán
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Escenografía: Monica Boromello
Vestuario: Yaiza Pinillos
Espacio Sonoro: Manu Solís
Ayudante Dirección: María Garcia de Oteyza
Productor: Jesús Cimarro
Dirección: Claudio Tolcachir
Producción: PENTACION Y SECUENCIA 3
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