UN PEQUEÑO AMOR PARA UNA GRAN PELÍCULA

«Cinco lobitos» se convirtió en una de las películas de mi vida en esa mañana de domingo que la visualicé en el Festival de Cine de Málaga. La vi justo antes de la muerte de mi madre, y al estrenarse en cine la volví a ver después de su fallecimiento. Ese film explicó lo que la cultura logra provocar en mi, y es cuando defiendo que me salva en muchos momentos de mi vida logrando identificar emociones que yo misma no sé o no puedo concretar, y albergar un alivio en que lo que estoy sintiendo no es cosa extraña particular, y que se puede encontrar un reflejo y una salida a esos conflictos.

Ese momento fue mágico y único para mi, y me encanta equivocarme cuando consideraba que no me iba a volver a ocurrir hasta que en esta mañana de lunes, Celia Rico lanzó ante mis ojos la propuesta de «Los pequeños amores» que abraza mi alma, y me hace sentir que no estoy sola en lo que considero y como actúo en mi vida. Son esos regalos que solo el arte es capaz de provocar en mi. Un placer que no puedo cualificar, solo interiorizarlo para transformarlo en sentimientos que me ayudan a seguir en mi día a día y cerciorarme que en España se hace un cine necesario, y que rezuma talento en tantas historias que son capaces de traspasar el corazón de tanto público.

La directora nos presenta a Ani y a Teresa, madre e hija que en esta ocasión, la gran protagonista que nuevamente me hace soñar en la piel, en la sonrisa y en los ojos de María Vázquez es la cuidadora de su madre y me ha reflejado a mi, en mis miedos, en mi valentía de seguir sola en un mundo tradicionalista que no te deja su hueco, en cerciorarme de ser hija eterna y no convertirme en madre, pero sí en dedicarle todo el tiempo de calidad del mundo a la mía. Ése era mi objetivo cuando ella vivía. Y en nuestro país tenemos que sentirnos más que orgullosos de poder contar con una actriz como Adriana Ozores. Resalta a la perfección a esa generación que no primaba el cariño ante una reprimenda o sentirse en libertad de decir lo que piensan, es su manera de decir «te quiero» que a muchos nos costaba entender hasta que te separas de esa idiosincrasia y lo puedes comprobar con una mirada más madura y de entendimiento. La relación entre ellas es tan de verdad, que cualquier espectador puede ver reconocible muchos de los aspectos que aparecen, y en mi caso revivir un recuerdo que es doloroso pero que me ayuda cuando lo gestiono a tener fuerza y seguir siendo la mejor mujer libre para mi madre.

Me encantan las palabras que se han utilizado en rueda de prensa para definir todo el proceso que se ha llevado a cabo: ambiente profesional, distendido, meticuloso y amoroso. Crear la esencia de la realizadora con cariño, delicadeza, mimos y cuidados. Trabajar desde la sutileza. Sabiduría. Crear energías, apoyo y acogimiento. Y el resumen maravilloso que ha hecho una de las miradas más bonitas y reales que me he encontrado cerquita en una rueda de prensa como ha sido la de Aimar Vega describiendo que ha sido fácil trabajar en esta película porque estaba bien, a gusto y feliz.

La directora ya hizo un debut más que interesante con «Viaje al cuarto de una madre» resultando surgir más preguntas de las que tenía, y por ello la creación de «Los pequeños amores». Ojalá le sigan cercenando este tipo de inquietudes a Celia Rico, porque si ella es la encargada de darme mi esperanza de futuro, me puedo quedar tranquila que mostrará lo que necesito sentir en mi día a día.

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