TEATRO NORMAL Y DE BIEN

Creadores como Alberto San Juan, tienen la opción bien marcada en sus espectáculos de crear conciencia acerca de las cuestiones que más le inquietan. En este caso, en «Macho Grita» se hace una disertación sobre la historia de España en la que podemos entender por qué ese concepto del «macho» se ha extendido y se sigue normalizando en nuestro país. Además de poner en solfa muchas de las decisiones de nuestra crónica española, que tienen relación directa, con las injusticias de nuestra actualidad que las siguen ejecutando las diferentes jerarquías que han tomado el poder.

Hace una semana en Almagro, lo vimos con «Burro» creando ese recorrido por todos los burros de cada siglo de historia queriendo reforzar lo que tenemos de ese animal en nuestro comportamiento, y cómo ese concepto se puede seguir utilizando para ese autoprendizaje a mejorar, y en este caso en Olite hemos recibido una extensa historia de España en la que el protagonista se deja llevar por las músicas seleccionadas, entre ellas muchos temas patrios, y a través de los cambios de tono y el énfasis en determinados hitos de nuestro tiempo nos va comunicando diferentes figuras como la del exiliado, la de Don Juan, la erradicación de religiones, la dogmatización del Siglo de Oro y lo más importante qué significa ser un «macho».

El problema principal de la función es que aunque sea una hora y media, sientes que el ritmo es mucho más largo y tedioso. Alberto lo intenta compensar y que funcione intercalando piezas musicales con unos profesionales maravillosos como son, Pablo Navarro, Gabriel Marijuan, Miguel Malla y Claudio de Casas, pero puede ser algo interesante en un primer momento, pero repetir la fórmula no ayuda para que esa atención siga centrada en todo ese hilo histórico.

No hay duda que es un privilegio disfrutar de uno de los mejores actores de nuestro país, pero quería especialmente que me hubiera sorprendido en «Macho grita», y no ha sido así. Al igual que en «Masacre, una historia del capitalismo español» o en «Autorretrato de un joven capitalista español», lleva la misma fórmula en la que se deja fluir y llevar por las canciones escogidas para cada parlamento que traslada al público. Nos marca datos interesantes de los que reflexionar, y pone nombres propios a destacar. Pero después de contemplar todas esas intenciones, no tengo una certeza clara de por qué el macho tiene miedo de no serlo. Es un discurso con mucha enjundia de aristas preocupantes, pero no acierta en que el espectador entienda desde el principio hacia qué lugar se le ha querido trasladar, o qué desconocimiento hemos podido alcanzar para aspirar a ser españoles normales y de bien.

Lo que sí le agradezco es el inteligentísimo humor de la obra. Me he reído muchísimo, observando cómo el propio Alberto se sabe reír de si mismo pero además por ocasiones del monólogo donde simboliza acciones muy divertidas.  Eso sí que ha permitido mantenerme dentro del contexto, y recuperar un poco el interés general.

Ya tenía claro que no quería «machos» en mi vida y ahora más, pero sí que me gustaría contemplar ese teatro normal y para gente de bien presentando sus propuestas de manera que sea más eficaz y perceptible.

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