Mollys-game-cartel

Lo hablamos en anteriores ocasiones. Es cierto. Pero sigo admirando profundamente a los directores que deciden apostar por su propio lenguaje a la hora de abordar sus historias y que sigan llevándolo a cabo fielmente desde sus inicios.

Aaron Sorkin ya lleva su sello como guionista, faltaba el de la dirección con el que se ha desquitado en esta biografía fílmica, que curiosamente protagoniza uno de los valores que sabe alzar profundamente en su trayectoria. Las mujeres. Mujeres decididas, fuertes y que han sabido llevar a cabo una serie de iniciativas que las hacen ser especiales candidatas para contar tramas tan atractivas como la que apreciamos en «Molly´s game».

En esta película conocemos el caso real de Molly Bloom. Una ex esquiadora muy famosa que cambia su rumbo deportivo por el de ser anfitriona de partidas de póquer, donde poco a poco y conociendo cada vez más este mundillo se hace con un mundo, en el que se convierte en totalmente poderosa e imprescindible para muchos de los apostadores que daban mucho dinero por participar en sus reuniones con estrellas hollywodienses.

Lo curioso de todo esto es la propia contradicción que hallamos o que nos hace suponer los innumerables tópicos de este mundillo. Dentro de las cartas de póquer, las apuestas y todo el dinero que se mueve, nuestra primera idea siempre tiene que ver con la mafia, el engaño y muchos más adjetivos que van más hacia la senda de la negatividad. Lo que Aaron Sorkin nos muestra aquí es la propia integridad de la protagonista. Ella quería hacer partidas interesantes pero siempre dentro de la legalidad, utilizar herramientas para beneficiarse pero que fueran seguras y nunca caer en desvelar secretos o utilizar tanta información importantísima que pasaba por sus manos. Para mí, es el gran valor de «Molly´s game».

Para lograrlo cuenta con un reparto muy interesante que cumplimenta también a la perfección otro de los sellos de Aaron Sorkin, los interminables diálogos con tanta información condensada que deben decirse o «cantarse» como si de versos clásicos se tratara. Y he de decir que ese papel lo hacen maravillosamente bien tanto Jessica Chastain, a quién la propia Molly Bloom quería que fuera la intérprete que le diera vida, Idris Elba, quién siempre sólo con su presencia ya llena la pantalla y en esta ocasión dando vida al abogado defensor, donde curiosamente creo que vive la misma evolución que el espectador con el propio personaje principal, es decir no la cree pero con su discurso se va haciendo cada vez más cómplice de ella y de lo que defiende, y el resto de actores que ayudan a que el resultado tenga un ritmo vibrante y adictivo desde el primer minuto de película, y que representarían a las estrellas que verdaderamente estuvieron en esas clandestinas citas como Tobey Maguire, Leonardo di Caprio o Ben Affleck.

Como pega, simplemente si no se está acostumbrado al sistema de Sorkin, todo lo que se cuenta puede parecer tedioso y que aporta excesiva información en poco tiempo, se necesita una buena concentración que quienes le conocemos sabemos cómo quiere hacernos llevar y que todo vaya fluyendo de una manera fascinante. De lo contrario, las casi dos horas y media de película se sufren.

Mi consejo es que apostéis por ella, ¡sin duda!.

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