LUCES EN EL CIELO

Se te pueden ocurrir veinte mil excusas para no afrontar una despedida. Hay frases más poéticas, más cursis y más certeras pero lo verdaderamente plausible es que ninguna de ellas podrá ejemplificar, lo que se le pasa a alguien por su mente cuando tiene que prepararse para la muerte de un ser querido.

«No sé decir adiós» es una película incómoda porque es un cine que trasciende a la realidad. Parte de dos hermanas cuyas vidas paralelas permiten que el espectador observe cómo manejan la situación de encontrarse a un padre que le queda poco tiempo de vida. Carla se refugia en lo que siempre le ha alejado de la realidad que detesta, las drogas y el alcohol (y cuando está un poco más consciente incluso en el sexo), mientras que su hermana Blanca eligió la vida familiar tradicional, obviando sus propios sueños y sacrificándose formado parte de esos mecanismos de los que su hermana pudo librarse y no encargarse.

Vemos esa evolución en la que ni siquiera se pueden sostener la mirada entre los actores protagonistas. El miedo a la muerte y a asimilar lo que les va ocurrir, condiciona sus gestos e interpretaciones y ayuda a esa veracidad que ya reluce en el extraordinario guión y, que se plasma en las consecuencias totalmente lógicas que van asumiendo cada uno de los personajes. El cine debe mostrar diferentes abanicos en los que entender nuestra vida. La comedia es necesaria, el thriller, o una historia más liviana, pero «No sé decir adiós» es esa película por la que sabes que el cine significa crear historias de la realidad en la ficción. Lo demuestra en ese trabajo concienzudo de tener constantemente al espectador con emoción, vibrando con cada nueva escena y levantando un final sublime, que te reconcilia con el género dramático en España, donde la sorpresa es mayúscula y el riesgo más que agradecido.

Retiras esas posiciones fantasma en la que recoges partes de personalidad de los diferentes roles o, incluso, reconoces fervientemente a ese abuelo Juan Diego, cascarrabias a la par que cabezota en alguien de tu familia. el veterano actor vuelve a hacer un alarde físico para el asombro, al igual que una buena interpretación que, personalmente, necesitaba después de algún tropiezo teatral donde no reconocía a ese hombre entregado en su profesión. Si bien es cierto que sus hijas en la ficción, tanto Lola como Nathalie, le bautizan como el mejor padre imaginable, el peso de toda la trama lo tienen ellas y lo llevan de una manera soberbia, cuya recompensa es que el espectador no puede quedarse impertérrito por las emociones que generan. Incluso las que siguen para deshacernos de muchos conceptos internos, que gracias al cine y a películas como esta ideada por Lino Escalera, nos aspiran lo que llevamos dentro y buscamos una nueva meta con la que seguir adelante.

Hay dos elementos que me han hecho ambientar en la película y ayudarme a percibir la atmósfera que invadía a los intérpretes. Uno de ellos ha sido la luz, donde está siendo un juego exquisitamente utilizado por muchos de los films de esta sección oficial y, el otro son los silencios. Ese momento que no dices pero que sin hablar, lo estás afirmando o negando todo. Y simbolizan varios conceptos que hacen falta en la historia, la falta de comunicación, la tristeza personal y, evidentemente lo que más marca todo, el miedo a la proximidad de la muerte y el miedo a lo que implica la despedida.

En mi apuesta personal, quiero alguna de las dos Biznagas para estos dos increíbles actrices que me han hecho viajar con ellas, y que era un auténtico gustazo verlas compartir escenas o hacer grandes a los demás actores con su generosidad y profesionalidad. Juan Diego incluído. No le digan adiós precisamente, sino un adiós disfrazado de hasta luego que diría Sabina. Al menos hasta mayo que es el mes previsto de estreno.

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