Crítica «Tea Rooms» – Teatro Cervantes
ROMPIENDO LA ESCALERA INTERIOR DE LA SOCIEDAD PODRIDA
En esta tesitura en la que en el Teatro Cervantes estamos pudiendo descubrir a mujeres maravillosas que no son las que han copado el estudio en los años de historia en nuestro país, el Festival de Teatro nos presenta «Tea Rooms» pudiendo conocer a la autora, Luisa Carnés, en una propuesta visionaria sobre nuestros propios condicionantes como sociedad. En su momento, es una creadora que pone en solfa las diferencias sociales que nosotros mismos establecemos, y que perfectamente con las peculiaridades del paso del tiempo se pueden testimoniar en el tiempo de ahora, y que a la vez las pone de espejo para que podamos ser un pueblo que busque ese nuevo camino para poder cambiar ese futuro que no nos hace mejores.
De nuevo vemos una gran labor de equipo en el elenco de esta producción de «ComeyCalla» puesto que las intérpretes ponen todo de su alma, de su humor y de su voz en un trabajo de generosidad y de concentración que hace que veamos esas diferentes personalidades tan claras, y podamos identificar esos pensamientos de la época (que actualizados pueden representar igualmente muchos de los que aún inexplicablemente permanecen), y especialmente esos miedos ante lo que verdaderamente se podía luchar pero con la vulnerabilidad de tener tan poco, y no querer perderlo todo si se sabe la verdadera opinión o los derechos a los que se aspiraban en esa época, y que poco a poco ya logramos aunque quedan muchas escaleras interiores que derribar.
Durante la función hay muchos temas inteligentemente cuidados en los diálogos para ponerlos en toda esa atmósfera y darnos cuenta de la importancia de seguir valorando los logros conseguidos por tantas mujeres que tuvieron que ver, oír y callar. Se habla de los primeros luchadores desde los sindicatos convocando huelgas, la precariedad laboral, la opresión de las clases pudientes, el aparentar junto al qué dirán, el hambre o el aborto. Y es importante volver a darles ese espacio en el mayor poder de transmisión que es la cultura, especialmente para no volver a esos años en los que se consideraba que todos estos avances tan indispensables para lograr un mundo igualitario entre mujeres y hombres tampoco eran para tanto.
Lo único que me ha distraído de mi concentración absoluta hacia lo que veía representado era la pantalla de proyección que entendiendo perfectamente su uso, era algo que no me ayudaba a seguir el hilo tan cercano y físico que estaban teniendo las actrices. Entiendo que también ayuda a crear esa sorpresa, pero siendo una función tan humana me hacía salirme de ese ritmo tan bien marcado por ese salón de té tan interesante, aunque enseguida volvía a retomar en cuanto la atención volvía al primer plano del escenario.
Agradezco ser una invitada que ha podido contemplar y ser testigo de ese esfuerzo duro y concienciado de estas actrices que consiguen que nuestra propia miseria no nos vuelva a provocar que seamos una sociedad ciega, tonta e inmoral. Lo que finalmente contemplamos es una coreografía maravillosa de unas artistas que han implantado fe y esperanza para buscar esa solidaridad con la que podremos seguir cambiando esas escaleras interiores, hacia un nuevo camino de igualdad.
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