Crítica «Una madre de película» – Teatro Cervantes
SIN LA MENOR INDULGENCIA
«Una madre de película» habla de amor y de cine, y además del propio amor al cine. Envueltos bajo la figura que más protegemos y admiramos como es una madre, Toni Acosta hace un ejercicio sublime, de ritmo vertiginosos y risas sin pausa, en el que descubrimos todo ese miedo real del miedo al nido vacío. La protagonista, Eva María, es una devoradora de películas y en ese hilo conductor se contruye una raíz de escenas incesantes en el que esos títulos marcaran la génesis principal de la función.
Se presenta bajo el marco de una escenografía maravillosa, en la que no paramos de descubrir sorpresas que ayudan al trabajo de la actriz para que ese monólogo no pierda nada de fuerza. Elementos que va usando de una forma muy cómica, y que permiten que el espectador de manera muy fluída vea todos los aspectos importantes que les va logrando comprender fácilmente todo lo que va sucediendo. Y es que en «Una madre de película», la parte técnica juega como un actor más. Está especialmente trabajada tanto para ayudar a Toni Acosta a toda la evolución de sorpresas, que llegan de principio a fin de la obra, y tiene una complejidad muy reseñable en cuanto a que todos esos estímulos fortifican el discurso principal, ayudando a que todo discurra natural, y que se te pase rápido, sin cesar de disfrutar en cada parte de toda la función.
Y me siento tremendamente feliz de haber descubierto a Toni Acosta como actriz en esta representación. Su trayectoria es del todo conocida, pero reconozco no ser de las fieles a su trabajo televisivo o cinéfilo. Aquí se ha ganado mis respetos porque se nota que defiende y que ha hecho un esfuerzo titánico para entregarse en esta función tan diversa en géneros. Entiendes perfectamente a esa madre entregada que no entiende la nueva situación en su familia, los orígenes de todo ese recorrido hasta llegar a ahora y que todo lo soluciona con un humor exquisito, de los que te levanta las mejores sonrisas para luego reflexionar sobre ellas. Toni Acosta ha demostrado ser un talento cómico que permite que todos los que hemos asistido hoy al Teatro Cervantes nos hayamos sentido felices al salir del patio de butacas. Y en estos tiempos, se agradece sentir una función bonita que te haga revivir emociones de las que no se olvidan.
Lo importante en toda función cultural es provocar o mantener la ilusión, y este montaje liderado por un Juan Carlos Rubio que, cada vez, eleva sus proyectos profesionales hacia límites insospechados, consigue que se refleje la labor de todo un equipo que ejecuta un guión genialmente construido desde la verdad social familiar, pero saltando los límites de la ficción con la temática del celuloide que ha permitido hacernos soñar a un público que nos hemos entregado totalmente a todo ese amor escénico que se ha representado.






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