FLIPADAS Y CHORRADAS DE FELICIDAD

Cualquier compañía o proyecto desearía tener la proyección de Ara Malikian cada vez que pisa Málaga. Es garantía de lleno absoluto en el Teatro Cervantes como demostró ayer presentando su gira «15» con la que celebra todos los años de trabajo en España. Ni una sola butaca vacía y logrando desde los primeros acordes que toca con su violín, caminando por el pasillo del patio de butacas, que el público se entregara y le regalara su cariño desde el comienzo del concierto.

Lleno absoluto en el Teatro Cervantes
Lleno absoluto en el Teatro Cervantes

El año pasado, Ara Malikian se presentaba en el escenario malagueño junto a Fernando Egozcue y titulaba mi crónica como «Bálsamo de la felicidad». No me gusta repetirme en mis publicaciones, pero la palabra que siempre se me desprende, cuando disfruto de un concierto de este mago armenio recorredor de mundos, es «felicidad».

Esto ocurre porque Ara Malikian es sumamente generoso en su manera de transmitir la música y cuando alguien te regala su mejor versión, sin guardarse absolutamente nada para descansar, sin beber agua durante todo el concierto y sin parar de saltar con sus músicos, lo único que recibes es un buen trabajo musical, melodías que nunca pensabas que llegarían a tus oídos y el asombro de tanta energía talentosa que desborda con su violín. Te hace ser feliz y sales sin poder borrar la mejor sonrisa que se le pueda sacar a cualquier persona. Y no solamente lo logra con temas con más ritmo, donde siempre podemos escuchar algunas melodías más moriscas o asombrarnos porque mejora temas de «Radiohead» o «Led Zeppelin», también lo consigue con la música clásica.

Escuchando algunos comentarios a la salida del Teatro Cervantes, alguien argumentaba que no se había acercado nunca a este tipo de música, de hecho el propio Ara Malikian hace una parodia de los locutores de este tipo de programas (acertadísima y con la que no pude dejar de reír) en la que simplemente se presentaba un tema tras otro, incluyendo silencios eternos. Esta persona no se acercaba a este tipo de música pero se alegraba cada vez que escucha un violín tras acompañar a una amiga a uno de sus conciertos. Eso es uno de los objetivos que el violinista siempre defiende en sus entrevistas, acercar la música al público, de la manera que sea, pero no siempre ortodoxa como parece que pasa con la música clásica.

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Lo bueno de llevar ya muchos conciertos de Ara Malikian a mis espaldas es que le vas cogiendo su estilo y la manera de tratar las canciones. En baloncesto el símil serían los cambios de ritmo, un jugador que parece que se dirige a la canasta desde un punto y cambia al balón de mano y de dirección para ir desde otro lugar diferente. Pues así es Ara Malikian. Te va llevando a un ritmo lento que, enseguida, se acelera y pega botes con su violín para después acabar en una melodía más tranquila, donde parece que al público nos pulsa el «pause» para que ocurra un auténtico disfrute de cada nota. Y lo mejor aún, es que aunque yo argumente ahora esto de conocer su manera de ver de la música, en muchas de las ocasiones del concierto no podía esperarme ni por asomo por donde iba a derivar algunas de las canciones que hizo.

Tampoco ha perdido su faceta de showman, y tras los afectuosos aplausos después de cada canción, Ara Malikian agarra el micrófono y nos vuelve a sorprender con una historia, que nos da igual si es verdad o no, porque es sumamente divertida y acentúa, aún más, el gran carisma que profesa. Nos puede contar que por no entender el alemán, orquestó varias bodas judías durante muchos fines de semana, que Boy George le echó de su banda en Londres o que se quiso quedar definitivamente en España tras descubrir el jamón serrano. Y entre fantasía y realidad, esgrime dos palabras que me hace mucha gracia que pronuncie, «flipada» y «chorrada», refiriéndose a las cosas que cuenta. Marcas de alguien que sabe reírse exquisitamente de sí mismo y, por ello, puede provocar felicidad en los demás.

No quiero olvidarme de otro detalle importante. Cada vez que ha pisado Málaga con alguno de sus espectáculos, he conocido a músicos de una talla excelente. Músicos nuevos que si no es por él, pasan desapercibidos delante de mis ojos perdiéndome una auténtica experiencia y energía, que no podría perdonarme. Ellos son Jorge Guillén, violín; Humberto Armas, viola; Antha Kumar, tablas indias; Tania Bernáez, contrabajo; Héctor ‘El Turco’, percusión, y Cristina Garrido, violonchelo. Y el juego de escenografía y luces ayudaba a que pudiéramos meternos, aún más de lleno, en la gran calidad que estaban desempeñando en cada una de las canciones del repertorio. Un cuidado absoluto que el público siempre agradece, así como nos quedamos perplejos ante el poco tiempo en el que vuelven a meter caña con temas muy dinámicos sin parar y con una calidad a la hora de interpretar sus instrumentos que es auténticamente fuera de serie.

En este concierto de la gira «15», pudimos hacer un recorrido por Alemania, Londres, España y Armenia. Y en cada una de esas paradas, una sorpresa y una manera de ver cómo llegar esos sonidos y que todos te parezcan malikianos y, por tanto, te lleguen con esa energía sublime. Conocimos los sonidos más relevantes de todas esas culturas, vibramos con las coreografías y la rapidez de interpretación de los instrumentos y sentimos un concierto con sensaciones muy diferentes por ese repertorio tan variado donde podíamos escuchar a Sarasate, Falla o Paco de Lucía hasta hacerme llorar desde mi primera fila con el «Vals de Kairo» dedicada a su hijo recién nacido y el «Aria» de Bach pasando por mi lado con su violín, teniendo una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. Y particularmente como mejoras el «Kashmir» de Led Zeppelin. Realmente impresionante.

Un espectáculo que se puede disfrutar con toda la familia, ayer hubo público de muy diferentes edades pero todos con esa misma energía positiva, sabiendo que había vuelto a vivir o habían experimentado, por primera vez, algo único. Me repito pero Ara Malikian, es un bálsamo para la felicidad. Y ojalá no se gaste nunca porque le necesitamos.

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