BAILE DE MÁSCARAS

La fotografía de portada es de Pepe Ainsua

Volver a tus remansos musicales después de esta pesadilla tremenda como genialmente la definió el maestro Javier Ruibal, es una de las claves en las que nos acercamos a ese reencuentro con la realidad. Es curioso como en el caso de Zenet que asistí anteriormente en este mismo recinto, y ayer con ocurrió lo mismo con Javier Ruibal, ambos no han usado el término «nueva normalidad» o derivados. Hay una conciencia clara por parte del mundo de la cultura de que hay que seguir adelante, que les necesitamos pero, evidentemente, esto ha cambiado las circunstancias de vida de todos, y no lo podemos calificar como normal, ni nueva, ni vieja ni la que sea.

Uno de mis poetas y divos favoritos sí que me recordó aspectos tan personales de un artista al que has admirado tanto tiempo, y que pase lo que pase, su idiosincrasia reluce en las circunstancias adversas y en las que ahora hay que adaptarse, por ejemplo, en dividir el concierto en dos partes. En la primera, apareció con su mascarilla, y una camisa tropical como las que solo él puede lucir, y dio el escopetazo de salida del espectáculo con dos canciones tan reconocibles como «Tu vida en prenda» o «Sueño que te sueño».

Reconozco que deseaba no sólo escuchar el repertorio que tendría preparado o intentaría improvisar, si no también escuchar sus reflexiones. Esa generosidad que ha tenido todo el confinamiento de regalar poemas y consideraciones sobre esta etapa por la que hemos pasado todos. Porque Javier Ruibal es un gran juglar de nuestra vida cotidiana, y mucho más allá hablando del amor donde parece que tiene conexión con todo el universo para saber describir con precisión y emoción acerca de todo lo que se nos pasa por la cabeza, el alma y el corazón. En esa primera parte del concierto, nos da la enhorabuena por habernos salvado y hace énfasis en el regalo de la vida porque debemos comparecernos con los que han pasado pormenores tan tristes.

Siempre tiene palabras bellas hacia Málaga, que nuevamente le recibía con gran cariño y grandes aplausos a falta de poder ser más expresivos, mascarilla en boca, y para nosotros siempre tendrá el mejor de sus recuerdos. La ciudad que le entregó un Goya por su canción original en «Intemperie» que también nos regaló en este marco ideal del Palacio de la Aduana.

thumbnail_IMG-20200716-WA0007El compositor relata el desastre de los 4 o 5 primeros días de confinamiento, con una tristeza que no le cabía en el pecho, y pensando como si fuera un preso que sólo cabían dos alternativas: fugarse o cumplir la condena. ¿Y cómo lo ha hecho?. Haciéndose en casa 8 kilómetros todos los días, y escribiendo canciones muy especiales y poemas. Por cierto, aprovecho para recordarles que ha sacado libro maravilloso llamado «Coraza de barro», y que amablemente me firmó al final del evento.

Así que nos deleitó con esos temas nuevos del que yo conocía únicamente, «Baile de máscaras», pero también interpretó «Amor en la red» o «Soy ese que te cantaba», ésta última se convirtió en una de mis favoritas junto con otra que cantó de propina antes de finalizar el show, del que no desveló el título y hablaba de un paciente que le pide a un enfermero que le recete música en vena, aconsejándole artistas de gran renombre con ese arte y gracia que sólo Javier Ruibal sabe hacer, ya tengo muchas ganas de que sean grabadas en un próximo disco. Adoro que me haga reír tanto y que diga tanto en ese humor adictivo e ideal.

Uno de los aspectos de ser ya veterana concertera ruibaliana es lo que os comentaba antes de reconocer cosas que pasan en un concierto del maestro. No faltan los cambios de guitarra, a los que también se une el maestro Jose Recacha, o que se le pierda la pinza, no la de la cabeza si no la que sujeta el repertorio con sus letras, que salga a relucir el perfecto desorden y que siempre haya sorpresas, en este caso subió al escenario a una artista que desconocía y con la que ha tenido una estrecha relación en estos tiempos difíciles de confinamiento. Su nombre es Pepa Niebla, y tuvo la ocasión de interpretar una de mis favoritas, «Un ave del paraíso». Lo alucinante es cómo fue su evolución de pequeñita a enorme, de quedarse detrás del escenario casi sin verse a ponerse justo en medio, al lado del maestro para disfrutar al mismo tiempo con él de ese tema que es tan especial para muchos de nosotros. Me quedé con su nombre y su sensibilidad, pronto hablaremos de ella, de su disco nuevo y sus próximas actuaciones en Málaga en este arcón.

Los aplausos equidistantes vuelven para en la segunda parte del concierto recibir a Jose Recacha, con el que ya dieron rienda suelta a los grandes éxitos de todos los tiempos, y ocurre eso que encanta de ir ya reconociendo los temas con los primeros acordes, así sucede con «La reina de África», vaya duelo de guitarras y cómo le encanta a Javier Ruibal ir ascendiendo con su voz hasta llegar a límites insospechados, «Por tu amor me duele el aire», «Un sin morir día a día», «La geisha gitana», donde no falla la gracia nipona, «Tu divo favorito», que me gusta este tema y cómo le queda a Recacha con su eléctrica y en acústico, una maravilla, «Besos en abril» con un intento improvisado de «De Málaga malagueñito» que nos deja a cuenta al igual que muchos abrazos como ha acertado a expresar en esta crisis de pandemia y antes de los bises, un clásico, «Rosa azul de Alejandría» que, desde mi lejanía, intentaba hacer ese «na na na» de los coros para que ellos pudieran sentir la cercanía y el cariño de tanto tiempo les esperábamos para disfrutarles. Es un momentazo siempre y más con todo el público al unísono.

Las propinas, que diría Ara Malikian, fue este tema que compuso en este tiempo de confinamiento tan divertido, y que como en cualquier concierto de Javier Ruibal que se precie, hay emoción y risas a partes iguales pero en definitiva siempre se disfruta, y por último no podía faltar «Isla Mujeres», con la ayuda del público por supuesto.

Me fue necesaria esta noche después de tanto sufrimiento y sacrificio que hemos hecho todos, aún me cuesta que a ellos les pueda llegar que sí que estamos en sintonía mientras ellos interpretan y lo dan todo encima del escenario, es algo que tendremos que seguir aprendiendo y adaptándonos a esta realidad. Pero Javier Ruibal no pierde su esencia, sigue igual de comprometido y sensible con todas las personas y sus realidades del día a día, sigue despertando mis ganas de seguir aprendiendo de artistas como él, que respetan a la música y al público y desempeñan toda su labor en seguir disfrutando, y por tanto hacernos disfrutar a nosotros. En una de sus letras nuevas, destaca «Yo soy calidad», y de la buena añadiría yo maestro, la que no necesita fecha de garantía.

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