Rozalén y Bea Romero. Fotografía de Jose Vera.
Rozalén y Bea Romero. Fotografía de Jose Vera.

DE MARÍA A MARÍA

Voy a plantear esta crónica como la carta que le enviaría a mi amiga María de Navas de Tolosa, al no poder vivir este concierto de Rozalén conmigo pero sí estar en la distancia y en la memoria. Es algo que esta artista de Letur sigue logrando, diez meses después de su último concierto y en este arranque donde le primaba más la felicidad interior que hacerlo protocolariamente perfecto, que es que consigue nuevamente conectarnos a todos en los rincones desde donde cada uno la admiremos.

Precisamente yo que he tenido la ocasión de disfrutarla en varios conciertos en el Teatro Cervantes, un acústico en Fnac Málaga y un concierto en el Palacio de Ferias y Congresos, ya he empezado a querer verle en el escenario esos aspectos que son seña de identidad e irreconocibles en otros artistas, y que la hacen genuina y auténtica, como sólo sabe sacarle valor a su música. Empezando por ese quebrantamiento en la voz, que le sale de lo más profundo y sincero desde su verdad, pasando por una interpretación donde dejándose llevar por su inseparable Bea Romero logra dar en la tecla de los sentimientos necesarios que te tiene que provocar una canción, para por último escuchar ese tembleque de voz y nervios que hace que lamentes estar tan lejos, y ahora más guardar la distancia, para acurrucarla y hacerle ver que todo está bien y que echaba de menos ser testigo de lo que siempre especialmente provoca encima de un escenario.

Aquí aprovecho para resaltar de nuevo la gran organización de Starlite Marbella y lo cómodo y seguro que uno se siente al estar en sus conciertos, no tengo ni duda ni queja tanto del trato como de la preocupación porque se cumplan todas las normas de seguridad. Y dicho esto, vuelvo a mi «bonica». La cantante sigue jugando en este retorno post-confinamiento con unos fondos de escenario que ayudan, junto a las luces, a crear esas atmósferas donde nos dejamos llevar con su voz. Al comienzo, se ven sus letras grandes y poderosas y de repente el eterno reconocido poema «No te salves» de Benedetti, hace su aparición para que la percusión sea, como pasará de referencia durante buena parte del concierto, la introductora de las canciones y acelera la tensión y la adrenalina de lo que quieres vivir en un espectáculo de estas características. Pasan los músicos y Bea para darle espacio a Rozalén empezando con «Será mejor». Una de las muchas canciones esperadas con el público aplaudiendo a compás, sabedor del tiempo que esperábamos escucharla y sin pie de micro, la contemplamos queriendo pisar todo, mirar a la gente y a sus músicos, y tenemos la sensación de que se muestra incrédula ante tanto cierto de incertidumbre pero el alivio es que nos puede cantar, e iniciarse nuestros buenos sentimientos con ella.

Pantalla de inicio del espectáculo. Fotografía de Jose Vera.
Pantalla de inicio del espectáculo. Fotografía de Jose Vera.

«Muy buenas noches», dice la artista. Con esa naturalidad que engancha expresa un «Ay Dios de mi vida» acompañado de un «Qué ganas tenía», que nos roba más a nosotros de la boca que a ella misma. Y dice, además, lo que estaba ansiando escuchar, «voy a intentar contener las emociones, pero no prometo nada». Constantemente, el agradecimiento a la gente que allí nos reunimos a disfrutar de su arte, es algo que va a formar parte de prácticamente todos los temas que va a presentar en el concierto en Starlite Marbella. «Teníamos muchas ganas de trabajar», continúa relatando Rozalen, «queríamos empezar estos extraños conciertos». Y dice una verdad que es la gran realidad de estos meses, «pensamos que controlamos todo pero la vida tiene otros planes, había que parar». Todo esto adelanta otro de los temas que no podían faltar, «Vivir», al que le añade el lema de que su esperanza es que todos saliéramos del espectáculo con ganas de vivir. Noto unas ganas exacerbadas por parte de sus músicos de querer pasárselo bien, para así traspasar esa energía a la gente. Ese impulso que es tan necesario para quién debe contemplar desde su butaca todo este popurrí de emociones que nos recorre el cuerpo entero. Seguidamente canta «Ahora», ya con el pie de micro jugando a su antojo como muchas veces le gusta hacer.

Tomando la palabra, retoma los agradecimientos y cuenta lo feliz que se siente por estar ya pudiendo arrancar su gira de conciertos ante un publico tan «bonico». Nos habla del repertorio «bonico», aunque nunca me iba a esperar la de sorpresas junto a las canciones que todo el mundo quería que sonasen que nos tenía preparados. Del disco nuevo adelanta que en las «cancioncicas» que lo componen se ha vuelto a dejar la piel. Y entre lo menos esperado, bajo un cielo estrellado de verdad y el que utilizan como parte de la puesta en escena, rescatan un temazo como es «Berlín».

Llegamos a una novedad que queríamos ya oír en concierto. Rozalén es la encargada de poner una de las canciones principales de la banda sonora de «La boda de Rosa», película que inaugura hoy viernes 21 el Festival de Cine Español de Málaga, donde ella estará presente junto al equipo de la película, e interpreta la canción que me hace volver a estar en sintonía con María, la destinataria de esta crónica, «Que no»  es ya canción nuestra y letra que deberíamos tatuarnos en el cerebro para que la haga llegar al alma. Cuando la naturalidad de la cantante confiesa que ha estado trabajando con su psicóloga, mi corazón late con más fuerza. Ese mismo día yo escribí en mis redes sociales lo importante que significaba este mismo día donde iba a poder escucharla en concierto, porque fue hace cinco años el día que decidí cambiar mi vida para posteriormente ser mejor persona y saber gestionar mis emociones gracias a mi propia especialista en psicología. Cada vez que Rozalén argumentaba «que algún día logrará decir que no y poner límites, vigilar el autocuidado y mirarse frente al espejo por fin», mi cabeza no dejaba de aseverar continuamente al ritmo de sus palabras, llevábamos el mismo compás y eso fue uno de los momentos únicos y auténticos de la noche».

Rozalén y sus músicos en Starlite. Fotografía de Jose Vera.
Rozalén y sus músicos en Starlite. Fotografía de Jose Vera.

Del anterior disco, que siempre defenderé su valía, hay una canción que me traspasa por completo que es la de «Justo», el desaparecido de la guerra civil de la casa de la artista y compositora. En esta ocasión me estremecí con sus palabras sobre el significado. Mira que conozco las veces que ella ha podido hablar de su abuela, pero especialmente en este concierto, me asestó más en el corazón, el amor que le estaba poniendo a cada punto y coma en el aire. «Uno tiene que saber de donde viene para saber a donde va a ir, Justo es un tema que ocurre cuando alguien habla de cosas que siguen doliendo tanto, y la hice desde la alegría porque mi abuela encontró la fosa donde ella pudo dejarle una flor, ella es poco de rencores y venganzas», y tras un estruendoso aplauso remata, «yo tenía la responsabilidad de contar lo que ella me contaba y la dedico para tantos Justos que sigue habiendo en este país». Por cierto, además de la percusión que siempre es acertadísima en todas las canciones, han trabajado de una manera muy inteligente unos finales que dejan boquiabiertos al público.

Y como la magia es inmortal aunque no puedan subir esta vez a los niños, «Las hadas» tenían que hacer presencia en el show y son los propios profesionales del escenario los que se mueven con sus instrumentos al son de la felicidad que profesa este tema. Bea me gana como siempre con su interpretación sensible pero también su naturalidad de matar mosquitos mientras realiza el lenguaje de signos, que me despierta más de una sonrisa, a la vez del cansancio lógico de «bracicos» si Rozalén no para de lanzarle nombres propios que la pobre tiene que traducir. Son un duo inseparable lleno de comedia pero también de ternura y certeros sentimientos. Cantan «Amor prohíbido», la historia de amor secreto de los padres de la cantante, quién no puede reprimir las lágrimas al acabarla.

Y llega mi momento de magia inmortal de verdad. Rozalén a la guitarra y Bea. Empieza la canción y yo empiezo a escribir la letra porque no la reconozco, hasta que una imagen traspasa mi mente, soy pequeña y estoy en la cocina escuchando a mi madre tararear «Nada de nada» de Cecilia, comienzo como a mi me gusta a llorar bonito recordándolo con la voz de inigualable sentimiento bonito de Rozalén y escribo en mi cuaderno, «ojalá continuara con «La belleza» de Aute para reconectar con mi padre, esté donde esté, y «enemigo de la guerra…» murmura entre mis continuos sollozos sin poder parar porque me doy cuenta como la propia artista, que es la primera vez que la canta desde que el genial cantautor y persona no está. Os aseguro que por estos instantes merece la pena la música, los conciertos, la cultura y la magia inmortal de Rozalén y su equipo.

Rozalén y su equipo en Starlite Marbella. Fotografía de Jose Vera
Rozalén y sus músicos en Starlite Marbella. Fotografía de Jose Vera

El cachondeo va cobrando de nuevo protagonismo en el escenario, porque algo que han sabido hacer muy bien en este repertorio son la subida y bajada de sensaciones. Todos bailan y cantan, «Me arrepiento» intentando que no echemos de menos al Kanka y ese dueto maravilloso que forman al cantarla tantas veces. Y el flamenqueo empieza a tener su razón de ser en la propia protagonista de la noche afirmando «una de Albacete haciendo esto en Málaga», y de los gorgoritos que suenan exquisitos, todo hay que decirlo, pasamos a una de las grandes frases que pronuncia en esta parte un poco más coplera, «si me queréis, no quitarse la mascarilla». La postura de cojo una manzana en el árbol y la tiro, y ese ritmo ya álgido más irónico y mordaz sigue con «Tu nombre» que en directo además suena brutal con una base más rockera, la percusión y ese rapeo unido con coros marcando un final muy apoteósico.

El popurrí de emociones pasa al lado contrario. Suena «Vuelves». Y aquí ya Rozalén con los ojos cerrados me termina de rematar de amor junto con esa mirada que le lanza a todos sus músicos, siendo consciente certeramente que han conseguido volver a tocar en un escenario después de tantos meses. Qué gesto más maravilloso. De aquí vamos a la célebre «Comiéndote a besos» que interpreta junto al público». Y volamos con la gran canción de este confinamiento que al final estará en ese disco porque incluirá las cosas «bonicas» que ella siente por dentro. Muy abrumador e intenso escuchar «Aves enjauladas» por la interpretación ya que las notas de su voz se te quedan atrapadas en nuestra sensibilidad. No hace falta mucho más. Es pura potencia de letra y resumen de todo lo que hemos y estamos pasando en estos meses. Esos retruécanos que hace también con su garganta los echaba de menos y pude contemplarlos en «Dragón Rojo», al igual que esos botes de felicidad imparables.

Se escucha «ojalá algún día no tengamos que hacer estas canciones, nadie tiene derecho a humillar a nadie y mucho menos por ser mujer». Y sabemos que es el turno de «La puerta violeta». Como decía alguien a quién quiero mucho que estuvo a mi «vera» en la actuación, «bendito nudo» el que despliega esa garganta que supone otro himno para la verdad de tantas víctimas. Y de aquí arrasamos con «80 veces», donde Rozalén reclama que todos sus compañeros tengan la misma suerte de poder trabajar y actuar. Suelta en medio de esa letra, ese «what» que también añoraba y entre agradecimientos a todo el personal que hace posible que disfrutemos del concierto en Starlite Marbella mezclan con uno de mis temas favoritos, «Saltan chispas».

Rozalén y sus músicos en Starlite Marbella. Fotografía de Jose Vera.
Rozalén y sus músicos en Starlite Marbella. Fotografía de Jose Vera.

Pero aquí faltaban cierres apoteósicos, duró poco ese momento «propinas» que sabéis que Ara Malikian bautizó este término y me encanta para que pudiéramos escuchar «imagina…» que en realidad se llama «Este tren» y es un temazo de presentación que en directo gana muchísimo con esa instrumentación electrónica en la que parece de verdad que estemos en su locomotora, a la que nos subimos sin dudar. Y el colofón es para «Girasoles» donde aprovecha para pedirnos que nos cuidemos y con su bandurria nos vuelve a dar las gracias, y a darnos las dos opciones que su banda debe asumir: o bailar o no bailar, y mascarilla en mano, hacen lo que el público espera interpretando al igual que Bea el lenguaje de signos en medio del escenario.

Querida María, voy a hacer el remate de esta carta-crónica y es que nuestra querida María Rozalén nos va a dar que pensar en el siguiente disco. Qué faltica nos va a hacer.

P.D: Nadie puede dar lo que no tiene. Lo afirma un hombre muy sabio. Gracias Rozalén por cumplir las palabras de tu padre.

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