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Vivimos en una época de plena jauría. Nos mezclamos en todas las aglomeraciones posibles, queremos mimetizarnos en el ritmo común y lo más grave es que la rapidez de la información va ligada a una densidad de datos innecesarios y manipulados que pretenden conformar un ideario propio en el que quepamos todos sin que ninguna oveja se salga del rebaño.

Una de las funciones que creo clave del teatro es destrozar esta teoría y provocar, mediante una estructura directa de entendimiento total al espectador, una transcripción en forma de versión dramatúrgica perfectamente fiel y a la vez atractiva, y principalmente un equipo actoral que conforma una jauría artística de alto nivel, un trabajo en conjunto que conforma el resultado de una imprescindible y necesaria obra como es «Jauría».

En este texto de Jordi Casanovas se plantean los testimonios fidedignos de los acusados de «La Manada» y de la víctima, simplemente recortando o destacando las partes más resañables de sus declaraciones pero, en ningún caso, interpretando o sacando fuera de contexto la realidad de lo que ha ido sucediendo en estos últimos 4 años. Lo inteligente de este montaje es el posicionamiento en el escenario de los elementos y las coreografías, así como una gran labor de interpelación entre todos los intérpretes.

Por las reacciones, gestos y colocación del escenario tenemos muy claro las posturas e intenciones de los intervinientes. La dejadez, pasividad y exculpación absoluta de estos hombres que atacaron a una joven a la que le privaron de su libertad, de su respeto y que refleja esa parte rancia de la sociedad que no debe quedar oculta a los intereses de unos pocos. Y por otro lado, el estado de shock de una joven a la que le arrebataron un devenir en su vida donde no tendría que pensar en recuperarse, para seguir viviéndola como antes que sucediera toda esta crueldad.

Porque es cierto que este tipo de conductas agresivas y violentas están en nuestra sociedad, y es un reflejo tan certero y verdadero de muchas personas que comentan y comentaron en su momento este tipo de noticias, por ejemplo, sentados en un bar con una copa en la mano. Sin tener toda la información, el juicio ya estaba hecho para mucha audiencia televisiva o lector de periódicos y eso se ve perfectamente en la desidia y poca vergüenza de estos miembros de «La Manada», a los que podemos poner en su sitio conociendo sin tapujos sus reflexiones, pensamientos, exculpaciones, contradicciones y lo peor de todo, una sensación horrorosa de buena parte de la sociedad que parece capaz de justificar esos actos, e incluso reírse de actitudes completamente injustificables.

Hay sorpresas que les provocarán que sus emociones no dejen de removerse en su interior y aquí hago hincapié en la gran labor de dirección por parte de Miguel del Arco para el entendimiento completo de esta apuesta clara por hacer justicia desde el teatro, y por supuesto para el lucimiento de en el caso de la función que tuve el gusto de asistir, de María Hervás, Fran Cantos, Ignacio Mateos, Raúl Prieto, Martiño Rivas y Álex García. En conjunto, respetan sus silencios, han hecho un trabajo arduo de preparación de sus personajes, mimetizándolos de una manera asombrosa en su ser y estremecen de manera claustrofóbica esa situación tan tensa, donde ella no tuvo escapatoria. En mi caso, conocí por primera vez el trabajo de María Hervás, y me quito el sombrero poniéndome a sus pies del gran respeto y homenaje que realiza con su interpretación. En su interlocución me ganaba el corazón pero sobre todo lo ha logrado desde su postura (especialmente cuando se hacía pequeñita desde simplemente una silla o inconscientemente pensando en algunos momentos que ella tenía buena parte de culpa de lo sucedido) y esos gestos sutiles donde me tenía profundamente conectada con ella. Bravo.

Absolutamente estremecedor ese «tengo veinte años, me queda mucho». Y quizás esa es la clave de esperanza. Si logramos desde el conocimiento formar nuestros propios pensamientos, no dejando que la masa nos convierta en esa jauría de borregos, lograremos el camino de ser un mundo mejor donde nadie viva con miedo de que cualquiera puede destrozarnos nuestro futuro, y en el caso de que ocurra que no vivamos en un mundo donde no haya justicia contra quienes nos atacan. Los rebaños entiendo que siguen muchas tentaciones culturales, pero por favor no delimiten en jaulas las que nos hacen ser y entender mejor nuestra propia realidad gracias a estas propuestas escénicas. Viva la jauría kamikaze.

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