mula

Tuve bastantes problemas a la hora de contemplar la que se supone que va a ser la última película de Clint Eastwood delante de cámara, y lo digo porque en el caso de Robert Redford con «The old man and the gun» sí que lo declaró fervientemente que se trataba de su despedida del cine.

El primero de ellos es que no pude diferenciar al personaje de Clint Eastwood de «Gran Torino» y al que representa aquí en «Mula», pese a estar basada en la historia real de Leo Sharp, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que, a sus más de 80 años, se convirtió en narcotraficante y mensajero del Cartel de Sinaloa y en el artículo de la revista The New York Times escrito por Sam Dolnick y titulado The Sinola Cartel’s 90-Year Old Drug Mule (La mula de las drogas de 90 años del cártel de Sinaloa).  Evidentemente, no trataron la misma historia pero sí hay un perfil protagonista que al gran Clint Eastwood se le da de lujo, pero que no me permite poder disfrutarle en otras tesituras diferentes.

Pero el gran dilema me viene con la moral de la película. Hubiera sido un gran acierto centrar la historia en la necesidad extrema, en hasta qué punto podemos llegar las personas para realizar cosas en contra de nuestros propios principios pero que necesitamos hacerlas para nuestra propia supervivencia y la de las personas que queremos, sin embargo en «Mula» con lo que único que se destaca y se sobrevalora es poner a la familia por delante de todo, y convertir el conflicto en un guión a lo Disney, que resalta obviedades y que hace que el atractivo de la propuesta pierda toda la fuerza por ser previsible y con constantes moralejas ya cansinas, y que hacer que el espectador pierda completamente el interés en esos transportes que una persona de esta edad hace con su coche para transportar droga de una punta del país a la otra.

Es una verdadera lástima porque todo el reparto funciona de manera increíble. Amamos a Bradley Cooper sobre todas las cosas, pero Michael Peña, Laurence Fishburne o la maravillosa Dianne Wiest son sólo el ejemplo de lo que deben cumplir los intérpretes en una película de estas características, pero desafortunadamente no hay una trama que reluzca una película en su conjunto como para salir feliz por ver a Clint Eastwood en un papel tan complejo, y que recalcamos que lleva perfectamente en su piel. Eso sí, hay algo que ha cuidado con creces y que es de especial sensibilidad disfrutarla en la película y es la música. Corre a cargo de Arturo Sandoval, músico y trompetista de jazz, que fue uno de los fundadores musicales de Latin Jazz.

Yo sigo esperando algo como «El intercambio» o «El francotirador», donde lo políticamente correcto se deja al margen para sorprender con una historia original y que destaca el papel de los actores. Mientras estos mensajes se mantengan así de sibilinos, las expectativas se me seguirán frustando. A ver por donde decide estar Clint Eastwood en la próxima.

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